Carlos Fuentes allá en algún sitio de la región más transparente

El escritor mexicano Carlos Fuentes.

El autor mexicano no podría permanecer impunemente atado al carro del totalitarismo marxista implantado en Cuba, actitud que le valdría el dardo envenenado de funcionarios de la cultura isleña como Roberto Fernández Retamar.
El escritor mexicano Carlos Fuentes murió este martes en la Ciudad de México a los 83 años, informó el presidente Felipe Calderón en su cuenta de Twitter.

Lamento profundamente el fallecimiento de nuestro querido y admirado Carlos Fuentes, escritor y mexicano universal, descanse en paz, dijo el mandatario en su cuenta en la red de microblogs.

La prensa mexicana dijo que el escritor murió por problemas cardiacos en un hospital del sur de la capital mexicana.

El autor de obras como La región más transparente, Terra Nostra o La muerte de Artemio Cruz, de 83 años, obtuvo el Premio Cervantes en 1987 y el Premio Príncipe de Asturias en 1994.

Era considerado un importante intelectual latinoamericano cuya voz era escuchada como suerte de conciencia crítica en diversos temas como la corrupción y la política.

Fuentes era parte de una generación que incluía al colombiano Gabriel García Márquez y el peruano Mario Vargas Llosa.

El autor de la novela Gringo viejo era un intelectual extraordinario que cuestionó durante toda su vida a su país, México, por ser incapaz de construir una democracia más auténtica y desde la literatura encaminó a la narrativa en lengua española hacia la modernidad.

Crítico del nacionalismo ramplón de lo ortodoxo mexicano, Fuentes fue un cosmopolita nacido en Ciudad de Panamá, en 1928, que nacionalizado ejerció una notable influencia en su país de adopción, en particular invocando una y otra vez su incapacidad para convertirse en una sociedad moderna y en desvelando los misterios ocultos del alma nacional azteca.

En Gringo viejo el autor refleja la tensión con que viven los mexicanos la relación entre su país y Estados Unidos pero, sobre todo pretende demostrar que los destinos patrios no pueden analizarse solamente desde una perspectiva política y plantea los contrapuntos amor-violencia, vida-muerte, y el traspaso de los límites de nuestras propias fronteras internas, de lo individual a lo colectivo, de lo político a lo afectivo, de la realidad a la ficción.

La temática central de dicha novela gira alrededor de los avatares de la Revolución mexicana con sus diferentes manifestaciones de terror y su profundo sentir popular hasta llegar a la degeneración del compromiso final con lo que el vende como el capitalismo rapaz, el dominio y la corrupción.

Fuentes fue, como la mayoría de los intelectuales latinoamericanos de su generación, un simpatizante de la revolución castrista, sin embargo, desde 1966 comienza a deslindarse de dicho régimen hasta convertirse en una ruptura con el caso Padilla, hecho que produciría en 1971 la primera gran herida en esta relación idílica de los intelectuales latinoamericanos con el castrismo, situación que no sólo haría alejarse a algunos de los simpatizantes originarios, sino que también definiría a partir de allí dos posiciones antagónicas entre los intelectuales iberoamericanos en general, que permanecerían durante décadas por encima de otras coincidencias o conflictos: quienes seguían apoyando al sistema imperante en Cuba pese a todo y entendían como una mal menor y necesario lo ocurrido con el escritor Heberto Padilla, y los que consideraron que la revolución había traicionado sus propios ideales.

Entre estos últimos se encontraría Carlos Fuentes quien, siendo crítico del autoritarismo mexicano, no podría permanecer impunemente atado al carro del totalitarismo marxista implantado en Cuba, actitud que le valdría el dardo envenenado de sumisos intelectuales isleños como Roberto Fernández Retamar que, obvio, lo hubiesen preferido en el bando de los que seguían apoyando al sistema imperante pese a todo, pese a las cárceles y los fusilamientos, como ha sido el caso tristemente célebre del inefable Gabriel García Márquez. Pero, no, parece que Fuentes estaba hecho de otro material, material que, parodiando el título de su más famosa novela, pudiera encontrarse allá en algún sitio de la región más transparente.