Buscadores de oro en Guanabo

Sortijas, monedas, cadenas, entre los tesoros que devuelve el mar a los buscadores de oro playeros.

"Relojes, manillas, sortijas, aretes, cadenas de oro y plata, dinero. Hay quienes encuentran objetos muy antiguos, de mucho valor", dice uno de los cubanos que han hecho de lo que devuelve el mar un modus vivendi.

El hombre se toma un descanso, revisa y guarda monedas, manillas, relojes, prendas, adheridos al imán. Trozos de hierro, clavos, herraduras, tapas metálicas, los desecha. Bucea en la arena. No usa careta, snorkel ni traje isotérmico ─no tiene─- solo músculos para arrastrar el hierro magnético.

Amaury Fernández Cabrera, de 34 años, residente en el pueblo turístico Guanabo:

"Pesco y buceo a pulmón desde muchacho, lo hago antes del amanecer. El sol agota mucho en verano y los bañistas interrumpen el trabajo. También buscamos en invierno, aunque hay demasiado frío, marejadas, frentes fríos, pero el mar arrastra arena, piedras y descubre tesoros. Un trabajo duro".

"Tuve suerte que una hermana, que vive en los Estados Unidos, me regaló un traje isotérmico y un detector de metales. No los venden en Cuba. Ni tanque de oxígeno. La inmensa mayoría de los buceadores no pueden tener esos recursos sin familiar afuera. Casi todos bucean a pulmón".

Amaury Cabrera, buscador de prendas de oro (Reynaldo Cosano)

"Encontramos prendas, relojes, manillas, sortijas, aretes, cadenas de oro y plata, dinero. Hay quienes encuentran objetos muy antiguos, de mucho valor", dice Fernández Cabrera.

Antiguas espadas, monedas de metales preciosos, finas prendas de uso personal, balas de embarcaciones naufragadas por huracanes u otras causas; hoy cotos furtivos de buzos. El mar de leva a veces arranca objetos sumergidos que llegan a la orilla.

¿Fiebre del oro?

Durante los siglos XVIII, XIX y primeras décadas del XX hubo intenso tráfico internacional y cabotaje de mercancías pasajeros, especialmente entre los puertos de La Habana y Matanzas. Durante la Guerra de independencia de 1895 ocurrieron muchos desembarcos, también naufragios. Un monumento (1923) en Guanabo recuerda “Al General Rafael de Cárdenas Benítez, jefe de la Brigada Norte del Ejército Libertador (1895). Su brigada contribuyó a salvar expediciones que llegaron a estas playas; una de ellas bajo su directa conducción”.

Décadas atrás se desató en la isla una verdadera fiebre de búsqueda de oro y otros metales preciosos en playas, ensenadas, remansos de mar, donde usualmente acuden turistas que extravían objetos. Especialmente al este de la capital.

Algunos miles de personas, incluidas mujeres, han convertido la búsqueda de prendas en un modo de vida permanente, sustento familiar. En países desarrollados, tenemos noticias de que también lo hacen, como hobby.

Oro, plata, joyas alcanzan enorme valor, sobre todo por su escasez. Por un gramo de oro de 10 quilates se pagan diez dólares; de 14 quilates, 19 dólares; de 18, 25 USD. Ganancias inmensamente superiores al raquítico salario mensual de un obrero (unos 15 dólares).

Cuba ha sido desvalijada de sus metales preciosos. Primero los conquistadores que ilusionados por la Fiebre del Oro trocaron pedazos de espejo, collares y otras baratijas por el oro ceremonial de los indígenas, y los obligaron a trabajar en las minas y en el lavado de arena de ríos para extraer pepitas. Les arrebataron todo el oro.

Joyas por papelitos

El gobierno actual desató en 1960 una enorme campaña publicitaria para la entrega (donación) por la población de oro, plata, joyas, “para comprar armas”, dijeron entonces. Después, discretamente fue extrayendo de la circulación todas las monedas, de excelente plata mexicana.

En las casas del oro y la plata abiertas en los 80 el gobierno cubano pagaba con bonos todo lo que contuviera esos metales preciosos.

En los 80 del pasado siglo ─quinientos años después del saqueo a los indígenas─ otro cambalache de oro y plata recuerda el espurio trueque de los conquistadores al establecerse las Casas de Cambio de Oro y Plata.

El gobierno contrató a joyeros ─muchos se hicieron ricos a costa de ciudadanos desconocedores de sus precios─ encargados de tasar joyas hasta de siglos anteriores, generalmente engarzadas con finísimos trabajos de orfebrería, las que eran canjeadas por bonos (papelitos) solo para comprar equipos electrodomésticos, alimentos, ropa y calzado -de extrema escasez- en tiendas estatales habilitadas al efecto.

Hubo avalancha de pueblo para, muy contentos, despojarse de sus preciadas prendas: sortijas de compromiso matrimonial, manillas, cadenas, remembranzas de los ancestros, para terminar en la gran manga del Estado, a cambio del refrigerador, televisor a color, mudas de ropa, conservas enlatadas.

Lo que devuelve Oshún

Se debe reconocer que personas muy pobres tuvieron esa única oportunidad de obtener bienes inalcanzables. Se dijo que con lo recaudado se comprarían "armas para la defensa del país”.

El sincretismo hispano-africano presenta a la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona espiritual de Cuba, como Oshún, diosa del Amor, de las Aguas, y del Oro (dinero).

Por eso se la representa vestida de amarillo. Oshún cree que quien entra al mar con prendas es para ofrendárselas. Ella las toma, y después las devolverá entre piedras y arena. Convincente demostración divina de por qué entre tantas necesidades materiales resurge la fiebre.

(Publicado originalmente en Cubanet el 07/25/2014)