Rafael Vilches: "Aunque me descueren vivo, no dejaré de disentir"

Rafael Vilches Proenza, escritor independiente cubano.

Comencé a escribir a finales de los 70 del siglo pasado, y no me arrepiento de ninguno de los libros que he publicado.

Después de estar varios años en medio de la promoción de editoriales, instituciones culturales y espacios oficiales, el escritor Rafael Vilches Proenza (El cero de las mil nueve, Vado del Yeso, provincia Granma, Cuba, 1965) emprendió el camino de las publicaciones alternativas.

En esta entrevista para Martí Noticias da las claves de por qué se cree un hombre libre; habla de la censura y también de las manos amigas en el campo editorial en España, Alemania y Estados Unidos.

Estás cercano a la decena de libros publicados, si los armamos en un todo percibimos que vas en busca de la palabra, pareciera que tu obsesión es fundirte con el lenguaje, cada vez tus textos son más breves (incluyendo tu narrativa). ¿Cuál es el canto de sirena que te brindó la literatura?

Ya no creo en cantos de sirenas, son cancerberas travestidas, con antifaces, carros de policías; prefiero cantar con mi propia voz, no me importa experimentar ningún artificio palabrero.

Por la literatura descubrí, en las mismas proporciones, amor, desamor, traición, miseria humana, dolores, humillaciones; pero la palabra me salvó de hundirme en el foso profundo, tenebroso, que abrieron ante mis ojos los que me parametraron. Por ella supe de la suciedad del universo político. Por ella estoy cerca de Dios, la familia, los amigos que existen, y de besar, digo, versar a la muchacha que estoy a punto de amar, como si hubiera retornado a mis quince diciembres, y ella a sus diecisiete mayos.

Miro a un lago que descubro junto a los ojos de esta muchacha, me abandono en la suave hierba de la tarde con un sol que se conjuga en el agua con la luna, junto a un rinoceronte de metal que nos mira con ojos mansos mientras ella lo besa en la mejilla dura de cariño. Siento eso, lo vivo, y es lo que quiero decir, y lo escribo para que lo lean mis posibles lectores, y acaricien con las manos de mi muchacha al rinoceronte que impasible nos observa en su pradera, y respiren en sus cabellos la luz que en sus ojos arde, cuando ella sabe que le finjo que me duele, y me duele.

Sé, amo a mi patria, Dios me puso en ella para alguna misión, y ahí voy.

Tu narrativa, la novela Ángeles desamparados (Novela, Ediciones Bayamo, 2001, www.elbarcoebrio.com, España, 2012) es bastante testimonial, lo mismo que tu último poemario, Café amargo (NeoClub Ediciones, 2014). ¿Cuántos Vilches hay detrás de todas estas máscaras?

Detrás de esas máscaras están todos los Vilches posibles, y hasta los impasibles; toda mi literatura va testimoniando algo que vi, viví, sufrí, y un poco de la felicidad que padezco, y me acontece.

Ángeles desamparados, mi novela, es estancia mía en el infierno, herida que no sana. No hay un solo día que despierte y no recuerde el abismo abierto en mi vida, la memoria, el trance tremebundo entre infancia y adolescencia que persisten en salvarme de no ser carne del costal de los gobernantes.

Volvamos a tu novela, el tema de las becas ya había sido –aparentemente- limado por las generaciones literarias anteriores a la tuya. Esa novela breve ya tiene más de 10 años, la mayoría de las escuelas en el campo han desaparecido, pero siguen vivos los flagelos que allí anuncias y denuncias. O te adelantaste en el tiempo o se te quedaron cosas por narrar.

La novela pudo ser más gruesa, pero preferí contar, cortar, como quien pela de los hueso del corazón toda carne, y las hecha a arder en el fuego del Hades. Eso es lo que siento hoy.

No sé si me adelanté, me atrasé. Quería sacarme del alma el Diablo que me clavaron en el cuerpo a muy temprana edad. Los momentos más tristes de un millar de infantes regados por la isla como fichas de ajedrez, marionetas del poder.

Me costó mucho que una editorial en Cuba se interesara por ella. La terminé de escribir en 1996 y se publicó en una tirada de 600 ejemplares en 2001, que se agotaron de un tirón entre La Feria Internacional del Libro de La Habana, y la de Bayamo en 2002; quizás llegaron a alguna librería uno o dos ejemplares. Antes fue censurada, y hasta le quitaron un premio en un concurso literario en Holguín, en 1999, nuestro caro Michael H. Miranda, sabe la historia del premio.

Esa historia de unos cuantos niños abandonados en campos de concentración por todos los rincones de Cuba aún me parte-raja la memoria, sangra en un recuerdo vivo. En el libro la ficción es pura realidad. Quizás todos los avatares de la beca me prepararon para esta estancia por la vida que he sufrido.

Entras a publicar en Cuba a partir de los años 2000, aunque ya escribías desde varios años antes. A tus colegas narradores y líricos les ha interesado más experimentar casi contra el lenguaje, mientras tú apuestas por retomar la palabra, meterte en los campos del lenguaje para intentar comunicar mejor. ¿No tienes miedo de repetirte, de quedar en una lista enorme de escritores, pudiéramos decir, descriptivos?

Comencé a escribir a finales de los 70 del siglo pasado, y no me arrepiento de ninguno de los libros que he publicado, creo que cada uno es independiente, un ser individual, que cuenta lo que quise en ese momento.

Mira, nos pasamos la vida demeritando la obra y vida de José Ángel Buesa, y hoy está ahí, como un clásico de la literatura cubana, y hasta lo nominaron al Premio Nobel de Literatura en 1980.

No le temo a nada, estoy testimoniando un tiempo, una realidad, no sé si pasado, presente, futuro, se juntan, pero ahí está lo que digo, pienso, y siento, en las páginas de mis libros. He tenido una vida tan rica en experiencias, felices, tristes, desafortunadas, de todas salí más limpio, reconfortado, con más deseos de vivir. He sido un viajero incansable, empedernido, crónico, por los caminos de la isla. No creo me vaya a repetir en ninguno de mis días, siquiera en mis amores pasados, presente, futuros.

Si he hecho algún experimento con el lenguaje es para que mi lector, quien sea, tenga un diálogo con mi dolor, y el del país, con el acontecer luminoso que acabo de deshojar en un parque junto al tren blindado en Santa Clara, donde he visto amanecer enero de 2015 sin héroes ni mártires, en los ojos más bellos de una muchacha, y la experiencia se multiplique, porque es eso lo que he querido escribir, decir.

No me importa en la lista que quede, ya estoy en la lista negra del Gobierno, y eso sabe a gloria, no me importa la inclusión en otra, si me borran, si voy a quedar entre los que avancen hacia la posteridad, ya eso no me pertenece. Escribo para desnudarme en público, que me vean, digo que me lean. Lo demás lo dejo a Dios, a mis posibles, pacientes lectores.

Lo único que sé es que la novela Ángeles desamparados, y el libro de poesía Café amargo, los escribí con muchos dolores-heridas en el alma, y al final han resultado dos libros agradecidos. Críticos, amigos, lectores, han sido muy generosos con ellos y conmigo.

Pasemos a un tema que, desgraciadamente, te ha dado a conocer dentro y fuera de Cuba, la censura, la represión. ¿Cuándo, cómo y por qué rompes con las autoridades culturales cubanas, con su política de exclusiones?

Pero no fue hasta mi estancia bayamesa, holguinera, santaclareña que comencé a sufrí en carne propia la censura, la exclusión, la persecución, todo lo que se desprende de ellas. Sería 1999, Zoelia Frómeta desde México nos mandó al poeta Miguel Ramírez que ahora vive en Canadá y a mí, por correo electrónico, textos de Cabrera Infante, Vargas Llosa, Borges, Octavio Paz, Carlos Fuentes, y otros autores prohibidos en Cuba.

Yo fui a parar a una oficina del PCC con el ideólogo que "atendía" Cultura, y Migue fue echado del Centro del Libro de Granma donde laboraba como informático.

Luego fue la cacería de brujas cuando sacamos, tú, Michael Hernández, el Padre Olvier Hernández Carbonell, y yo la revista que más escándalo ha armado en la ciudad de los parques, Holguín, la revista Bifronte. Todos fuimos a parar a alguna oficina de la Seguridad del Estado, y no sería la única vez que nos pusieran una pistola cargada sobre la mesa por haber publicado en revistas y periódicos prohibidos a los escritores cubanos residentes, o reincidentes, en Cuba.

Luego la payasada que armaron en la UNEAC de Holguín al escritor Manuel García Verdecia y a mí. Me echaron como miembro de sus filas y como obrero de la entidad, se lo dejé a Dios, y en menos de tres meses botaron por ladrones a los culpables, al pintor y entonces Presidente de la UNEAC en la provincia, Jorge Hidalgo Pimentel, y a Sarah su secretaria ejecutiva, por ladrones, no fueron a prisión porque resultaron ser dos chivatos de la policía.

La lista de mis tropiezos con los políticos, y la policía política, es larga. El paso definitivo lo di cuando los dirigentes de cultura provincial en Villa Clara me dejaron en la calle, "sin este centavo" para sobrevivir en una ciudad que es mágica, angelical, con algunas magas, y pocos ángeles. Todo por haber publicado en la revista independiente Cuadernos de Pensamiento Plural.

Deambulé de un lado a otro como un apestado, sopesando si dormir en terminales, parques, iglesias o bajo puentes. A partir de ahí sentí paz, solo Dios sabe. Seguidamente me censuraron en la Editorial Capiro mi libro de poesía Salón del reino, aún permanece inédito, y mi libro Casa de aguas fue retirado del concurso literario Premio Fundación de Santa Clara, junto a uno de Sergio García Zamora. Ahora esperan por editoriales foráneas que se decidan a arriesgarse con ellos; desde entonces yo no existo como escritor en mi país, y no me preocupa para nada ser el fantasma en el que me han convertido.

Soy un escritor independiente, me gano la vida con lo que escribo, sobrevivo en mi patria como puedo, como amo.

¿Cuánto ha mellado en ti el hecho de estar hoy en los márgenes, de escribir desde la orilla de la isla y no desde el centro de sus mecanismos de promoción?

Yo tengo patrones, amigos que disfrutaron la paz de saber qué es sentirse en libertad, la de ser uno mismo; fueron encarnizadamente humillados, y salieron iluminados del calvario, Guillermo Vidal, Zoelia Frómeta, Amir Valle, Rafael Alcides, Carlos Manuel Pérez, Francis Sánchez, Luis Pérez de Castro, Ángel Santiesteban, Jorge Olivera, Víctor Manuel Domínguez, Raúl Rivero, María Elena Cruz, Michael Hernández, tú mismo, y tantos; lástima la extensión del listado en el que se pueden incluir muchos más nombres: hoy sé que todos fueron, y son, unos adelantados de la patria que queremos, soñamos, para los cubanos dentro y fuera de la isla.

Ya no me duele no ser incluido en cuanto evento se hace en el país, como en los años en que mi nombre estaba entre los primeros recordados para formar las listas de invitados, mucho antes de haber publicado mi primer poema. Ya me sané del "eventismo". Ahora siento lástima de los conocidos que huyen de mí porque no les conviene que los vean en mi compañía. La película se repite, es una noria, un tíovivo, el círculo vicioso del cubano.

No he dejado de asistir a los lugares que me interesan, no me resigno a dejar de amar, no he anulado al ser que soy, y que no dejaré de ser, aunque me descueren vivo, no me curaré, no dejaré de disentir. Y me digo: aun después de tus tropiezos y zancadillas, publicaste en Miami, a través de Neo Club Ediciones. Al parecer siempre hay una puerta abierta para los creadores libres.

Me alegra que las puertas de las editoriales se abran a mis libros, que mi condición actual sea de un creador libre, independiente. Respirar la libertad me ha hecho todo el bien que Dios ha deseado que respire, vea, sienta, escuche, viva.

Rafael Vilches Proenza, Vado del Yeso, Cuba, 1965. Lic. Educación Artística en Artes Plásticas. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Premio Nacional de Poesía Manuel Navarro Luna, 2004, El único hombre, poesía, Ediciones Orto, 2005; y 2010, País de fondo, Ediciones Orto, 2011. Premio Nacional de Poesía, De la Ciudad, 2005, Trazado en el polvo, Ediciones Holguín, 2006. Premio Nacional de Poesía, La Enorme Hoguera, 2006. A ambos lados la sombra, inédito. Mención Nósside Caribe, 2005. Mención Premio Poesía UNEAC Julián del Casal, 2007. Premio Nacional de Poesía, Centenario de Emilio Ballagas, UNEAC, 2008. Tiro de gracia, Ediciones Holguín, 2010. Otros libros: Ángeles Desamparados, novela, Ediciones Bayamo, 2001, www.elbarcoebrio.com, España, 2012. Dura silueta, la Luna, poesía, Ediciones Bayamo, 2003. Lunaciones, Editorial Independiente LetrAbierta, La Habana, 2012. Café Amargo, poesía, Editorial Neo Club Ediciones, Miami, EEUU, 2014. Textos suyos han aparecido en España, Italia, New Zealand, Alemania, Puerto Rico, México, Honduras, Brasil, Chile, Canadá, Argentina, EEUU y Cuba.