Obama, los CDR y el rincón de los "cretinos" del Museo de la Revolución

  • Martinoticias.com

Museo de la Revolución; el Palacio Presidencial antes del castrismo. En la Habana Vieja.

Las premisas políticas e ideológicas de más de cinco década de régimen comunista se ven cuestionadas con la llegada de Obama a Cuba.

Granma, diario oficial del Partido Comunista de Cuba, publicó un comunicado de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), donde explica la visita del presidente de Estados Unidos Barack Obama y la necesidad de mantener a esa organización de vigilancia por barrio.

Unos 17 párrafos de historia de los CDR, sus tareas, metas, enemigos, etc., para en el último párrafo decir que dan la bienvenida a Obama en Cuba.

Nada de las arengas de "todos a la plaza con Boumedien", "volcarse a la calle para recibir a Brezhnev". Ahora, el llamado "bastión, ojos y orejas de la revolución", pide recibir con hospitalidad a Obama.

El dominical Juventud Rebelde lanza en su portada, y en las dos primeras páginas interiores, un amplio reportaje sobre la visita del presidente de Venezuela Nicolás Maduro y su reunión con Fidel Castro.

En un suplemento adicional, se hace una historia selectiva de las relaciones con Estados Unidos, donde hasta el exministro de cultura, Armando Hart, habla de dos Estados Unidos.

Los turistas que visitan La Habana, cuando recorren los salones del Museo de la Revolución, otrora Palacio Presidencial, encuentran que una de las muestras permanentes es el Rincón de los Cretinos, dedicados a los gobernantes estadounidenses.

"Barack Obama no aparece en el rincón de los "cretinos", el feroz mural que le reservó la propaganda comunista en Cuba a los presidentes de Estados Unidos, destaca un reportaje de la agencia Efe.

La visita al Museo, en el centro de la capital, es casi obligada.

Destacan la gesta de los guerrilleros al mando de los hermanos Castro y exhiben, en la planta baja, un mural de supuestos antihéroes. Ronald Reagan es un cowboy; George Bush padre, un emperador romano; y su hijo George W. Bush lleva un casco nazi del que salen orejas de burro.

Expresidentes de Estados Unidos pero, sobre todo, "cretinos" que en su orden ayudaron a "fortalecer", "consolidar" la revolución y a hacer "irrevocable" el socialismo, según se lee en las placas negras de letras blancas escritas en inglés, francés y español.

Los dibujos en relieve y gran tamaño suscitan risitas nerviosas o comentarios políticamente incorrectos, que Cristopher, un guía cubano, intenta matizar con una aclaración: "Esto es una caricatura, es diversión".

¿Y Obama? No, Obama nunca podría estar en ese mural.

El mandatario que terminó con más de medio siglo de enemistad con Cuba es increíblemente promocionado en la isla y su imagen incluso se usa como imán para el turismo, ahora asociada a la del general Raúl Castro "para la eternidad", según la retórica triunfalista del régimen.

"Siempre me preguntan por Obama pero, de hecho, a Obama lo vemos como un presidente que ha mejorado las relaciones,
no lo vemos tanto como un cretino", dice Cristopher, aunque reconoce en sus nerviosas palabras que algo de cretino ha de tener. Es decir, "no lo vemos 'tanto' como un cretino".

No hay estudios de opinión que sustenten la popularidad de Obama en Cuba, pero es difícil encontrar cubanos que hablen abiertamente mal de él, como ocurría con sus antecesores. Ni siquiera en el Gobierno, aunque en Cuba la gente por norma no suele expresar otra opinión, al menos públicamente, que la opinión oficialista.

La última vez que un presidente de Estados Unidos estuvo en Cuba fue en 1928. El discreto Calvin Coolidge no sobrevivió al olvido.

Elerida Bengtsson, turista noruega que está feliz con Obama dice a AFP: "Espero que para los cubanos Obama no sea un cretino. Para mí no lo es. Es absolutamente diferente de ellos (los Bush y Reagan). No es lo mismo cuando escuchabas las cosas de Bush que cuando escucho las de Obama".

"A Obama lo vamos a escuchar, lo vamos a respetar, pero él en su lado y nosotros en el nuestro", dijo Rolando Verdecia, un mulato exboxedor de 89 años.

Caridad Amador, una farmacóloga de 62 años, sin reservas contesta: "¿A qué viene aquí, a hacer qué? Con sinceridad, yo no estoy de acuerdo en que venga. No estoy de acuerdo, con el mayor respeto, y lo considero un absurdo", dijo Amador.