Revolución Naranja, una lección para Venezuela

Archivo - Kiev durante la Revolución Naranja.

En el 2004, cientos de miles de personas soportaron intensas nevadas, de día y de noche, exigiendo el respeto por el voto emitido en las urnas.
Los venezolanos tienen un buen ejemplo en la Revolución Naranja de Ucrania en el 2004, cuando de octubre a diciembre el país revirtió el fraude electoral de los comicios presidenciales.

En tres ocasiones se fue a las urnas para elegir al mandatario. Dos candidatos, uno oficialista respaldado por Moscú, Victor Yanukovich y el opositor, Victor Yushchenko se disputaban la presidencia. En la primera ronda, en octubre, la diferencia fue de menos de un punto y no se llegó al 50 % necesario. En la segunda, el 21 de noviembre, el fraude electoral, el favoritismo de la maquinaria estatal y la corrupción del proceso hicieron que la oposición no reconociera los resultados.

Toda la maquinaria estatal apoyaba a Yanukovich, alto y corpulento como Maduro, quien se negaba a un debate con el opositor. La televisión ucraniana, tal y como hace hoy la venezolana, estaba controlada por el Estado y solo tenía la imagen del candidato oficialista.

Y el opositor Yushchenko sufrió un intento de asesinato que le desfiguró para siempre el rostro.

Rusia y Bielorrusia, como hacen ahora con Venezuela, dijeron que las elecciones fueron puras y ejemplares y felicitaron en dos ocasiones a Yanukovich, quien también recibió congratulaciones desde Armenia, Kazajistán y Uzbekistán. A diferencia de la Unión Europea, la Organización para la Seguridad y Cooperación de Europa, el Consejo de Europa, la OTAN, y enviados estadounidenses que si reconocieron violaciones en el proceso electoral.

Ante el fraude, la oposición ucraniana inició en noviembre, en la Plaza de la Independencia de Kiev, una protesta general. Cientos de miles de personas soportaron intensas nevadas, de día y de noche, exigiendo el respeto por el voto emitido en las urnas. El color naranja, símbolo del candidato opositor Victor Yushenko, llenó las calles de Ucrania y el peligro de una guerra civil en Ucrania fue real. La nación estaba dividida por la preferencia electoral, con una marcada línea geográfica.

La solidaridad con los ucranianos llegó con Lech Walesa, quien viajó a Kiev, al igual que Vaclav Havel. De mediadores en la crisis sirvieron los presidentes de Lituania y Polonia.

Aquellas cifras iniciales donde la diferencia era de 2 o 1 punto porcentual se tornaron en casi 10 puntos de ventajas cuando los comicios fueron transparentes. Yushchenko obtenía un 52 por ciento y un 43 por ciento Yanukovich.

La Revolución Naranja pasó de símbolo a realidad y ejemplo. Los ucranianos, con la presión de las fuerzas democráticas nacionales y el apoyo de una comunidad internacional que no comulgaba con el fraude, demostraron que se puede ir a las urnas en tres ocasiones para elegir a un presidente.

Tuvo un costo, empezando por la salud del candidato opositor, quien juró con una cara deformada, además de tres meses de paro y protestas en todo el país.

Además de Ucrania, en Europa se dieron casos similares como el de Georgia, cuando en el 2003 el gobernante Eduard Shevarnadze tuvo que dejar el poder tras cometer fraude en las elecciones parlamentarias, triunfando lo que se conoció como la Revolución de las Rosas. Y en Belgrado, Slobodan Milosevich tuvo que abandonar la presidencia en el 2000 ante la presión popular por unas elecciones falsificadas.

Venezuela no es una excepción, y los ejemplos de resistencia civil al fraude electoral pasan por varios continentes.