Una familia cubana en la miseria obligada a pagar una silla de ruedas

José Antonio González Borrego, recién operado

La familia no recibe ayuda económica del Estado. Solo la hija cobraba un dólar por jornada en una panadería, pero la han despedido.

No es tan mayor; tiene solo 54 años. José Antonio González Borrego se aferró a la vida, ahora sin sus dos piernas. La diabetes hizo mella; sus úlceras gangrenaron y tuvieron que cortar. Recién llegado del hospital, todavía bajo el efecto de la anestesia, habló con el programa Contacto Cuba, de Radio Martí.

Este medio de prensa se resistió a ponerlo al micrófono, pero su familia, a su lado, quiso que él mismo se expresara. A ellos –esposa, hija y nieta– les mueve una circunstancia extrema: No han podido conseguir una cama Fowler (articulada, para evitar úlceras en la piel inerte), de manera que José Antonio ha sido puesto en un camastro viejo e incómodo, el mismo donde ha dormido en muchos años.

José Antonio González Borrego y su familia.

"Se hicieron todas las gestiones", comentó el periodista independiente de la provincia de Artemisa, Jorge Bello Domínguez. El reportero es miembro de la Red Cubana de Comunicadores Comunitarios, entidad sin ánimo de lucro que está sacando a la luz historias de todo tipo que la prensa oficial nunca publica. Gracias al comunicador, martinoticias.com se puso en contacto con esta familia.

Después de José Antonio González Borrego habló la hija, Yakima González Puebla. Está indignada. No solo había sido infructuosa la gestión de la cama, sino además el Estado le había vendido la silla de ruedas (costó 100 pesos en moneda nacional) para trasladar a su padre. La muchacha no se explica tal extremo, en un país basado en la seguridad social, según propaganda del Gobierno. Tuvieron que apelar a una colecta pública.

Encima, muchas veces se acuestan con hambre, dice la nota de prensa redactada por el comunicador independiente de la zona.

Las imágenes suministradas son desoladoras. Esta historia está ocurriendo en el Reparto Pekín, del municipio Güira de Melena, en Artemisa.

"En esa casa todos están desempleados y no reciben ayuda económica del Estado", comentó el periodista. Solo Yakima, de forma ocasional, trabaja en una panadería. Cuando la llaman, le pagan 25 pesos (equivalentes a un dólar) por jornada.

Juan Antonio González Borrego, antes de perder las piernas, sufría una minusvalía en el brazo derecho. Tuvo empleos efímeros y llegó a pedir limosna en las calles, recordó el periodista Jorge Bello Domínguez, quien también señaló a última hora de editar este reporte que Yakima perdió su trabajo, luego de que la familia se pusiera en contacto con la prensa independiente.

La esposa de González Borrego (en la foto, a la derecha) presenta una discapacidad psíquica y no puede trabajar.

La conversación telefónica con Radio Martí significó un trance difícil para las dos partes, pero al menos quedó presentada la circunstancia por si alguien que escucha pudiera ayudar a esta familia.