Cuentas claras... y chocolate oscuro

Rey Juan Carlos I recibe ministro exteriroes de los Emiratos Árabes

Cuba es un mundo aparte. Los gastos oficiales son opacos. Nadie rinde cuentas. Y lo peor es que te tildan de 'contrarrevolucionario' o 'mercenario pagado por el imperio', si intentas indagar sobre los gastos de funcionarios estatales.
Las buenas costumbres se pueden imitar. La monarquía británica siempre ha sido un ejemplo de transparencia. Anualmente reportan hasta el costo de la peluquería de la Reina Isabel. Los gastos de los Reyes de Holanda se detallan en el presupuesto general de los Países Bajos. Las monarquías de Suecia, Dinamarca y Noruega también son ejemplos de transparencia.

Por primera vez, la Casa Real Española ha divulgado los sueldos y gastos de representación del Rey Don Juan Carlos, la Reina Doña Sofía y los Príncipes de Asturias, entre otros datos. O que las tres operaciones a las que en 2013 tuvo que someterse el Rey, costaron unos 165 mil euros al erario público.

Son cuentas públicas y de fácil acceso. En las webs de estas Casas Reales, el europeo de a pie no solo se entera de los presupuestos, también de lo que gastan en viajes, actos y recepciones.

Si la clase política de cualquier tendencia ideológica, desea volver a crear confianza entre sus ciudadanos, debería apostar por la transparencia de sus nóminas.

Ahora mismo, un informe interno de la Unión Europea ha revelado que sus 28 estados miembros, en mayor o menor grado, sufren de corrupción. La comisionada Cecilia Malmström (Suecia, 1968), ha declarado que cada año la corrupción le cuesta al continente alrededor de 120 mil millones de euros (cerca de 162 mil 190 millones de dólares). Esa cantidad, que equivale al presupuesto operativo anual de la UE, se pierde por sobornos, pagos excesivos, financiamientos políticos ilegales y otras prácticas inescrupulosas.

Ningún funcionario, en ningún país, debería quedar exento de controles. Quienes ejercen cargos públicos debieran hacer constar en qué gastan el dinero de los contribuyentes. Sea la secretaria de un ministro o el presidente de la nación.

Cuba es un mundo aparte. Los gastos oficiales son opacos. Nadie rinde cuentas. Y lo peor es que te tildan de 'contrarrevolucionario' o 'mercenario pagado por el imperio', si intentas indagar sobre los gastos de funcionarios estatales.

Resulta chocante que ciertos diplomáticos cubanos, a pesar que hace 23 años la isla se encuentra empantanada en una crisis económica estacionaria, en sus desplazamientos por Europa y Estados Unidos se alojen en hoteles cinco estrellas, cenen en restaurantes caros, compren en tiendas exclusivas u organicen fiestas y actividades con dinero del Estado, hacer públicos los gastos.

Equivocadamente, consideran que ellos no deben rendir cuentas. Que el poder te permite cualquier exceso. Piensan que solo los gobernados debemos cumplir las leyes y pagar tributos.

Ellos no. Se consideran una casta diferente, predestinada a dirigir los asuntos de Estado por pedigrí o abolengo y que les permite desviar recursos estatales o regalarle casas a sus amantes, como si fuesen jeques árabes.

La primera gran reforma que debió instaurar Raúl Castro, antes de autorizar la compra y venta de casas y autos, viajar al extranjero y vender pan con mayonesa en el portal de tu vivienda, fue haber recogido en la Gaceta Oficial, que cada funcionario públicamente reportara sus gastos y el uso que le da a bienes del Estado a su disposición.

También, que cada ciudadano cubano tenga herramientas para monitorearlos. A la gente le intriga de dónde obtienen dinero familiares de ministros y otros jerarcas, para montar negocios o darse una vuelta por el exterior. Quisieran saber cuánto ganan sus dirigentes, civiles o militares.

Según informes de desertores de su cuerpo de escoltas, los Castro son dueños de un centenar de residencias a lo largo de toda la isla. ¿Quién a determinados altos cargos le otorgó el derecho de tener cotos privados de caza, yates y cuentas bancarias, si supuestamente sus salarios oficiales no superan el equivalente a 25 dólares mensuales?

Incluso, si mañana los leguleyos del régimen deciden instaurar una monarquía verde olivo en Cuba y perpetuarse en el poder, debieran seguir el ejemplo de las Casas Reales europeas, que rinden cuenta de cada céntimo gastado.

Quiéranlo o no los autócratas cubanos, estamos en el siglo XXI. Y hasta la Reina Isabel tiene sus cuentas claras. No sé si le gusta el chocolate oscuro, pero sí que el Parlamento británico le acaba de pedir que sea más ahorrativa.