Torre K, un rascacielos en La Habana, ¿ser o no ser?

Así sería la vista del Vedado con la Torre K terminada. (Imagen tomada de @HavanaSkyline/Twitter)

La Torre K, 42 pisos y 565 habitaciones, ubicada en calle 23 y K, en El Vedado, será el hotel más alto de La Habana. A su gestor, Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, poderoso empresario que estuvo al frente del consorcio militar GAESA, la vida no le concedió la oportunidad de contemplar su sueño culminado.

De cualquier manera, el coloso turístico es conocido entre los capitalinos como la “Torre López-Calleja”, que, por cierto, ya levanta preocupaciones porque, a juzgar por entendidos en el tema, rompe la ética del paisaje y se carga los azules, soleados y luminosos cielos capitalinos.

Entre otras observaciones, destaca el hecho de que el gobierno haya invertido 17 mil millones de pesos desde 2015 hasta el 2020 en la construcción hotelera, descuidando otros rubros de la economía en un momento de decrecimiento.


De ahí que hayan surgido desaciertos del proyecto Torre K iniciado en 2008 por la Empresa Inmobiliaria Almest, aunque en la mayoría de los casos, los críticos están ausentes del “barrio”, como dice Edelberto Díaz, arquitecto cubano certificado y radicado en Panamá desde 2000.

Edelberto Díaz, arquitecto cubano certificado y radicado en Panamá desde el año 2000.

“Hay una relación de ocupación hotelera de un 38 a un 16 por ciento y en el momento que tú estás decreciendo en ocupación, que es lo mismo que decreciendo en tus ingresos, estás aumentando el inventario habitacional, eso es absurdo”, opinó Díaz, uno de los críticos que suele detectar oportunidades de mejora en cada proyecto a evaluar, aunque provoque la reacción adversa de los señalados.

“Si el gobierno cubano reconoce interlocutor o no, ese es su problema. Yo no soy terapeuta ni me dedico a la psicoterapia. Yo tengo la libertad por la que he pagado un precio, una factura muy simpática durante 22 años desde que salí definitivamente de Cuba y creo que llega el momento de comenzar a plantearse ciertas preocupaciones que contradicen un discurso oficialista que no me resulta auténtico”, comentó el que fuera arquitecto principal de los proyectos en Cuba de la cadena hotelera española Iberoestar.

Manchas, líneas o cucarachas en el hormigón

Alejandro Manuel Silva, uno de los ingenieros que ha elaborado el ambicioso proyecto de estructura, dijo recientemente a la prensa estatal en La Habana que el hormigón vertido en la obra supera la resistencia de 50 MPa y las dosificaciones utilizadas están avaladas por laboratorios nacionales y reconocidas instituciones internacionales.

Sin embargo, a juzgar por fotografías que ha publicado la prensa oficial y otras que circulan en las redes sociales, la fachada de la estructura aparece con manchas en el concreto, lo que ha provocado interrogantes entre algunos profesionales que siguen el desarrollo de la obra.

“¿A qué se deben esas manchas?, ¿es un mal vibrado del hormigón?, aunque hay que tomar en cuenta que es una fotografía. Pero no es común, a no ser que existan paños determinados en el proceso de fundición en concreto, que pudieran tener tonalidades diferentes”, acotó Díaz, egresado de la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría, CUJAE, y alumno del profesor y reconocido arquitecto ya fallecido, Mario Girona.

Imagen de la Torre K (Twitter de 14ymedio).

Es que el concreto arquitectónico es por sí mismo o por medio del tratamiento superficial que se le aplique, el protagonista del aspecto, acabado o la personalidad de lo edificado, sin soslayar su función estructural.

Falta de vertido constante

En Berlín, Alemania, radica el también arquitecto cubano Rafael Muñoz, graduado de la CUJAE 1989 y que en su haber tiene la construcción de unas quince instalaciones hoteleras en Cuba y otros países. Para este especialista, no se ha ejecutado un vertido de hormigón constante, una operación que se ha hecho a retazos.

El arquitecto cubano Rafael Muñoz.

“Cuando te planteas hacer una obra de ese tamaño los retos tecnológicos son mucho mayores. De ahí las líneas horizontales que se perciben, es decir, que lo han hecho pedazo a pedazo y eso técnicamente es insostenible”, apuntó Muñoz que, junto al experimentado arquitecto ya fallecido, Abel García, tuvo a su cargo la obra del hotel Meliá Habana, en la barriada de Miramar.

Los analistas coinciden en que las obras no se hacen solas y achacan las irregularidades al facilismo, la desidia, que a su vez conduce a la chapucería.

Si bien es cierto que la fachada va cubierta de cristales, la piel del edificio debe quedar con un terminado profesional, pero la salida más fácil sería el clásico no importa si al final la superficie no se ve.

“Yo te pago por ese trabajo, tú me tienes que dar calidad, se vea o no. Es como si te pusieras un traje de la más alta costura y elegancia y llevas tu ropa interior raída y llena de huecos”, explicó en tono jocoso Muñoz, que también tuvo el privilegio de trabajar con otra luminaria de la arquitectura cubana, Esmildo Marín.

Forro de cristales no es bien visto por algunos especialistas

En cuanto a la fachada de cristales, este diseño también cae bajo la lupa de los críticos que no consideran que sea una buena adaptación para la región del Caribe, donde por lo general en lugar de la cristalería se utilizan parasoles o balcones.

“Imagínate, 2 de la tarde, en agosto, en La Habana, cuando el sol incida en la fachada, lo que rebota hacia abajo es tremendo calor, puedes utilizar cristales antirreflejo, pero entonces tienes otro problema, el alto costo. Además, el edificio estaría recibiendo una carga térmica que hay que combatir en el interior con sistemas de climatización que trabajan con una tensión muy grande”, abundó el arquitecto, que entre sus primeros proyectos figura un restaurante en el hotel Comodoro, en la capital cubana.

De nuevo, la referencia a los comentarios aparecidos en el periódico Granma del ingeniero Silva González:

“El control de la calidad es riguroso y constante, aplicándose lo establecido en las normas cubanas y extranjeras. La diferencia de color entre los elementos se debe a la aplicación de diversas fórmulas y aditivos, todas aprobadas y validadas”.

“Yo desde Berlín no puedo hablar sobre la resistencia. No quiero ir en contra de Silva, que lo conozco y sé que puede trabajar en cualquier país, igual que otros profesionales cubanos. Mi evaluación y análisis es visual”, aclaró Muñoz, que también dejó su impronta en los hoteles Meliá Las Américas, Sol Palmeras y otros más en Varadero.

La Torre K se levanta en uno de los terrenos más atractivos de la capital, en el corazón de la Rampa. Ahí se crearon los mejores proyectos del país en la década de 1950, los más innovadores y premiados, donde según Díaz, el Habana Libre pareciera un edificio de microbrigada al lado del proyecto en cuestión, que se erige sobre la céntrica calle 23 del Vedado; en el llamado hueco, ubicado frente a la heladería Coppelia, obra del arquitecto Girona e inaugurada en 1966.

Será una mole de acero y cristal, en el corazón del Vedado. (Tomada de @HavanaSkyline/Twitter)

“Hay una desproporción total, creando un elemento que está sobredimensionado para la correlación de servicios públicos de que dispone el área. La primera acción de construir no es colocar ladrillo sobre ladrillo, sino colocar ladrillo sobre tierra. “Tú tienes que saber dónde te estas metiendo”, opinó su colega Díaz.

Seguridad y protección del trabajo

En cuanto a seguridad, Rafael Muñoz considera que existe irrespeto a las normas de protección del trabajo cuando hay quienes aseguran que la posibilidad de accidente es casi inexistente.

En este particular, el arquitecto Silva ha comentado que los patinejos están siempre cubiertos, hay mallas en todos los niveles en los que no esté montada la fachada o el marco de seguridad. Los trajadores disponen de todo el equipamiento de protección personal. Cualquier persona que visite la obra es instruida por los especialistas de seguridad y salud del trabajo.

“Eso no evita que alguien pueda caer o tirarse a la calle. Las obras se cubren enteramente, se forran con mallas de tejidos muy pequeños y así se evita que se filtre el polvo. Ese polvillo de cemento a la larga produce tupiciones y afecciones respiratorias en el vecindario”, acotó Muñoz, que actualmente trabaja como arquitecto para una empresa alemana en Berlín.

Desproporción en la estética

Hay quienes mantienen que en los años 50 los edificios altos también rompieron la estética del Vedado y hoy son íconos de la ciudad, una lucha entre la alteración del ambiente zonal y la modernidad.

“El edificio nace sacrificando la mejor ubicación de las habitaciones con relación a los puntos cardinales, porque técnicamente lo que tienen de frente a la orientación norte que es la mejor fachada, es el Habana Libre; un por ciento importante no tiene vista por encima del Habana Libre, es como si tuvieran un mural al frente”, subrayó Díaz, autor del diseño Iberostar Varadero, de 350 habitaciones.

La teoría señala que es contraproducente producir una inversión que se encarece, dada un área carente de la capacidad de establecer, por ejemplo, el suministro de servicio eléctrico que exige, en este caso, La Torre K, entre otros factores.

“El área no nos da la posibilidad de desaguar siempre por gravedad, tengo que implementar un sistema propio para el tratamiento de aguas residuales, ya que la producción de aguas negras de este edifico sería el equivalente a la generación de aguas negras de los vecinos de su alrededor y probablemente sea superior. La infraestructura existente no soporta. Cuando no hay solución por la vía natural, hay que recurrir el empleo de los recursos que nos ofrecen las tecnológicas”, precisó.

Para Muñoz hay solo dos razones que justifican la construcción de un rascacielos, un edificio muy grande: primero, el inversionista independiente con dinero que lo quiere así, y la otra, que no hay espacio en la urbanización como sucede en Nueva York o en Singapur.

“Sería más barato construir tres edificios de 14 plantas”, aseguró.

La fachada y sus ventanales de vidrio son señalados como problema. La cercanía al mar, unas cinco u ocho cuadras, no sería parte de la agenda de asuntos a resolver porque La Habana vive expuesta al salitre.

Sobre esta materia hay sobrado conocimiento de lo que es bueno o no para mitigar esta naturaleza climática. Sobre el tema, Díaz admite que se regodea en su imaginación, “a partir de mi experiencia”, pero regresa al tópico del hormigón, no sin antes aclarar que no ha visto el plano de la obra, ni mucho menos ha hecho una auditoría de la misma, imaginando situaciones que serían inevitables para quien enfrente el diseño de un hotel en esta locación.

“Las manchas, esos parches en el concreto que en Cuba se conocen el apodo de cucarachas, dejan expuesto el acero, y cuando hay que erradicar las mismas tienes que utilizar materiales caros como el caso de los epóxidos, que garantizan la adherencia correcta del concreto y, además, que ese acero no tenga la capacidad de contaminarse con la sal que prevalece en el ambiente”, argumentó Díaz, responsable de las reformas acometidas en el hotel Barlovento, en Varadero, cuando Iberostar asumió la operación de esa instalación.

La inversión vs. los gastos

La industria hotelera establece que una instalación cubre sus operaciones, los gastos fijos, con un máximo del 30 por ciento de ocupación. A partir de esta referencia, todo lo que ingrese sobre 30 por ciento se considera utilidad bruta, lo que indica que ya produce ganancias.

En arquitectura existe una máxima básica, mientras más alto el edificio, más caro es. Los entendidos calculan que el presupuesto de la Torre K supera los 50 millones de dólares.

“Este es un hotel que, para poder mantenerse, para generar ganancias, por todo lo que lleva incluido, probablemente requiere una ocupación sobre el 50 por ciento para cubrir sus gastos operativos, aunque el gobierno de Cuba asuma como mano de obra barata todo lo que tenga que ver con los costos relacionados a recursos humanos”, dijo Díaz.

El experto citó los altos costes en la reposición de inventario, los mantenimientos de elevadores, cocinas, materiales y productos de limpieza para un hotel de esas características que no pueden ser los mismos que los de un hotel de una categoría inferior.

“En este caso, Cuba estaría compitiendo con un hotel de alto estándar en la isla de Bali. Asumiendo que tus instalaciones e infraestructuras ya son caras de mantener, y tu servicio requiere de una capacitación que satisfaga las demandas del huésped, incluyendo la reposición de inventarios típica de este tipo de operaciones, terminarán produciendo un costo operativo muy por encima de lo que establecen los estándares de la industria”, advirtió.

Si no hay seguro garantizado, no hay turistas

Otro de los puntos que menciona Díaz es el seguro del hotel, que en su opinión también debe ser caro y hay que sumarlo a los gastos fijos de la operación.

“Si usted no garantiza un seguro confiable, que por las características del inmueble debería representar un costo muy por encima del promedio del mercado en esta materia, pues el turoperador sencillamente no puede traer turistas. Es un cálculo de servilleta que responde puramente a un fenómeno financiero”, comentó.

La mejor solución para un problema técnico es no buscar el problema

“Si a los inversionistas españoles con quienes trabajé en Cuba se les hubiese planteado la construcción de este hotel, en esas condiciones y en ese lugar, hubieran dicho NO. No solo ellos, cualquier inversionista serio diría NO”, respondió de plano Muñoz.

Datos de la oficial Oficina Nacional de Estadísticas dan cuenta de que hasta el mes de junio se recibieron 987.008 viajeros en la isla, que representa el 557,3% respecto a igual periodo del 2021, lo que equivale a 809.898 viajeros más.

“La crisis del proyecto es que le está vendiendo a la población cubana un espejismo, porque son ilusiones. Este proyecto debería reportar beneficios directamente, proporcional a su estatura. La ciudadanía observa este coloso soñando con que la recaudación de fondos que éste tendrá va a resolver mi problema como país”, dijo el arquitecto Díaz, que ha calificado la Torre K como un ejemplo claro de irrentabilidad, un ejemplo digno de manuales de estudio de lo que no se debe hacer.

La gran estafa, una mala inversión igual a mal proyecto

El retorno de inversión en una obra hotelera tarda hasta seis años en algunos casos. Una vez concluido el proyecto comienza la parte de la mercadotecnia, divulgación y propaganda del producto que también habría que sumar a los gastos de operaciones.

“Estamos ante la gran estafa, un pésimo manejo del erario público, si es que realmente los fondos invertidos son públicos. Además, no hay señales de dónde sale el dinero. Es una movida desesperada y llena de ansiedades por parte del gobierno en desarrollar un crecimiento inmobiliario a la carrera, algo completamente desatinado”, opinó Díaz.

Por su lado, Muñoz prefirió cerrar con lo que recuerda son premisas de sus días como estudiante: una mala inversión es un mal proyecto de arquitectura.

“Una buena obra de arquitectura es la que resuelve un problema en un tiempo fijado y con un costo controlado. Si no has resuelto el problema y te está costando lo que no tienes, esa obra es un fracaso”.