Crimen sin castigo, violación y saqueo soviético en mayo de 1945

Pillaje en Berlín, 1945.

La pequeña hija está en el colchón, Muerta.
¿Cuántos han estado en ella?

Un pelotón, compañía, ¿tal vez?
Una niña ha sido convertida en mujer,
una mujer se convirtió en cadáver.
Alexander Solzhenitsin. Poemas Noches Prusianas

Uno de los tabúes de la historia soviética, y ahora rusa, fue el comportamiento de las tropas del ejército rojo que entraron en Berlín en mayo de 1945. Se calcula que fueron violadas cerca de 2 millones de mujeres. La cifra es solo para estadísticas, pues el horror quedó impregnado en las alemanas y todavía en el siglo XXI, a 75 años del final de la guerra en Europa, prefieren no ahondar en el tema.

Las tropas soviéticas entraban en suelo alemán cantando Guerra Popular, Guerra Sagrada, un himno al combate y al desafuero para que la “noble furia hierva como una ola”.

Las tropas nazis, tanto del ejército como las SS, cometieron horrendos crímenes en Polonia, Ucrania o Rusia. La mayoría de estos desafueros están documentados, expuestos durante el juicio de Nuremberg, en museos de decenas de países, desde Israel hasta Lituania. Babi Yar y Lidice; y Le Paradise y el Gueto de Varsovia son ejemplos. Pero los atropellos de las tropas soviéticas en Berlín han sido tabúes, tanto para los que los cometieron como para las víctimas que prefirieron el silencio que al escarnio.

Libro Berlín: 1945 de Antony Beevor

A inicios del siglo XXI se publico Berlín, la caída: 1945, del historiador británico Antony Beevor y se realizó en el 2014 la película Una mujer en Berlín (basada en el libro autobiográfico que se le atribuye a la periodista Marta Hillers). También está el documental BeFreier und BeFreite (Los libertadores se toman libertades) de 1992, donde muchas de las alemanas violadas aquella primavera de 1945 hablaron por primera vez ante las cámaras.

Estas obras son testimonios fieles de los abusos contra una población indefensa y en especial contra las berlinesas. Beevor indagó en los archivos rusos, buscó los testimonios. Hillers describe el dolor y el diario ultraje del cuerpo y el alma de esas madres, hermanas, hijas y abuelas que eran el trofeo más preciado de un soldado con el cuerpo lleno de vodka.

La primera edición del libro del recuento de aquella berlinesa, fue en 1954, primero en inglés, francés, en alemán no salió hasta 1959. El libro cuando apareció en Alemania Occidental fue criticado porque consideraban que dañaba el honor de las alemanas. Hasta la muerte de la autora no se reeditó.

En lenguaje directo la berlinesa cuenta su infierno: Ilse y yo intercambiamos precipitadamente las primeras frases: «¿Cuántas veces te violaron, Ilse?» «Cuatro, ¿y a ti?» «Ni idea. Tuve que ir ascendiendo en la jerarquía, desde recluta hasta comandante.»

Antes de entrar la tropa soviética en Berlín los alemanes conocían de las atrocidades ocurridas en octubre de 1944 en la aldea Nemmersdorf, en la entonces Prusia Oriental (ahora Kaliningrado como parte de la Federación Rusa). Hasta la propaganda nazi tuvo tiempo de documentar el asesinato y violación de decenas de mujeres y el asesinato de prisioneros de guerra belgas y francesas. El historiador británico Ian Kershaw y Alfred-Maurice de Zayas, abogado cubanoamericano, han expuesto en sus trabajos investigativos los horrores de aquel otoño en la primera aldea alemana que fue ocupada por tanquistas soviéticos.

Film Una mujer en Berlín

Parecía que la venganza de Stalin y los millones de soldados que estaban en suelo germano era no con el adversario sino con las mujeres y las niñas de Alemania, las violaciones eran colectivas. El suicidio entre las alemanas o los abortos tuvieron números altos en esos meses.

Soldados soviéticos en Alemania, 1945

Igual suerte sufrieron las polacas en Cracovia y en toda Polonia se calculan fueron más de 100 mil las mujeres las que terminaron sometidas bajo el soldado soviético.

Inclusive las soviéticas que fueron enviadas como Ostarbeiter (trabajadores del Este) a laborar a Alemania eran sometidas a los apetitos sexuales de sus coterráneos del ejército rojo.

Milojan Dvilas, autor del libro La Nueva Clase, destacaba que cuando se quejaron ante Stalin por las violaciones a las mujeres en países donde estaban las tropas soviéticas este rechazó los reclamos y pidió comprensión para las arbitrariedades de los soldados.

La conocida orden Número 006 del Mariscal Konstantin Rokossovky, de enero de 1945, que pedía dirigir “los sentimientos de odio hacia la lucha contra el enemigo en el campo de batalla” y amenazaba con castigos a los saqueadores, violadores y ladrones en las filas castrenses fue repetida por otros jerarcas militares como Iván Konev y Georgi Zhukov meses después.

Las noches en Berlín eran sinónimo de pillaje, de desenfreno sexual, de erotismo cuartelero, lujuria salvaje ...


Violar a una alemana y tener un reloj escamoteado a un alemán eran parte del trofeo de guerra del soldado soviético.

Las noches en Berlín eran sinónimo de pillaje, de desenfreno sexual, de erotismo cuartelero, lujuria salvaje. Y como relata Beevor; las madres alemanas buscaban agua en balde al amanecer, cuando los militares dormían, después de las bacanales nocturnas. Las violaban en grupo, con la pistola dentro de la boca, como las ventanas de cristales habían desaparecido por semanas de combates, en las calles se oían los gritos desesperados de las violadas.

Dos hospitales berlineses tienen registrados de 95 a 1340 mil casos de violaciones en sus archivos, constata Beevor. En total, afirma el historiador británico, se calculan unos dos millones de mujeres violadas y gran porcentaje de forma múltiple. Lo acontecido en Berlín, estima Beevor, es la mayor violación colectiva de la historia.

Los relatos son tan diversos como el dolor humano. Unas soportaron con estoicismo la humillación para salvar la vida de la familia, la que indicó el escondite de otras mujeres para que no violaran a su hija, la que fue a quejarse ante el oficial suprior soviético para ser de nuevo violada. Otros no hablaron nunca del trauma sufrido esos meses, borraron de sus memorias las horas en que fueron usadas. En un hogar eran violadas la menor de edad, la madre y la abuela, relata Beevor.

Afiche de la propaganda alemana para las trabajadoras del Este (Ostarbeiter)

Los hombres que salían en defensa de las mujeres eran ultimados de un disparo en la cabeza, en la mayoría de los casos eran esposos o padres de la ultrajada. Y la penicilina fue el producto más codiciado del mercado negro por la cantidad de casos de enfermedades venéreas. La propaganda estalinista enseguida lanzó una de sus “medidas activas” al propagar la información que los nazis habían infectado con gonorrea y sífilis a las berlinesas para contagiar a los soldados y oficiales del Ejército Rojo o que las muchachas alemanas de los llamados destacamentos “lobos de la defensa (Werwolf) se infectaban con esas enfermedades para trasmitirla a los soviéticos.

Millones de Lili Marleen fueron ultrajadas de cuerpo y alma por la soldadesca soviética embriagada que, con lujuria de botín, se escudaba en un canto de batalla que les permitía todo en nombre de la “noble furia”.

El capitán del Ejército Rojo Alexander Solzhenitsin fue detenido en febrero de 1945 estando en Prusia. Le acusaron de criticar a Stalin en carta a un amigo. Lo enviaron a los campos de concentración en la Siberia. Allí escribió Archipiélago GULAG y unos poemas poco conocidos, con el título de Noches Prusianas - “La pequeña hija está en el colchón, / Muerta. ¿Cuántos han estado en ella? / Un pelotón, compañía, ¿tal vez? / Una niña ha sido convertida en mujer, / una mujer se convirtió en cadáver”.