Un cubano cumple en EEUU su sueño de tener un circo y comparte la dicha con niños migrantes

El elenco de Circus Lena. (Foto: Facebook)

Malabaristas, payasos y trapecistas serán los encargados de animar este miércoles la función circense que se efectuará en la ciudad de Hialeah, en el sur de Florida, y que estará proyectada a un público muy especial.

Se trata de un espectáculo gratis para niños que recién han ingresado por la frontera sin la compañía de adultos, como parte del éxodo migratorio que desde hace meses se viene registrando.

Es la primera vez que el gobierno de EEUU aprueba la salida de los menores de sus centros de detención para asistir a un espectáculo cultural.

“Son 126 niños que han cruzaron la frontera sin sus padres y llevan poco más de un año en centros del sistema de inmigración y por primera vez tendrán la oportunidad de disfrutar sin restricciones de un acto de entretenimiento regular”, dijo a Radio Televisión Martí Leo Ramos, propietario de la compañía Circus Lena, que desde marzo montó su gran carpa rojiblanca en el centro comercial Westland, justo en la esquina de las calles 49 y 16, en Hialeah.

La carpa roja invita a los pequeños migrantes a una función divertida.

“Todos somos emigrantes, pudieron ser mis hijos o yo, porque todos salimos de nuestro país en busca de una vida mejor”, comentó Ramos, nacido en Luyanó, municipio 10 de Octubre, y quien desde los 6 años comenzó a aprender el arte de ejecutar mortales, medialunas y la paloma, entre otras acrobacias.

El payaso Marshmallow, preferido de los niños.

Circus Lena está conformado por 16 integrantes que trabajan en todos los dominios de los actos circenses, como la gimnasia en telas aéreas, acrobacia en patines, ejercicios de cuerdas, trapecio, y música con efectos luminotécnicos especiales, entre otros actos.

Y lo mejor, el payaso Marshmallow, presto a seducir a los fiñes con fantasía y humor.

Con maestría y singularidad, Ramos ejecuta números junto a otros cuatro cubanos que se han incorporado a la compañía como acróbatas.

“Son muchachos que estuvieron vinculados al circo y a la gimnástica en Cuba y le hemos dado la oportunidad para que retomen carrera y formación, a manera de que rescaten la práctica circense en el entorno estadounidense”, comentó.

El sueño de tener un circo

Después de pasar en la infancia por manos de diferentes entrenadores de gimnástica, de adolescente, Ramos ingresó a la Escuela Nacional Arte, en La Habana, y se involucró de manera más directa en el arte circense, aprender lo fácil y lo difícil de la vida del artista de circo.

“Yo decía que quería tener mi propio circo y los profesores y compañeros de aula me decían: deja de estar soñando, eso no es posible”, recuerda con un toque de hilaridad el joven de 31 años que en el 2008 emigró a Estados Unidos por reunificación familiar.

El cartel de Circus Lena.

Al año de haber llegado a EEUU, comienza a trabajar en fábricas y otros lugares que no tenían nada que ver con su carrera, pero mantenía su sueño vivo.

“A los tres años, me contrató como acróbata una compañía de circo americana que hacía gira por todo el país y luego trabajé con otra empresa circense en California, hasta que me dije que ya era hora de tener mi circo”, relató.

Sin embargo, los vientos no soplaron a su favor. Contrató su primera carpa hace poco más de un año, sin sospechar que la pandemia de COVID-19 le iba a impedir lanzar la primera función. Las autoridades cerraron el espectáculo por prevención.

“Nos quedamos sin nada, prácticamente en la calle, porque habíamos vendido nuestra casa en Las Vegas para comprar lo necesario para el circo. No teníamos un lugar para aparcar los camiones, una locura”, recuerda con pesar.

Ocho meses después, Leo decidió propinar un golpe de suerte. Se trasladó con su carpa y su gente a una pequeña ciudad al oeste de Miami, Immokalee, pero fracasó.

“Resultó que si fueron cinco personas a la primera función fueron muchas. Era mi última esperanza, porque empleamos todos los pocos fondos que teníamos”, dijo afligido, al relatar la parte más triste de la historia.

Había tocado fondo. El sueño era casi ya pesadilla endemoniada hasta que una tarjeta de crédito con 6 mil dólares de fondo salvó la situación.

“Con ese monto, le dije a mi esposa: vámonos a Miami, vamos a Hialeah, que ahí nos va a ir bien. Y así fue, llegamos y mis cubanos siempre respondieron al 100. Y aquí estamos; nos sentimos muy cómodos trabajando en Miami, sobre todo para el público de Hialeah”, dijo sonriendo a mandíbula batiente.

Alegrar la vida, por una hora y 35 minutos de espectáculo, es la meta de Leo, que una vez fue migrante, y que hoy quiere paliar el daño sicológico y emocional que sufren los pequeños centroamericanos y mexicanos en tierra desconocida, lejos de sus padres y otros seres queridos.