20 de mayo, una reflexión

El 20 de mayo de 1902 la bandera de Cuba ondeó sola por primera vez en los edificios públicos.

Si nuestros mambises tuvieron una motivación para luchar, la lograron viviendo de valores elevados, dando como ofrenda sus vidas en oblación.

Parecía que todos al unísono aguantaban la respiración, mientras, en lo alto, ondeaba la bandera de Narciso López. ¡Hemos llegado!, fue la expresión de júbilo y gozo de los presentes. Diferentes actos a través de la Isla marcaron el arribo a la independencia de Cuba aquella mañana del 20 de Mayo de 1902.

Atrás quedaban las noches de frío y angustia en la manigua, la carga al machete, el hambre y la carencia de medicinas, como la de fusiles, balas y cañones. Por delante los mártires marcaban el sendero de los héroes.

Nace la República de Cuba bajo estos signos, que pronto pasaron a ser símbolos idealizados por los nuevos ciudadanos, anteponiendo revoluciones y sangre a todo tipo de cordura política.

Aunque los buenos patriotas se esforzaron hasta el extremo, los mediocres y los malos utilizaron el ideario martiano para hacer precisamente lo contrario. Hubo quienes tomaron a la Patria como pedestal.

La corrupción administrativa inflada de demagogia opacó los adelantos y progresos que en poco tiempo convirtieron a una tierra arrasada por la guerra en un vergel floreciente.

Leyes y reformas para obreros y mujeres dieron ejemplo al mundo. Estaban ahí, no preguntemos si se cumplían o no. La intención era de las mejores.

No todas las revoluciones fueron negativas. Hubo rebeldía ante la Enmienda Platt, pronto nos la quitamos de encima. Aceptarla, como única vía para tener república, fue la marca de la ignominia que dividió a los patriotas de los llamados plattistas, cuando en realidad todos sentían lo mismo por Cuba.

El todo es mayor que la parte, explica la filosofía, y es necesario hacer una mirada retrospectiva para cuestionarnos qué falló. Muchas respuestas escuché durante años, cuando entrevistaba en T.V. a personajes ilustres, académicos, políticos y personas comunes. Me atrevería a plantear que el fracaso fue antropológico. Fuimos los cubanos el gran problema, no busquemos más.

¿Nos diferenciamos del resto de los hombres y mujeres, al nivel de individuos, o de otros pueblos como país? Estoy seguro que no. Es la persona y su condición humana la que comete los errores. El libre albedrío nos responsabiliza de nuestros actos. Entonces, ¿por qué buscar en factores externos lo que nos corresponde? Desplazar la culpa nunca nos eximirá, aunque lloremos por lo que no supimos o pudimos defender.

20 de mayo de 1902: Numerosos cubanos esperan en la Plaza de Armas para ver ondear su bandera.

Los valores espirituales son generales y universales, por ello lo que solo es bueno para algunos, no es bueno. Si nuestros mambises tuvieron una motivación para luchar, la lograron viviendo de valores elevados, dando como ofrenda sus vidas en oblación. También la mayoría de los cubanos seríamos capaces de imitarlos, pero cuando dar la vida poco a poco, día a día, se convierte en un estorbo, comienzan las dificultades y las deserciones.

No busco dar soluciones, más bien inquietar conciencias para hallar algo en común. Hasta que nosotros mismos no cambiemos y seamos capaces de renovarnos, ni Cuba ni el mundo cambiarán. El camino más corto es ponerse en marcha. ¿Hacia dónde ir? A nuestra propia manigua. Ahí está esperándonos, cada cual ha de entablar su propio combate y unirse a otros cuando hay un denominador común.

La mejor manera de festejar el 20 de Mayo es viviendo la misma experiencia de aquellos hombres y mujeres que forjaron la patria, a través de una concepción clara de su papel en aquellas circunstancias. No buscaron la honra de las turbas ni el aplauso fariseo. Cada uno alzó su machete redentor de la forma que pudo, en ocasiones llenos de rabia por lo que otro de los suyos hacía, pero sin perder su objetivo.

El pueblo hebreo en su andar por el desierto era mordido constantemente por serpientes. Yahvé Dios le dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la colocara en lo alto de un estandarte, para que todo aquel que fuera mordido quedara sano al mirarla.

También nosotros necesitamos nuestra serpiente de bronce, ésta puede ser el 20 de Mayo, para que cada vez que reflexionemos al respecto, imitemos a los que prepararon el camino para llegar a ese día, desenraizando nuestros valores y criterios, para ordenarlo todo en lo sucesivo en base a la verdadera redención de Cuba.