Para espantar el gorrión que se te pose en el hombro

El autor recurre al cancionero cubano para combatir la melancolía navideña

Los días en curso exigen alguna ligereza si uno teme que la morriña --a la que puede ser tan propenso cuando constata las ausencias y se ve asediado por la música de la temporada-- le encapote el ánimo. Escribo y comparto este texto como un preventivo a esa morriña, tan presta a salirnos al paso en los lugares públicos como en el hogar.

La medicina popular de Cuba, libro de Lydia Cabrera, ofrece un impresionante catálogo de remedios donde tan pronto figuran oraciones para encontrar objetos perdidos o sobrevivir terremotos y tempestades como consejos: Contra ataques de cualquier clase se buscará en la cabeza del enfermo un pelito colorado. Cuando lo encuentre lo arranca y cesarán los ataques. O: Para curar la borrachera se mete una rana en una botella de agua y se le sirve al borracho. Esto puede hacerse también con un ratón. O: Frotar las piernas con cangrejo ayuda a caminar a los ancianos.

El cancionero popular cubano también se especializa en la divulgación de fármacos y tratamientos. Miguel Matamoros aseguraba que la única esperanza de sobreponerse a una parálisis no debía cifrarse en la extirpación del nervio trigémino sino en el acto de arrojar la muleta y el bastón y bailar un son.

Más allá de los poderes terapéuticos de la música, los compositores cubanos han estado conscientes de las virtudes medicinales de algunas plantas. La propia Lydia Cabrera recordaba que durante siglos la gran botica de Cuba había sido el monte, y la persona más competente en el conocimiento de esas plantas, es decir, el farmacéutico o facultativo más solicitado, el yerbero, que iba de calle en calle o se establecía en un mercado y desplegaba ante todos lo que Lydia identificaba como un bosque sagrado en miniatura.

El 31 de julio de 1929, el Trío Matamoros graba un pregón titulado Hojas para baño, donde Siro, Cueto y Miguel, su autor, se desdoblan en narradores y pregoneros al son de un estribillo: vendo hojas para baño, y lo mismo ofrecen romerillo, confitillo y dulcamara que hojitas de amansaguapo y bejucos de amarrar hombres. Pero los conocimientos herbolarios de Matamoros excedían la simple enumeración y se explayaban en recomendaciones que vale la pena desempolvar:

Si tu marido es sencillo
y quieres se ponga bueno,
báñalo con platanillo
y se pondrá como un trueno.

Mi mujer, ¡válgame Dios!,
la bañé con hierbabuena,
y se me puso tan buena
que con otro se corrió.

Años más tarde, Néstor Mili compondrá otro pregón que recorrerá el mundo en la voz de Celia Cruz; un pregón donde la guarachera asume las funciones de un yerbero contemporáneo, tan ducho en curar la invidencia como en despejar el porvenir:

Traigo yerba santa
pa la garganta.
Traigo caisimón
pa la hinchazón.
Traigo abre camino
pa tu destino.
Traigo la ruda
pal que estornuda.
También traigo albahaca
pa la gente flaca.
El apasote
para los brotes.
El vetiver
pal que no ve,
y con esa hierba
¡se casa usted!

La costumbre del pregonero de destacar las cualidades milagrosas de sus productos no se circunscribe al experto en yerbas. En Se va el dulcerito, Rosendo Ruiz vocea la ricura de sus panetelas y sopas borrachas pero no duda en señalar los beneficios que obtendrían las mujeres de edad avanzada si adquirieran su mercancía:

Yo les digo, les digo a las viejas,
a esas viejas que usan colorete,
que si quieren caminar sabroso
a mí me compren el majarete.

La tradición no mengua. En 1999, el tresero Barbarito Torres y su grupo graban un son de Ángel Borrero Romero --más conocido por el sobrenombre de Cacharro-- donde se consignan las virtudes sobrenaturales de un fruto:

Yo sembré una calabaza
en el pico de una loma.
La soltera que la coma,
¡óyelo bien!,
enseguidita se casa.

No discuto los poderes de la medicina criolla pero me inclino a pensar que el mayor de ellos puede radicar en su fórmula cantada, suficiente para aliviar la tristeza que por estos días de felicidad forzosa acecha hasta al pipisigallo.