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Dos veces convidada a saludar al Papa, dos veces detenida


"Saludé a muchos en la Catedral ( de La Habana) pero ninguno se identificó como disidente", dijo el Papa durante su vuelo a EE.UU.
"Saludé a muchos en la Catedral ( de La Habana) pero ninguno se identificó como disidente", dijo el Papa durante su vuelo a EE.UU.

Preguntado sobre si tuvo contactos con disidentes en Cuba, el papa Francisco dijo saber que la Nunciatura había invitado a algunos a saludarle en la Catedral, "pero nadie se identificó como disidente". La periodista independiente Miriam Leiva explica por qué.

Recibí la agradable sorpresa de la breve visita en mi apartamentico de Monseñor Veceslav Tumir, secretario de la Nunciatura Apostólica en La Habana, alrededor de las 11:30 am del 19 de septiembre. Gran alegría me produjo la invitación para que estuviera a las 4:00 pm en la entrada de la Nunciatura para saludar al admirado papa Francisco, que llegaría allí aproximadamente a las 5:30 p.m.

Hasta ese momento, yo pensaba ir al recibimiento en la Avenida 31 (a 5 cuadras de mi casa) con la comunidad de la iglesia de San Agustín o de la Iglesia de Santa Rita, y asistir a la misa de la Plaza José Martí, como hice cuando visitaron Cuba los Papas Juan Pablo II (entonces incluso fui a la misa de Santa Clara), y Benedicto XVI.

Cuando a las 3:10 p.m. yo caminaba por la acera a unos 20 metros de mi hogar para ir a la Nunciatura Apostólica, un oficial de la Seguridad del Estado, acompañado por una joven de la Policía Nacional Revolucionaria, me dijo que estaba detenida, me quitó el teléfono celular y la camarita fotográfica, y me llevó en un auto patrulla a la Estación de la PNR de la calle Zanja.

Al rato llegó un Teniente Coronel (dijo llamarse Vladimir) que expresó: “Detenida porque es… es absurdo que no pueda ir al recibimiento del Papa”, añadí yo serenamente. Dije que yo había sido invitada a recibir al Papa Francisco en la entrada de la Nunciatura. Entre salidas de los dos oficiales, obviamente a informar, el trato fue profesionalmente respetuoso.

Poco después de haber llegado el Santo Padre a la Nunciatura, me condujeron hasta la entrada de mi apartamentico en el mismo auto patrulla de la PNR. En total fueron cuatro horas. El Oficial de la Seguridad del Estado permaneció en la acera frente al edificio donde resido (no sé cuánto tiempo, porque no tengo ventana con acceso a la calle).

El 20 de septiembre, alrededor de las 7:24 a.m., recibí una llamada telefónica de una Señora para decirme, a nombre del Secretario de la Nunciatura, que estuviera en la entrada de la Catedral de La Habana a las 4:00 p.m. para saludar al Papa cuando llegara allí. Aproximadamente a las 3:20 p.m. subí a un taxi-almendrón (típico auto de fabricación norteamericana, de entre 1925 y 1959) en la esquina de mi hogar.

Cuando transitaba por la calle San Lázaro pasado el Hospital Ameijeiras, bruscamente dos autos interceptaron el almendrón. Chofer y pasajeros balbucearon, asombrados vieron un carné en el parabrisas con SE rojo. “¡¿Qué pasa?!”, preguntaron alarmados.

Susurré: “Tranquilos que eso es conmigo”. Salí del auto. El mismo oficial del día anterior gritó: ¡Detenida! Una señora sin uniforme se abalanzó, le dije que soltara mis brazos, me volteé a pagar el taxi, entregué celular y teléfono. Me sentaron en un auto entre un hombre y la mujer, y dos oficiales delante. Me llevaron para la estación de la PNR de 62 y 7ma. en Miramar hasta finalizado el encuentro con los jóvenes en el Seminario San Carlos.

En la puerta de la estación la oficial me advirtió: “No puede salir de su casa ni participar en ninguna actividad del Papa”. Cuando argumenté calmadamente contra esa medida, contestó que yo no tenía credencial ni invitación escrita para asistir. Pregunté si todo el pueblo de Cuba las poseía. El comportamiento de los cuatro oficiales fue también respetuoso. Aproximadamente el “operativo contra la mujer peligrosa” duró dos horas hasta regresar a mi “mansión”.

Utilizaron a un teniente coronel y un oficial de la Seguridad del Estado el 19 de septiembre, y a cuatro oficiales el día 20 para detener y vigilar a una señora ecuánime, acompañada y protegida por Dios en el camino hacia él, cuyas armas letales eran un sombrero de paja, una carterita, un teléfono celular y una camarita casi inservible.

Me fortalece el dolor de no haber podido tener el honor de saludar al Papa Francisco y recibir su bendición. El atropello de mis derechos y la represión reafirmaron mis opiniones y perseverante actuación desde hace más de 23 años para procurar una Cuba democrática. Más de 150 cubanas y cubanos en todo el país han sido hostilizados y detenidos durante la visita del Papa Francisco.

(Publicado originalmente en Cubanet el 24/09/2015)

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