Por qué los emprendedores privados cubanos hacen trampas al fisco

Una foto de la paladar Starbien en una reseña de la revista "Cuba Absolutely".

La mayoría de los cuentapropistas existentes en Cuba defrauda al Estado en sus declaraciones de impuestos, obligados por elevados gravámenes y medidas para evitar su enriquecimiento.

Y llegó enero. Luego de la resaca navideña, gastos para esperar el nuevo año y compras a los hijos por el Día de Reyes, Richard (nombres cambiados), dueño de una cafetería de sándwiches, batidos de frutas y comidas ligeras al sur de La Habana, ya prepara la Declaración Jurada de 2015.

En la habitación, mientras Richard redacta un primer borrador del dinero que va a declarar al fisco, un ventilador ronronea junto a dos refrigeradores y cajas plásticas con pepinos, boniatos y plátanos verdes.

"Tienes que hilar fino. A esta gente de la ONAT (Oficina Nacional Tributaria) no se le escapa nada. Yo guardo las declaraciones de los años anteriores, para que más o menos coincidan. Es un juego del gato y el ratón. El Gobierno, por sacarte la mayor cantidad de dinero posible, y los cuentapropistas, por pagar menos", comenta Richard.

¿Por qué se evade el fisco?, pregunto. El emprendedor habanero busca entre sus papeles, carraspea, atenúa su voz ronca y comienza a hablar.

"El sistema te obliga a robar y mentir. En ningún país del mundo se cobran los impuestos a partir de las ventas en bruto. Se deduce de las ganancias declaradas. En Cuba es diferente. Se deduce de acuerdo a las ventas. Y si una persona gana más de 50.000 pesos al año, debe pagar el 50% en impuestos".

De un vaso toma café recién colado y agrega:

"A eso, suma que debemos pagar una cuota por cada trabajador contratado (yo tengo seis), seguridad social y ahora quieren que uno también pague el sindicato. El Estado no acaba de abrir comercios mayoristas para los particulares. A todo eso, añade el dinero que tienes que pagarle a los inspectores, para que miren hacia otro lado y te dejen hacer.

Es la razón por la cual los cuentapropistas tenemos doble contabilidad y hacemos trampas con el cobro de impuestos", confiesa Richard.

Nicolás, dueño de una cafetín en Marianao, aporta más detalles:

"La matemática es sencilla. Si tú compras harina en la shopping, carne de res o pollo, debes vender la pizza a 20 pesos y un plato de comida en 50 pesos. Hay zonas de la capital, como El Vedado, Miramar o Habana Vieja, que por la afluencia de turistas son más rentables. Pero en los barrios limítrofes la cuenta no da. Tienes que hacer trampas".

"El problema no es sólo lo complicado y costoso que resulta comprar alimentos. Debido a los bajos salarios, la gente no tiene suficiente dinero para comer en la calle. Hace dos años, vendía más de 200 platos cada día, ahora vendo 120", subraya Nicolás.

Según algunos dueños de cafeterías en La Habana, el promedio de ganancias diarias ronda los 30 pesos convertibles.

"En un mes, si no hay baches con las provisiones, puedes ganar limpio
unos 900 cuc (alrededor de 22.000 pesos en moneda nacional), que al año más o menos son 10.000 cuc. De ahí, debes guardar el 25% para imprevistos y mejoras en el local, sin contar que tenemos que mantener una familia y pagar por la izquierda a inspectores corruptos. Si declaras las ganancias reales, el fisco se lleva la mitad. Y con 5.000 cuc anuales, ningún negocio de comida es rentable", opina Marlen, quien oferta menús criollos en el portal de su casa.

De la lista de 201 oficios autorizados por el Gobierno para ejercer como trabajadores por cuenta propia, los tres más solventes son gastronomía, hostelería y taxis. En el resto, las ganancias son ajustadas.

"Para los que nos dedicamos al giro de la informática y reparación de teléfonos móviles, un día bueno representa 20 chavitos (20 cuc). En la prensa internacional a veces escriben maravillas de los emprendedores privados en la isla, pero la mayoría ganamos para comer y poco más. Debido al fuerte control impositivo es muy difícil crecer", señala Osvaldo, dueño de un puesto de reparar celulares en el municipio 10 de Octubre.

Senén, economista, considera que es un tanto exagerado hablar de pequeños negocios en Cuba como si fuesen la génesis de futuras empresas.

"Después de establecer relaciones con Estados Unidos, empresarios estadounidenses han comparado a los cuentapropistas cubanos con innovadores como Bill Gates, Steve Jobs o Mark Zuckerberg, quienes comenzaron sus negocios en el garaje de sus casas.

En Cuba, las condiciones son muy diferentes. Las autoridades han creado normas jurídicas y arancelarias que imposibilitan tener un capital considerable", explica Senén.

"El Gobierno siempre ha recelado del trabajo privado, por eso no existe un mercado mayorista y sus leyes son las de un Estado que no desea que los cuentapropista se conviertan en una clase poderosa", añade.

"Tampoco se debe perder de vista que el escaso poder adquisitivo de los cubanos impide el auge y crecimiento de los pequeños negocios. Se ha llegado a un techo. Ganarán dinero aquellos bien posicionados y los más creativos. Los demás, quebrarán o se beneficiarán muy poco", concluye Senén.

La oficina encargada de cobrar impuestos en La Habana ya ha notificado a cientos de pequeños negocios sobre la cuantía del importe a pagar.

"Por un estudio de factibilidad, la ONAT puede demostrar que muchos cuentapropistas están haciendo declaraciones fraudulentas. En 2014 advertimos a un grupo de taxistas y dueños de cafeterías. Pero en 2015 el número de tramposos aumentó", puntualiza un funcionario de la ONAT.

Orestes, taxista que trabaja 12 horas diarias, reconoce que casi todos los emprendedores privados declaran por debajo de los ingresos reales.

"Es simple. El Estado no te vende ni una tuerca y el combustible lo venden en divisas. Para ser rentable, tienes que comprar la gasolina en el mercado negro. Lo otro, es que el Gobierno no informa qué hace con el dinero de los impuestos pagados por los cuentapropistas, que calculo sea de miles de millones de pesos. Las calles siguen desbaratadas y los edificios cayéndose. Ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón", expresa Orestes.

Es una guerra silenciosa. La del régimen, por asfixiarlos con la cuchilla fiscal; y la de los particulares, manipulando sus cuentas y pagagando una menor cuantía impositiva. Veremos cómo termina.