Cubanoamericano Marco Rubio no competirá contra Trump

Marco Rubio y Donald Trump en un debate presidencial en Greenville, Carolina del Sur. El 13 de febrero de 2016.

El senador cubanoamericano de 47 años dice que mantiene contacto con Trump dos o tres veces al mes, pero continúa remodelando su propia identidad política independiente de la del Presidente, y no descarta otra carrera por la Casa Blanca en algún momento.

Después de que su llama se apagara en las primarias presidenciales del Partido Republicano ─y de soportar por el camino los escarnios de su rival Donald Trump─ el Senador Marco Rubio está entrando en su próximo acto en la política estadounidense.

El entonces estrella naciente solía ser criticado por apresurarse demasiado, pero ahora está atrincherado en el Senado con, al parecer, nada más que el tiempo de su lado.

Rubio pasa sus días inmerso en el trabajo del Comité de Inteligencia del Senado, y es un importante impulsor de reforzar la seguridad de las elecciones en EE.UU. y aplicar sanciones a los rusos si interfieren nuevamente en (las de mitad de mandato de) 2018.

En los pasillos del Capitolio, pasa raudo junto a los periodistas que buscan reacciones a la noticia del día, concentrándose en cambio en propuestas legislativas o discursos sobre políticas en las sesiones del Senado. En la Florida, está involucrado en antiguas disputas sobre los Everglades y las mareas de algas tóxicas.

Pero una cosa que Rubio no está haciendo, según asegura el propio Senador, es prepararse para una carrera por la Casa Blanca en 2020.

"No voy a competir en las primarias contra el Presidente, y nadie más debería, a menos que queramos perder la Casa Blanca", dijo Rubio a The Associated Press. "Me estoy enfocando en cada día como si el Senado de EE. UU. fuera el último lugar donde voy a servir en un cargo público, y tratando de hacer que lo que hago tenga un peso".

Como otros dos congresistas que también compitieron contra Trump, los senadores Rand Paul y Ted Cruz, Rubio está buscando su camino en el Partido Republicano de la era de Trump, evaluando si hay en ella un espacio para su propio estilo de conservadurismo.

Dice que se mantiene en contacto con Trump, hablando con él por teléfono dos o tres veces al mes, una de ellas la semana pasada. Pero él continúa remodelando su propia identidad política independiente de la del Presidente, y no descarta otra carrera por la Casa Blanca en algún momento.

"Todavía miro al futuro de vez en cuando, pero en general trato de estar cada vez más centrado en lo que tenemos enfrente", le dijo Rubio a AP.

Admite que sigue siendo un "impaciente", pero "como a cualquier persona que está viva, mirando, escuchando e intentando aprender, el tiempo te enseña cosas".

Después de que terminó su campaña presidencial de 2016, Rubio parecía dispuesto a abandonar Washington. Se había prometido no postularse para la reelección, pero sus colegas lo presionaron para que reconsiderara su decisión.

El senador por Tennessee Bob Corker, presidente del Comité de Relaciones Exteriores, dijo a la AP que fue de los primeros republicanos en empujar a Rubio a buscar su reelección a la cámara alta. El líder de la mayoría senatorial, Mitch McConnell, hizo también lo suyo mientras los republicanos luchaban por mantener la mayoría en el Senado. Finalmente, Rubio aceptó reelegirse.

En el 2016, Marco Rubio y Donald Trump se enfrentaron en la campaña presidencial por el Partido Republicano .

Desde entonces, quienes observan la carrera de Rubio ven a un político más consciente, incluso más liberado, que ya no carga el peso de ser "el salvador de los republicanos", como alguna vez llamó la revista Time al carismático hijo de inmigrantes. En cambio, el político de 47 años mantiene un perfil discreto y se dedica a la dura faena de gobernar, una respuesta frontal a las críticas que, como candidato, sostenían que era más oropel que sustancia.

"Parece haber encontrado su lugar", dijo a AP Nick Iarossi, un antiguo aliado y recaudador de fondos para los republicanos.

En varios frentes este año, Rubio ha comenzado a enfocarse en una "modernización de la agenda del Partido Republicano para el siglo XXI”, como lo describe, con un énfasis en contrarrestar a China en el exterior y ayudar a las familias trabajadoras en el país.

El presidente Donald Trump junto a Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, Marco Rubio y el vicepresidente Pence.

Esta primavera boreal, Rubio ayudó a encabezar un esfuerzo para refrenar al gigante chino de las telecomunicaciones ZTE, por violar las normas comerciales estadounidenses con sus ventas de productos a Irán y Corea del Norte. Gestionó que se le impusieran a la empresa china sanciones más severas que las que la administración Trump quería. El Senado aprobó el esfuerzo bipartidista, pero Rubio finalmente perdió esa batalla con la Casa Blanca, ya que la enmienda legislativa fue abandonada.

A principios de este mes, Rubio dio a conocer un plan para licencias familiares, después de haber trabajado exitosamente con Ivanka Trump para incrementar los créditos impositivos por hijo en la reforma tributaria republicana de 2017. El plan de vacaciones pagadas permitiría que padres jóvenes retiren anticipadamente sus fondos del Seguro Social, para ayudar a costear su tiempo de licencia con sus hijos, en lugar de hacerlo al momento de jubilarse. Ambas ideas habían sido parte de su oferta presidencial.

"Su distancia del centro de la tormenta política", apunta su exdirector de campaña y principal asesor, Terry Sullivan, "le ha abierto el espacio para practicar su estilo político".

Pero la sola mención de Rubio aún genera un mohín colectivo de duda entre algunos críticos que solo ven otra estrategia de supervivencia después de la brutal campaña presidencial. Él está haciendo, dicen, lo que suele hacer Rubio: intentando trazar una ruta intermedia que a menudo no agrada a nadie.

Jesse Ferguson, un ex asesor de Hillary Clinton, cree que la idea de que Rubio esté surgiendo como una voz republicana independiente "es indicativa de la forma en que Trump ha convertido al Congreso en una colección de incondicionales".

"En el Partido Republicano de hoy, mostrar independencia de Trump es como ganar una distinción en la escuela de verano", dijo. "El listón está tan bajo que cualquier republicano que no salude, elogie o haga una reverencia cada vez que (Trump) irrumpe en la sala es visto como un líder reflexivo e independiente".

Tampoco es seguro que haya espacio para la clase de conservadurismo de Rubio bajo la carpa de Trump

A pesar de sus raíces como candidato respaldado por el Tea Party en 2010, a Rubio siempre le ha ido mejor con los electores suburbanos: madres y padres clientes asiduos de Starbucks cuyos hogares se parecen mucho al suyo, con hijos, pagos de hipotecas y costos de educación universitaria en lontananza. Son esos mismos votantes los que ahora se corre el riesgo de que huyan del Partido Republicano en la era de Trump.

Jenny Beth Martin, de Tea Party Patriots, encuestó a varios cientos de miembros a comienzos de este año y encontró una respuesta mixta sobre Rubio.

"Realmente recorrieron todo el espectro: de excelente, a quizás, a decepcionante", dice. "No pueden entender exactamente cuáles problemas lo motivan más y cómo se alinean con los valores del Tea Party o la agenda del presidente Trump".

Rubio, por su parte, suele tuitear versículos de la Biblia en las mañanas, lo que algunos ven como un antídoto contra los insultos habituales en Twitter, y es quizás el único legislador de filas custodiado por un dispositivo de seguridad después que se informó de una posible amenaza contra su vida.

Espera que el péndulo político de la nación oscile en algún momento en sentido contrario. Los estadounidenses algún día se cansarán del actual "ciclo de indignación y peleas constantes", dice.

Al menos, eso es lo que Rubio espera.

(Tomado de The Associated Press. Traducido por Rolando Cartaya)