El peor lugar del mundo

El nuevo puerto de Mariel

Inversores: preparen el "pocket money" para engrasar sus gestiones, pero mucho cuidado, porque pueden caer en el pecado original: la corrupción
En Cuba no pasa un día que el gobierno no haga convocatorias para atraer inversionistas, sean estos de Nepal, Tombuctú o Mongolia Exterior. A ese fin el régimen hace tantas promesas como Yahvé a Moisés, prometiendo más huríes que Mahoma a los kamikazes, y más gloria en el cielo que el Papa de Roma a sus conversos.

El régimen ha editado un Manual de la Zona de Desarrollo Económico [Mariel] que solo se necesitan 600 neuronas en funcionamiento para entender que esta oportunidad de invertir dinero es algo mejor que la zona amurallada de Kaesong en Corea.

No voy a relatar la salmodia que los personeros del castrismo recitan a cuanto bobito cae en el papel atrapamoscas. Entre las ventajas que se enumeran están: expatriar el capital ganado a cualquier parte del mundo; un régimen tributario más benigno que el de Andorra; un usufructo que puede llegar a 99 años, etc., etc., etc.

Para estos caballeros, tengo una historia que, siguiendo la fórmula de Stephen King, tiene un poco de horror, misterio y porno. Pasemos a ella.

Hace bastante tiempo, a no menos de 300 inversionistas se les prometió lo anterior, pero muchos cayeron bajo el sable de la justicia castrista, acusados del pecado original: la corrupción.

Para eliminarla, el sucesor de Fidel, Raúl Castro, emprendió una campaña contra la corrupción, a la que culpa de minar sus desvelos por implantar reformas de mercado y designó a su hijo Alejandro, su principal asesor de seguridad, para supervisarla y cumplirla.

Algunos de los mayores escándalos que salieron a relucir curiosamente tuvieron que ver con socios industriales del retirado Fidel. Arrestaron desde miembros del Politburó hasta ministros de las telecomunicaciones, la aviación, el níquel, el tabaco y la construcción, sin contar los arrestos de multitud de otros funcionarios.

Con esto, el régimen descendió cinco escaños en los 177 del ranking internacional de la corrupción, logrando situarse en el lugar 63, empatado con Arabia Saudita, pero bastante lejos de su principal socio, Venezuela, que ocupa el 160.

La corrupción vive en Cuba como un problema del castrismo, atrapado entre una economía stalinista y las "reformas".

Por lo pronto, la acusación de corrupción solo ha sido aplicada masivamente a los trabajadores que roban del gobierno para compensar sus paupérrimos ingresos de 69 centavos diarios y, en menor escala, a funcionarios que manejan contratos multimillonarios, pero apenas ganan 1.34 dólares diarios, iguales al jornal que se gana en Haití.

Por lo mismo, preparen el "pocket money" para engrasar sus gestiones, pero mucho cuidado, porque pueden caer en el pecado original: la corrupción. Para reafirmarles esto, basten dos declaraciones de primera mano desde Cuba.

Un diplomáticos yanqui dijo que Cuba estaba "plagada de prácticas corruptas hasta el nivel de los asesores más cercanos a los Castro".

Un empresario suizo señaló que en Cuba, "un contrato por millones de dólares le produce a cualquiera de estos miembros de la nomenklatura $100,000 en el banco".


El final de esta historia puede representar para algunos de Uds. un peligro tan real como el calentamiento global, y este no es otro que la cárcel, no como la conocen ustedes en sus respectivos países, sino mucho más brutal que la peor de sus pesadillas.

Al empresario canadiense Sarkis Yacoubian le prometieron benevolencia si cooperaba.Lo sancionaron a 9 años de cárcel.

Como ejemplo de esto, solo citaré algunos casos que fueron revelados por el régimen.

Como el del arrepentido británico Stephen Purvis; el canadiense Sarkis Yacoubian, condenado en junio a nueve años de cárcel por corrupción, él y su primo y asociado, el libanés Bayassalian, junto a varios funcionarios cubanos sentenciados a cuatro años de cárcel; así como otro canadiense, Cy Tokmakjian, arrestado en el 2011, aun sin juicio y el panameño Nessim Abadi, además de más de un centenar de franceses, españoles, belgas israelíes y hasta coreanos (por supuesto, del sur).

Por suerte para el régimen, muchos aceptaron la oferta irresistible de renunciar a todas sus inversiones, incluyendo efectivos,con tal de salir de Cuba. Los que aún creen en la Biblia o el Corán fueron ingresados en la cárcel de La Condesa, y ahí deberán esperar hasta el Día del Juicio Final.

Increíblemente, entre todo este entourage de delincuentes, no hay siquiera un ruso o un chino. ¿Será por casualidad o por solidaridad?

Así que ya saben, aspirantes al patíbulo, después no aleguen plañideramente, como otros extranjeros, que nadie se lo dijo, y descubran tardíamente que, para hacer negocios, Cuba es el peor lugar del mundo.

(Publicado originalmente en Primavera Digital el 12/24/2013)