Vargas Llosa y la crisis de la cultura contemporánea

Los escritores Jorge Edwards (i) y Mario Vargas Llosa durante la conferencia de prensa que hoy, miércoles 25 de julio de 2012, ofrecieron en Madrid, en la que presentaron el "Llamado a la concordia", un manifiesto firmado por intelectuales y personalidade

"Lo que tiene éxito y se vende es bueno y lo que fracasa y no conquista al público es malo".
Mario Vargas Llosa enfoca su lente crítico sobre la cultura contemporánea en "La civilización del espectáculo", ensayo que expone la creciente banalización de las artes, el sensacionalismo de la prensa, la frivolidad de la política y la ausencia del intelectual en la vida pública, escribe hoy Lydia Gil de la agencia Efe.

Según el Nobel peruano, lo que en su juventud se conocía como cultura, hoy se define como algo mucho más abarcador, lo cual ha contribuido a su empobrecimiento y frivolización.

Mediante un recuento de los estudios más contundentes sobre la cultura desde mediados de siglo XX, Vargas Llosa expone la transformación de la cultura de élite en cultura popular, a lo cual atribuye su estado actual de crisis.

Vargas Llosa cita, entre otros, la obra de Guy Debord y Fredric Martel para examinar la cultura de gran público que se ha impuesto recientemente sobre la cultura tradicional a un costo potencial extremo para las generaciones venideras.

Los defensores del ambiente cultural actual citarán la democratización de los productos culturales y de acceso a la información que las nuevas tecnologías han facilitado.

Para ellos, la destrucción de las élites culturales y la incorporación de productos de consumo al ámbito cultural van en sintonía con la realidad tecnológica actual.

Vargas Llosa, sin embargo, recalca que lo que hoy se denomina como cultura es lo que antes se consideraba entretenimiento popular, transformación que ha aniquilado la labor del intelectual y su influencia sobre la vida pública.

Una gran diferencia entre la cultura actual y la tradicional, según el autor, es la falta de trascendencia de la primera.

Cuando la cultura tiene como meta el entretenimiento y llegar a un público cada vez más amplio, explica, pierde su capacidad de trascender la actualidad, cualidad que define a las obras clásicas de la cultura tradicional.

Aunque la democratización de la cultura es un ideal noble, Vargas Llosa arguye que, como consecuencia, la cultura se ha diluido permitiendo que el mercado imponga sus exigencias sobre el producto cultural, desvalorizándolo en cuanto a su función social.
"Lo que tiene éxito y se vende es bueno y lo que fracasa y no conquista al público es malo", escribe. "La desaparición de la vieja cultura implicó la desaparición del viejo concepto del valor," continúa.

El ensayo de Vargas Llosa ha desatado ya bastante controversia entre críticos que tildan al autor de elitista, lo cual pareciera una tarea fácil con la defensa de la cultura de élite que avanza en el texto.

Sin embargo, la élite cultural por la cual Vargas Llosa aboga se refiere a una sección de la sociedad dedicada al estudio y a la investigación crítica de una materia específica y no a una clase privilegiada social, económica o política.

El texto defiende el rol del intelectual en la vida pública, un papel que Vargas Llosa ha desempeñado con hartos honores y también polémicas.

Vargas Llosa concluye con un elocuente llamado a la lectura en libros impresos, citando el posible contagio de "inmaterialidad" que podría conllevar un paso definitivo hacia el libro digital.

Lamenta así la posible pérdida de la introspección y el análisis que vienen con la lectura detenida, al igual que el placer táctil que sedujo al autor en su juventud y cuya pasión ha perdurado a lo largo de su prolífica carrera.