La solidaridad en tiempos de pandemia en Barcelona

Monjas cantando en una iglesia casi vacía de Barcelona, el 29 de marzo de 2020. (Pau Barrena/AFP).

"Ante la sombría realidad de una tercera semana de confinamiento para los residentes de Barcelona, incluida mi familia, los gestos de solidaridad comunitaria son soplos de esperanza y dignidad", escribió Kartik Raj, un especialista de asuntos europeos de la organización Human Rights Watch.

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El virus COVID-19 mató a más de 8.000 personas en España en marzo. La presión que soporta el sistema de salud pública nunca ha sido tan grande, y escasean los equipos de protección personal.

Los vendedores ambulantes de Barcelona (manteros en español, o manters en catalán), que en su mayoría proceden del África subsahariana, se enfrentan a un futuro de gran incertidumbre debido a que el confinamiento impuesto por el gobierno prohíbe desarrollar actividades económicas no esenciales. Durante mucho tiempo han expresado su preocupación por los controles de identidad discriminatorios y el uso desproporcionado de la fuerza por parte de la policía y guardias de seguridad en el transporte público, así como actitudes xenófobas del público en general.

Dado que ya no se les permite vender sus mercancías, algunos vendedores ambulantes han decidido colaborar con una empresa de ropa local para vender mascarillas y batas a trabajadores de la salud que se están quedando sin material. Están usando la iniciativa para sensibilizar sobre la situación de los manteros que no tienen posibilidad de percibir sus ingresos habituales y para recaudar dinero para un banco de alimentos que se organizó para repartir artículos esenciales a miembros de su comunidad, que han visto esfumarse sus ingresos, ya magros.

Los manteros no son los únicos que manifiestan solidaridad con los trabajadores de la salud. También refugiados y personas sin hogar han empezado a coser mascarillas en un albergue en Barcelona, y al final de la semana pasada ya habían confeccionado 1.000 unidades.

Grupos de artesanos locales han empezado a recaudar donaciones para comprar bolsas de basura, coserlas y elaborar batas improvisadas para trabajadores de hospitales que tienen poco material. Las maestras de costura de nuestros hijos son unas de las líderes de este nuevo movimiento, creado en las redes sociales, para lograr que ningún profesional de enfermería se quede sin bata.

Estos actos de solidaridad se basan en la esperanza de que juntos podremos superar esta crisis, unidos por los lazos comunes más simples. Es el equivalente, volcado a la acción, de las ciudades de todo el mundo que aplauden a los trabajadores esenciales que permiten que nuestras sociedades sigan funcionando.

Estos actos demuestran el valor de la dignidad humana y el reconocimiento de la importancia de los derechos humanos fundamentales más allá de las épocas de crisis: el derecho a la salud, el derecho a condiciones de trabajo seguras y dignas para los trabajadores sanitarios, y el derecho a poder contar con alimentos suficientes. Ofrecen una visión positiva de cómo podemos vivir juntos y priorizar el respeto de los derechos, que no debe olvidarse cuando el virus quede en el pasado.