La otra cara de la moneda

El centro deportivo conocido como el parque Martí.

Donde el arquitecto Octavio Buigas se lució con la solución de las espectaculares gradas que albergaban 3 150 personas.

Ella es una bella mujer, menuda, simpática, muy inteligente, con gran sentido del humor y hasta con cierta ingenuidad, que la hace aparecer aún más joven de lo que es. Además, Licenciada y Máster en ciencias, con muchos méritos científicos acumulados en su larga carrera.


Vive en el corazón de El Vedado, en un edificio desde donde en otra época se observaba una bella vista del que otrora fuera uno de los parques deportivos arquitectónicamente más importantes y hermosos de nuestra ciudad, con un mar azul degradée casi siempre sereno, como telón de fondo.

Este parque, como toda la ciudad, incluyendo, claro está, el edificio donde ella reside, se han ido deteriorando con el paso del tiempo y la desidia gubernamental, al punto de convertirse en fantasmas de una reluciente época que ya pasó.

Como quiera que el mismo fue remodelado y completado en 1960, hasta conformar sus cinco zonas: parqueo, estadio, gimnasio, piscina, área infantil y tabloncillo de baloncesto y volibol, con gradas para 1 020 espectadores, donde el arquitecto Octavio Buigas se lució con la solución de las espectaculares gradas que albergaban 3 150 personas, cubiertas con una ligera estructura de “cáscaras abovedadas” de hormigón de 125 metros de longitud, “emparentadas” con las del famoso hipódromo de la Zarzuela en Madrid.


El balcón de ella queda justo enfrente de este hoy lastimoso panorama. Vive sola y trabaja en un hospital, por lo que durante más de ocho horas diarias se ve obligada a abandonar su hogar, temiendo a los delincuentes que se refugian en dichas gradas.

Ella, cuando está en casa, suele asomarse al balcón en diferentes ocasiones disfrazada, unas veces de bombero, otras con gorra y traje deportivo o con sombrero y gafas, pensando de esta manera despistar a ese elemento que tanto teme, con el objetivo de que éstos crean que en su apartamento viven varias personas y no se les ocurra planear nada torcido contra ella. Según me explica, allí, debajo de las gradas que están cayéndose a pedazos, viven “homeless”, drogadictos y todo tipo de “personajes”, que hasta realizan peleas de perros clandestinas, sin que la policía trate de impedir estos actos delictivos, puesto que, por lo que ella y los vecinos han podido observar, no sólo son cómplices, sino también partícipes. Mientras que en nuestro país los Medios “ensalzan” la disciplina, el orden y la honradez socialista, esto no muestra más que la otra cara de la moneda.

Publicado en el blog Por el ojo de la aguja de Rebeca Monzó.