La edición facsimilar de la revista cultural cubana Naranja Dulce

Naranja Dulce, revista cultural cubana de los años 80.

Naranja dulce, una revista nacida a finales de la década de 1980 y casi olvidada en la actualidad, fue la aglutinadora de una generación de escritores cubanos que aprovecharon las aperturas medrosas pero presentes en el contexto de la época en la Isla para plantar un hito de transformaciones conceptuales en la estatizada visión estética de su momento.

Forjada como un suplemento del tabloide El Caimán Barbudo (La Habana, 1966), los creadores que aparecieron en Naranja Dulce hablaban de libertad individual y ética que, en ese escenario, germinaban como vislumbres de rebeldía frente al discurso oficial.

El proyecto InCubadora, ineludible registro sobre la cultura cubana que coordina en Alemania el intelectual Carlos Aguilera, acaba de publicar en un libro electrónico, la edición facsimilar de Naranja dulce que contó solo con cuatro tiradas entre diciembre de 1988 y finales de 1989.

La realización e introducción del ebook corrió a cargo de la profesora e investigadora de literatura hispanoamericana de la Universidad de São Paulo, Idalia Morejón Arnaiz, nacida en Santa Clara, Cuba, y radicada actualmente en la ciudad brasileña.

“Los originales de Naranja Dulce que utilizamos para la edición facsimilar me acompañan desde los años noventa. Me los cedió Omar Pérez [narrador, poeta y ensayista], pues ya en esa época era muy consciente del valor de ese proyecto editorial”, dijo a Radio Televisión Martí, la especialista.

Naranja Dulce, revista cultural

“Durante muchos años los perdí de vista extraviados entre la papelería que había traído a São Paulo en 1997. También durante muchos años creí que me faltaba una quinta edición que nunca existió. Así que cuando Carlos Aguilera me propuso realizar esta edición facsimilar, ambos nos dimos a la tarea de recuperar ese número. Desde luego en vano”, indicó.

Morejón Arnaiz reconoció a las personas que contribuyeron a “transformar esas hojas que se nos deshacían en las manos en algo sin fecha de caducidad”.

“Desde luego que el agradecimiento mayor lo reservo a las ediciones Incubadora y al propio Aguilera, cuya labor se hace cada vez más fundamental para la preservación de la memoria cultural, en la medida en que viene concentrando sus esfuerzos en revelar la otra cara de esa memoria que es el olvido”.

En su prólogo a la reproducción de la efímera revista, la historiadora literaria apunta que en ella “aparecen los indicios de un nuevo tipo de ensayo, de una nueva poesía, de un pensamiento en consonancia con el presente cultural del mundo. Naranja Dulce vive su vida, aparece en los estanquillos, conquista lectores, inclusive discípulos. No se trata apenas de una fisura en la sólida política editorial del animal que la hospeda, sino de una grieta en la política cultural del Partido Comunista”.

La escasez de papel cortó la publicación y zanjó una dependencia ya tensa entre la política partidista y los nuevos autores que, de algún modo, buscaban independizarse de la ideología dominante.

“Creo que el valor de esta recuperación se sostiene en la propia trayectoria del equipo de escritores que entre 1988 y 1989 tuvo la fuerza y el talento necesarios para abrir una grieta en la congelada política cultural cubana de los últimos 60 años. Creo también que esta edición facsimilar es una contribución muy importante para los jóvenes artistas e intelectuales de hoy, que también se interrogan sobre los proyectos culturales que movieron el ambiente habanero de finales de los 80, sin haber tenido hasta el presente la oportunidad de conocer uno de sus mejores momentos”, concluyó la investigadora en su conversación con Radio Televisión Martí.