Veinte años de chavismo

Hugo Chávez habla a los reporteros tras ser liberado el 26 de marzo de 1994.

Ibsen Matínez, escribió esta columna especial para radiotelevisiónmartí.com en ocasión de los acontecimientos que conmueven hoy en día a Venezuela, a 27 años de la fracasada intentona golpista del chavismo.

Luego de pasar más de dos décadas conspirando, sigilosa e incesantemente, desde sus años de cadete en la Academia Militar y, más tarde, como oficial con mando de tropa en los cuarteles, contra el sistema bipartidista que rigió a los venezolanos desde la caída del último dictador, en 1958, sus compatriotas pudimos verlo al fin, por vez primera, en febrero de 1992.

Acababa de fracasar Hugo Chávez en su intentona golpista contra el presidente Carlos Andrés Pérez, y sus captores lo pusieron precipitadamente ante las cámaras para que fuese él mismo, “en vivo”, quien declarase el fracaso de la sangrienta asonada e instase a la rendición a aquellos de sus conmilitones que todavía combatían rabiosamente en algunos puntos de Caracas.

Puede decirse sin exagerar que aquella fue su primera cadena televisiva nacional y, también, la más breve y la más provechosa desde el punto de vista electoral. Le bastaron 47 segundos para capturar la imaginación y el fervor de millones de venezolanos desafectos a un decadente sistema político, carente ya de cometido social, hecho de excluyentes clientelas, caciques arrogantes y apáticas maquinarias electorales.

Las cámaras mostraron por primera vez a quien habría de encabezar en la primera década del siglo XXI un sorprendente renacimiento de los populismos caudillescos latinoamericanos.

Se le veía delgado, agotado por las muchas horas de vigilia, pero aun cautivo y desarmado como estaba, sus captores lucían mucho más consternados que el insumiso prisionero. Acaso columbraban ya lo que habría de venir: aquella alocución fue el comienzo de la irresistible carrera electoral de un formidable líder de masas de la izquierda latinoamericana. De la izquierda que Teodoro Petkoff llamó “borbónica,” por aquello de que ni olvida ni aprende.

En los años que siguieron, muchos quisieron ver en Chávez una mezcla del desaparecido líder liberal colombiano Jorge Eliécer Gaitán y de Fidel Castro. Su ideario primigenio, un confuso amasijo de máximas bolivarianas, de agrarismo decimonónico, de militarismo nasserista, de consignas fidelistas, de admoniciones gandhianas y de cristianismo pentecostalista, llevó al mexicano Carlos Fuentes a afirmar que Chávez tenía una una ferretería en la cabeza. Esa cacharrería contribuyó, sin embargo -quizá justamente por ser eso: un amasijo sin espíritu de sistema—, a allegarle el apoyo de muchísimos sectores, pobres y no tan pobres, dentro y fuera del país.

Hace solo un poco más de 20 años, imaginar una Venezuela sin el bipartidismo inaugurado por Acción Democrática (AD, socialdemócrata) y COPEI (democracia cristiana), que se había alternado en el poder durante cuatro décadas a raíz de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, en 1958, resultaba para la mayoría de los venezolanos sencillamente imposible.

A principios de 1998, apenas comenzaba la carrera hacia las elecciones de diciembre de aquel año, en las que Hugo Chávez sacaba ya muchos cuerpos de distancia a los partidos de la casta criolla, publiqué en El Universal de Caracas un artículo titulado ¿Por qué no me asusta Chávez?, para encarecer la candorosa idea que por entonces me hacía yo de la inmutabilidad del sistema político venezolano que nos había regido durante 40 años.

No era yo el único en pensar que, de llegar Chávez a la presidencia, la agreste realidad completaría la educación requerida por un inquieto oficial de paracaidistas, pobre, provinciano, ignorantón, bienintencionado pero de mostrenca formación política, para convertir al epígono venezolano de Fidel Castro en un insuficiente mandatario en guayabera. Mucha gente pensaba igual que yo.

En cuanto a lo que vendría luego, mi artículo declaraba fe en una opiácea superchería que volví a escuchar en México durante todo el año pasado. Enérgicamente difundida por politólogos e historiadores de mucho predicamento en Venezuela, la superstición intelectual de que hablo rendía culto a una presunta singularidad venezolana.

En febrero de hace justo veinte años, Chávez se convertía en presidente de Venezuela en virtud de una avalancha de votos jamás vista hasta entonces. Los accidentes de su primer lustro en el poder mostraron que su amasijo de ideas zombies podía ser mejor arsenal que los fusiles y tanquetas.

La delirante antipolítica de su retórica elevó al poder a quien inauguró en nuestra América la era de la “democracia no-liberal”: el régimen híbrido que se legitima originalmente con el voto universal, y una vez en el poder desarbola sistemáticamente las instituciones garantes de la separación de poderes.

Fidel Castro recibió a Chávez en el Aeropuerto Internacional José Martí el 13 de diciembre de 1994.

Veintisiete años después de la alocución del golpista cautivo, y habiendo despilfarrado criminalmente el boom de precios del crudo más prolongado que haya vivido Venezuela en cien años de actividad petrolera, el logro mayor del uso que Chávez dio a los ingentes recursos petroleros de Venezuela, en su afán de avasallar la región a golpes de petrochequera, es haber subsidiado con largueza el régimen cubano y servido de unidad de cuidados intensivos de la dictadura castrista.

Todo ello parece a punto de llegar a su fin, vistas las jornadas que los millones de demócratas cumplen en Venezuela con el apoyo de medio planeta y de la nación más poderosa del orbe.

Durante medio siglo XX la religión laica venezolana fue el populismo redistributivo del que Chávez fue el final del camino al borde del abismo, si no el abismo mismo. Otro elenco parece aprestarse a regir los destinos de Venezuela. Ojalá que con él retorne la democracia y que nunca jamás incurramos, como hace décadas lo hicimos,en la trágica simpleza de decirnos que la barbarie colectivista no podía ocurrir en la tierra de Bolívar y Betancourt.

Ibsen Martínez, periodista venezolano y analista político

[Este artículo es una colaboración de de Ibsen Martínez para radiotelevisiónmarti.com. Martínez es periodista, analista político y columnista regular del diario español El País]