Papa Francisco llegará a Cuba como “Misionero de la Misericordia”

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Continúan los preparativos en la isla para la visita del Papa

Así lo anuncia el Obispo de Guantánamo-Baracoa, Monseñor Wilfredo Pino Estévez.

El Obispo de Guantánamo-Baracoa, Monseñor Wilfredo Pino Estévez, escribe un mensaje a los fieles en el que agradece al Obispo del Roma por su visita a Cuba.

En su mensaje, divulgado en el sitio web de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), el Obispo destaca que la visita de Francisco se realizará en medio de dos acontecimientos importantes de la vida de la Iglesia en Cuba: La celebración de la Solemnidad de la Virgen del Cobre el 8 de septiembre, y los cien años de la carta que los generales y soldados que luchaban por la independencia de Cuba enviaron a Benedicto XV para que proclamara a esta devoción mariana como Patrona del país.

La carta fue firmada el 24 de septiembre de 1915 en el Santuario del Cobre. Benedicto XV accedió a la petición y el 10 de mayo de 1916 firmó el decreto que proclamó Patrona de Cuba a la Virgen de la Caridad.

En el mensaje el Monseñor Wilfredo Pino asegura que los obispos de la isla rezan para que las enseñanzas del Papa Francisco “nos muevan a todos a crecer en la fe y la esperanza, y podamos aprender a tener un corazón lleno de misericordia para con todos”.

Mensaje completo de Monseñor Wilfredo Pino Estévez, Obispo Guantánamo-Baracoa

Queridos hijos e hijas: Se acercan tres acontecimientos que marcarán nuestra vida nacional: la fiesta de la Virgen de la Caridad, el centenario de la Carta que nuestros mambises escribieran al Papa pidiéndole que la nombrara Patrona de Cuba, y la esperada visita, dentro de 14 días, del Papa Francisco.

El Papa Francisco nos visitará del 19 al 22 de este mes. Celebrará misas en La Habana, Holguín y en El Cobre. Tendrá encuentro con las autoridades, familias, jóvenes, sacerdotes, religiosas, diáconos, seminaristas y, sobre todo, con mucho pueblo. Con el Mensaje que dimos a conocer los Obispos de Cuba por ese motivo, les reitero que, con esta visita, el Santo Padre quiere mostrarnos su cercanía en un momento en que, gracias también a su mediación, se respiran aires de esperanza en nuestra vida nacional por las nuevas posibilidades de diálogo que están teniendo lugar entre Estados Unidos y Cuba. ¡No es fácil vivir peleados con el vecino de al lado! ¡Por eso es muy importante lo que viene haciendo el Papa, como Pastor universal de la Iglesia, en la búsqueda de la reconciliación y la paz entre todos los pueblos de la tierra!

Francisco será el tercer Papa que nos visita en los últimos 17 años. El próximo día 19, Cuba y Brasil serán los dos únicos países del mundo que tendrán el privilegio de haber sido visitados por tres Papas. ¡Y esto es un regalo de Dios! A la mente vienen tantos hijos de nuestra Iglesia: obispos, sacerdotes, religiosas y laicos que soñaron con esto y trabajaron por esto, pero su vida no les alcanzó. Ellos trabajaron, como dice el evangelio: “desde la primera hora” (Mt. 20, 1). Y a ellos los admiramos por haber sido verdaderos titanes de la fe. Ahora nosotros somos los privilegiados a quienes se nos invita, con el salmo de la Biblia, a cosechar cantando lo que ellos sembraron entre lágrimas (Salmo 126, 6).

Todos recordamos cómo al Papa San Juan Pablo II lo recibimos como “Mensajero de la Verdad y la Esperanza” y no olvidamos nunca sus palabras ni el gesto de coronar la venerada imagen de la Virgen de la Caridad. El Papa Benedicto XVI, por su parte, fue entre nosotros el “Peregrino de la Caridad”. Él quiso unirse a nuestras celebraciones por los 400 años del hallazgo y la presencia de la Virgen en nuestro pueblo y fue al Santuario del Cobre para, como un cubano-peregrino más, arrodillarse ante la bendita imagen de Nuestra Señora, encenderle una vela y regalarle una flor. Ahora vamos a recibir al Papa Francisco como el “Misionero de la Misericordia”.

Queridos hijos e hijas: el Papa Francisco no se cansa de hablar de la misericordia. Y la misericordia no es otra cosa sino “lanzarle nuestro corazón” a los demás, no una piedra, un insulto o un golpe. La misericordia es también “ponerle corazón a la miseria”. ¡Y hay tanta miseria a nuestro alrededor! A veces parece que vivimos en un mundo sin corazón. Por todas partes encontramos miserias morales, espirituales, sociales, intelectuales, síquicas, materiales… y encontramos también gente que se insensibiliza ante el dolor humano. Muchos se quejan de la dureza con que los tratan los demás. Aumenta entre nosotros un lenguaje sin misericordia. La violencia está a flor de piel. Hay agresividad en las familias, centros de trabajo, comunidades, etc. Y el Papa Francisco, Misionero de la Misericordia, quiere invitarnos a que no nos cansemos de practicar la misericordia.

Recientemente, en su Carta Pastoral sobre el próximo Año de la Misericordia, el Papa ha recalcado que Jesucristo nos reveló la misericordia de Dios. Y explica que nuestro Dios, a lo largo de toda la Biblia, se nos muestra cercano, paciente y “rico en misericordia” (Ef. 2, 4) y que “no nos trata como merecen nuestros pecados” (Salmo 103, 10) porque “su misericordia es eterna” (Dan 3, 89). Que Jesucristo nos dio, con sus gestos y palabras, muchos ejemplos de misericordia: en el capítulo 15 del evangelio de San Lucas, nos propuso tres parábolas o comparaciones maravillosas: la del buen pastor que buscó, hasta encontrarla, a la oveja que se había perdido, la de la ama de casa que hace fiesta porque encontró la moneda que se le había extraviado, y la del Padre misericordioso que organiza una fiesta por haber recuperado a su hijo que andaba por malos caminos. Jesucristo llamó a todos a perdonar “setenta veces siete”, o sea, siempre (Mt. 18, 22). Dio de comer a hambrientos (Mt. 9, 36) y curó leprosos (Lc. 17, 11-19), paralíticos (Mt. 9, 1-8), ciegos (Jn 9, 1-41), sordos y mudos (Mc. 7, 31-37), etc. Se conmovió ante el llanto de una viuda que llevaba a enterrar a su hijo único (Lc. 7, 11-15). Invitó a Mateo, un hombre del que todos hablaban mal, a formar parte del grupo de los doce apóstoles (Mt. 9, 9-13). Perdonó a los pecadores (Jn. 8, 1-11) y él mismo ofreció el perdón y rezó por aquellos que lo llevaron a la muerte de cruz (Lc. 23, 34). Fue en el sermón del Monte donde él proclamó: “Dichosos los misericordiosos porque alcanzarán misericordia” (Mt. 5, 7).

Todos en este mundo, cubanos incluidos, necesitamos la misericordia. Para nosotros y para los otros. Hay gente que no se perdona haber cometido un error o no perdona a quien lo ofendió. Y debemos recordar que, en forma no opcional sino imperativa, Jesucristo nos exigió: “Sean misericordiosos como el Padre del cielo es misericordioso” (Lc. 6, 36). Y el apóstol Santiago nos advierte que “a los que no tienen misericordia les espera un juicio sin misericordia” (Stgo. 4, 32).

¡Cuán bueno sería que, en estos días previos a la visita del Papa, le pidiéramos al Señor tener “entrañas de misericordia” (Col. 3, 12). Y que repitiéramos muchas veces al día aquella sencilla oración que muchos aprendimos de niños: “Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo”. Oportuno sería también el proponernos todos repetir gestos de misericordia en nuestro obrar cotidiano, como visitar enfermos, ayudar a otros a cargar el agua, compartir lo que tenemos, perdonar y pedir perdón, consolar al triste, amar más y mejor a los demás, etc. ¡Ojalá que en estos días y siempre nuestros hogares sean lugares de paz y acogida para todos los que lleguen buscando misericordia!

A la Virgen de la Caridad, Madre de Cuba, y a quien también invocamos como “Reina y Madre de misericordia”, le suplicamos su cuidado maternal sobre ésta tan deseada visita. Coincidirá que el Papa Francisco visitará su Santuario del Cobre en la misma semana en la que se cumplirán cien años de que los mambises de las guerras por la independencia de nuestra Patria escribieran al Papa pidiéndole que la declarara patrona de Cuba. Ella, que ha acompañado a nuestro pueblo en las buenas y en las malas, consiga del cielo una gran bendición para Cuba y sus hijos, estén donde estén, piensen como piensen y crean como crean.

Quisiera ahora invitarte a rezar conmigo tal como lo hicimos cuando la imagen peregrina de la Virgen de la Caridad llegaba a nuestros poblados, o cuando fuimos en alguna de las peregrinaciones de los viernes al Cobre. ¿Recuerdas que lo primero que hacíamos era darle gracias? Porque las madres no se cansan de amar a sus hijos. ¡Cuántos dulces, cuántos helados, caramelos, bombones… no se comen ellas para guardarlos para sus hijos! ¡La alegría de una madre es que su hijo viva! Y, además, bueno es recordar que las madres trabajan en secreto. No les gusta hacer propaganda de todo lo que hacen por sus hijos. Una madre nunca le dirá a su hijo que se está comiendo el pedacito de pollo que le tocaba a ella por la libreta… ¡De cuántos peligros nos habrá librado el amor de nuestras madres!

La Virgen de la Caridad es también nuestra madre. Ningún cubano debe sentirse huérfano. También ella ha hecho mucho por cada uno de nosotros y nuestras familias. ¡Sabrá Dios cuántas maravillas nos ha conseguido con su intercesión! Por eso, ahora, te invito a repetirle unas palabras maravillosas. Reza conmigo: ¡Gracias, Virgencita de la Caridad! ¡Cuba entera te está agradecida! ¡Gracias por lo que has hecho, y quizás yo no me he dado cuenta, por mí, por mi familia, por Cuba!

También ese día te invitaba, como segundo paso, a pedirle su ayuda. ¿Hay alguien que no necesite su ayuda maternal? En la Biblia se nos habla de cómo ella le pidió un milagro a su hijo Jesucristo para ayudar a dos novios que pasaban por una dificultad material en la celebración de su matrimonio. Hoy quizás tú, o tu familia, estén pasando también por dificultades: el salario no te alcanza, se ha enfriado el amor en tu matrimonio, tu casa está en mal estado, no logran tener un hijo, tu salud se ha debilitado, tu hijo quiere dejar de estudiar, no encuentras trabajo, un vecino se ha enemistado contigo, no logras perdonar a quien te ofendió… Ahora, preséntale a la Virgen tu dificultad, del cuerpo o del alma. Pídele que así como ella ayudó a aquel matrimonio, interceda también ante Jesucristo por ti y los tuyos. Reza conmigo: ¡Virgen de la Caridad, cuento con tu ayuda! ¡Ruega por nosotros en la hora de nuestra muerte, pero también ahora!

Y por último, como tercer paso, te sugería prometerle algo a la Virgen. Y recuerdo concretamente que todos le prometimos esforzarnos por ser mejores padres y madres, mejores esposos y esposas, mejores hijos y hermanos, mejores vecinos y compañeros de trabajo o de estudio, mejores cristianos. Le prometimos no dejarnos vencer por el mal, sino vencer el mal a fuerza de bien. Le prometimos arreglarnos con aquellos a los que no les hablábamos. Le prometimos nunca más llamarle “loca” a una mujer que ha querido quedar embarazada, ni “guanajo” a quien se negó a coger algo que no era suyo. Le prometimos tener una conciencia limpia y no aprobar nada defectuoso. Le prometimos cuidar la educación religiosa de nuestros hijos y nietos. Y le prometimos luchar contra la envidia que crece y se extiende entre nosotros como el marabú. ¿Hemos cumplido? Repítele ahora tu deseo de mejorar en algo tu amor a Dios y a los demás. Reza conmigo: ¡Virgen de la Caridad, ayúdame a ser mejor, a cumplir lo que he prometido!

¡Qué bueno sería pedirle a nuestra Madre del cielo, en el día de su fiesta, que nos lleve a conocer mejor a su Hijo Jesucristo, el único que tiene palabras de vida eterna!

No tengamos miedo de confiarnos a ella. Y por eso quiero compartirles esta anécdota personal. Hace ya cinco años veníamos unas 30 personas en peregrinación caminando desde la Bahía de Nipe, donde fue encontrada la imagen de la Virgen en 1612, hasta El Cobre. Al llegar al entronque de Mella, escuchamos en la parada de la guagua unas palabras por parte de uno de los “amarillos” que allí estaban. Éste, al conocer que íbamos hacia el Santuario de la Virgen de la Caridad, dijo una verdad muy grande en alta voz: “Jesucristo es el único Dios”. Lo cual es muy cierto y los católicos lo afirmamos también. Pero es fácil suponer que lo decía porque él pensaba que nosotros adoramos a la Virgen como si se tratara de otro Dios, y no es así porque nosotros sabemos muy bien que la Virgen no es Dios. Pero también tenemos claro que ella está muy cerca de Dios.

Allí nos detuvimos a descansar y comprar algo de comer. Luego, merienda en mano, me acerqué al “amarillo", y le pregunté: “¿Cuál es el trabajo de ustedes, los amarillos?”. Su respuesta mejor no pudo ser para lo que yo quería explicarle sobre la Virgen. Me contestó: “Nosotros ayudamos a que la gente que está viajando llegue a su destino”. ¡Exactamente lo mismo que hace la Virgen con nosotros: ayudarnos a llegar al lugar que Dios nos tiene preparado!

Termino invitándolos a las celebraciones que habrá en cada iglesia en honor de la Virgen de la Caridad. Este año tendremos en la provincia, Dios mediante, siete Procesiones. En Costa Rica, mañana domingo a las 9 de la mañana, y en Imías, también mañana domingo, pero a las 6 de la tarde. En la ciudad de Guantánamo será pasado mañana lunes, a las 7 de la noche, saliendo de la Iglesia de la Milagrosa, en la calle Paseo, hasta la Iglesia Catedral, en el Parque Martí. Y el martes 8 en Caimanera a las 5.30 de la tarde, en San Antonio a las 7 de la noche, en Baracoa, a las 7 de la noche, y en La Máquina de Maisí, a las 8 de la noche. ¡La Virgen esperará por ti y tu familia!

Los obispos de Cuba rezamos para que las enseñanzas que el Papa Francisco nos deje nos muevan a todos a crecer en la fe y la esperanza, y podamos aprender a tener un corazón lleno de misericordia para con todos. Que nuestro buen Dios nos quite, como leemos en el profeta Ezequiel (11, 19-20) nuestros “corazones de piedra” y nuestros “viejos espíritus” y nos dé corazones de carne y espíritus nuevos para que vivamos según sus enseñanzas. Y también rezamos para que las bendiciones de Dios lleguen igualmente a los que no podrán participar en las misas que el Papa Francisco celebre en Cuba por estar lejos de la patria, o por motivos laborales o de salud, de transporte, o por estar presos.

Rezo ahora la oración pidiendo a Dios el regalo de la lluvia que tanto necesitamos y, finalmente, les daré la bendición.

“Oh, Dios, Padre de todos, en quien vivimos, nos movemos y existimos, concede a nuestros campos la lluvia necesaria, a fin de que, asegurado nuestro sustento diario, podamos dedicarnos, con mayor tranquilidad, a conseguir los bienes eternos. Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor. Amén.”

Y la bendición de Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe hoy y siempre. Amén.