Un manto religioso para los asesinos chechenos de Rusia

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Sospechosos del asesinato de Boris Nemtsov.

El ex teniente de Chechenia, Zaur Dadaev, confesó su culpa y pidió al juez que tuviera en cuenta que era su primer asesinato y que nunca antes había sido llevado ante un tribunal.

En los últimos 20 años, los asesinatos políticos no han sido una anomalía en la vida de Rusia y tienen siempre la huella de una fuerte crítica al Kremlin o los servicios de seguridad. En noviembre de 1998, la diputada Galina Starovoitova era asesinada en San Petersburgo y, en 2003, el diputado Serguei Yuschenko. La periodista Anna Politkovskaya recibió cuatro disparos en octubre de 2006, y todavía andan por los tribunales de Moscú los acusados, algunos de ellos chechenos, quienes alegan que la periodista ofendía al pueblo checheno y distorsionaba la realidad de la guerra.

A poco más de una semana del asesinato de Boris Nemtsov a escasos metros del Kremlin, durante tres días fueron detenidas siete personas y una falleció en un enfrentamiento con la policía cuando iba a ser arrestada. Desde el sábado 7 de marzo, las autoridades moscovitas informan de detenciones, algunas en Moscú, otras en Ingushetia o Chechenia.

Al juzgado moscovita aparecieron cinco sujetos, todos procedentes del Cáucaso, el domingo 8 de marzo, un feriado nacional, cuando todos festejan en Rusia el Día Internacional de la Mujer. Están acusados de tomar parte en el asesinato de Boris Nemtsov.

La versión oficial implica que el asesinato se debió, según lo relatado por uno de los implicados, a las críticas del político ruso al Islam, al Profeta Mohamed, a los musulmanes que viven en Rusia y el apoyo ofrecido al semanario francés Charlie Hebdo tras el ataque terrorista.

Uno de los acusados ya reconoció su culpa, otros cuatro dicen que son inocentes y otro murió en Grozni, la capital chechena, pues prefiería no entregarse a la policía. Los cinco arrestados: Anzor Gubashev, su hermano Shaguid, que son primos a su vez de Zaur Dadaev, Tamerlan Esterjanov y Jamzaf Bajaev, tienen en común que viven fuera de Chechenia y están ahora desempleados.

Zaur Dadaev confesó su culpa y pidió al juez que tuviera en cuenta que era su primer asesinato y que nunca antes había sido llevado ante un tribunal. Bajaev pide que no le dejen en la cárcel porque tiene seis hijos. Eskerjanov dice que estaba en su apartamento en el momento del crimen y Shaguid Gubashev pidió que no le dejaran en la cárcel por problemas de salud, dice que padece de úlcera y hemorroides.

En Grozni, Belsan Shabanov, otro de los sospechosos, lanzó una granada a los policías que venían a detenerle, pero dice la prensa rusa que esta explotó y que el sujeto murió cuando lo iban a detener. Era amigo y compañero de servicio en el ejército de Dadaev.

Zaur Dadaev estuvo más de diez años sirviendo en el Ministerio del Interior de Chechenia, como vicecomandante de una compañía en el batallón Norte, una formación de tropas especiales que se subordinaba al presidente Kadirov y a la que se acusa de numerosos crímenes de guerra contra la población civil. Dadaev ha sido condecorado en varias ocasiones y cuando terminó sus servicios tenía el grado de teniente.

Los implicados, por orden del juez, siguen detenidos en Moscú bajo investigación, algunos hasta abril, otros hasta mayo. El presidente de Chechenia, aliado de Putin, prometió investigar la salida del ejército de Dadaev, y destacó sus servicios a Rusia y afirma que le considera un patriota de Rusia. Así lo publicó en su cuenta de Instagram, y llama la atención que en pocas horas el comentario del autócrata checheno tenia decenas de miles de recomendados.

Con el cambio de escenario, de crimen político a crimen religioso, el Kremlin quita las nubes que le empeñan el horizonte.