Veinte Razones para Desconfiar del Presente

  • Ernesto Morales Licea / Especial martinoticias.com

Pioneros cubanos

El país de ayer que armaron en mi cerebro infantil nunca tuvo color. O mejor, sí lo tuvo: color de sangre. Fue un país bárbaro, con gobernantes asesinos y niños amoratados por el dolor.
Mi generación creció escuchando la letanía. No fue la única. Apenas fue otra más. Pero puedo dar fe de ello: junto con un lema que jamás entendí como “¡Pioneros por el Comunismo, seremos como el Ché!”, yo estiré mis piernas y mi intelecto asimilando que el país que tuvieron mis abuelos, sin Revolución, fue dantescamente peor.

También tuvo mucho de gris. Las imágenes del pasado, siempre son grises. Sobre todo, si antes pasaron por un cubículo de edición.

En la Isla anterior a 1959 los cubanos no supieron de felicidad. No curaban sus enfermedades, no conocieron los orgasmos, ni las puestas de sol, ni el helado de chocolate. Nunca bailaron hasta el delirio, ni alzaron trofeos mundiales o títulos académicos.

Si la música cubana es patrimonio revolucionario, si el deporte jamás fue derecho del pueblo; si los médicos no curaban, y si curaban cobrando demasiado; si la vida nocturna no supo más que de crímenes y castigos; y si la única Historia de Cuba que existe es la que cuenta sus guerras y sus penurias, mi país debe su esencia y razón de ser a un proceso iniciado en enero de 1959.

Así me lo enseñaron.

Pero alguna vez aprendí también, por intuición o descuido, a sospechar de los pasados demasiado imperfectos. Un puñado de libros comenzaron su labor subversiva dentro de mí. Informaciones de sobrevuelo que retuve como antídoto contra una historia que, al decir de los proverbios criollos, parecía muy mal contada.

Así, por azar o por destino, descubrí que el pasado de mi Isla tuvo mucho de sangre y corrupción. Pero también de un innegable esplendor.

Aprendí que:
1. La primera nación de Iberoamérica y la tercera en el mundo, detrás de Inglaterra y Estados Unidos, que tuvo el milagro del ferrocarril fue Cuba, en 1837.

2. Además, el primer tranvía que recorrió las calles de Latinoamérica lo hizo en La Habana, en 1900.

3. Cuba era, en 1958, el país iberoamericano con mayor número de automóviles. Por nuestras calles circulaban 160 mil, uno por cada 38 habitantes.

4. El primer médico latinoamericano en emplear el éter como anestésico, fue el cirujano Vicente Antonio de Castro, el 11 de Marzo de 1847. Acababa de iniciar con su método la era de la anestesia moderna para toda Iberoamérica, desde este islote caribeño.

5. En el siglo XIX, el genial Carlos J. Finlay descubrió el agente transmisor de la fiebre amarilla que diezmaba a poblaciones e indicó su prevención y tratamiento. De haber existido ya el Premio Nobel como lo conocemos hoy, este cubano lo habría ganado con diferencia.

6. En 1955, Cuba era el segundo país de Iberoamérica donde menos niños se morían al nacer. El índice era de 33.4 por cada mil nacidos. Para los recursos de la época, se trataba de una verdadera hazaña.

7. La ONU reconoció en 1957 a Cuba como el mejor país de Iberoamérica en cuanto número de médicos per cápita. Teníamos uno por cada 957 habitantes, cifra aplaudida por muchas naciones desarrolladas de aquel entonces.

8. En 1942, un cubano se convirtió en el primer director musical iberoamericano en recibir nominaciones a los Premios Oscar. Su nombre: Ernesto Lecuona. Junto con Kim Gannon fue nominado a la estatuilla por su canción “Always in my heart”, antes que ningún otro músico de habla hispana.

9. La primera mujer iberoamericana que cantó en la exquisita Scala de Milán, en 1946, fue la cubana Zoila Gálvez. Todavía su voz criolla resuena entre las paredes del magnífico salón.

10. Y en 1950 otro músico cubano marcó un récord mundial, no igualado ni siquiera por Elvis Presley ni los Beatles. Dámaso Pérez Prado, con su pieza "Patricia" estuvo 15 semanas consecutivas en el Hit Parade de los Estados Unidos.

11. El primer peso cubano se acuñó en 1915, y nació con un valor idéntico al del dólar. En muchas ocasiones hasta 1959, llegó a sobrepasar en un centavo el valor del dólar norteamericano.

12. A pesar de su pequeño tamaño, y de que sólo tenía 6 millones de habitantes, mi país ocupaba en 1958 la posición 29 entre las economías más fuertes del mundo. No he podido encontrar el dato en la actualidad. Creo que solo un estadístico enfermizo se tomaría el trabajo de precisarlo.

13. En 1940, los cubanos aprobaron la más avanzada de todas las Constituciones del mundo en su tiempo. Fue la primera en Iberoamérica en reconocer el voto a las mujeres, la igualdad de derechos entre sexos y razas, y el derecho de la mujer al trabajo.

14. En 1956 la ONU reconoció otra vez a Cuba, ahora como el segundo país de Iberoamérica con los más bajos índices de analfabetismo (sólo el 23.6%). En ese entonces, países como España, Venezuela, Brasil, Perú, Guatemala y República Dominicana poseían el 50%.

15. En 1954, Cuba contabilizaba una vaca por cada habitante. Ocupaba el tercer puesto en Iberoamérica (sólo superada por Argentina y Uruguay) en el consumo de carne per cápita.

16. En 1922 Cuba inauguró la emisora de radio PWX. Se convertía así en la segunda nación del mundo en hacerlo, y la primera nación del mundo en radiar un concierto de música y presentar un noticiero radial.

17. También la primera locutora del mundo fue una cubana: Esther Perea de la Torre.

18. Y si hablamos de Televisión, fuimos el segundo país del mundo que emitió formalmente televisión, en 1950. Las mayores estrellas de toda la América, que no gozaban en sus países de tal adelanto, vinieron a La Habana a actuar ante las cámaras cubanas.

19. El primer Campeón Olímpico que tuvo Latinoamérica fue un cubano: en 1900, el esgrimista Ramón Fonst.

20. Y el primer iberoamericano en ganar un campeonato mundial de ajedrez fue el cubano José Raúl Capablanca, a su vez el primer campeón mundial de ajedrez nacido en una nación sub-desarrollada. Este genio ganó todos los torneos mundiales entre 1921 y 1927.

Entonces, recontextualizando un poema de León Felipe, digo que yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan sólo lo que he visto.

Pero cuando aprendí a leer, a escuchar las voces de los ancianos; cuando aprendí a mirar debajo de las páginas en blanco, a dudar de la sonrisa de los poderosos, y pensar en mi Patria sin el gris que muchos le han colgado a su pasado, creo que también empecé a desconfiar de los colores del presente.