Juan Abreu: El gen de Dios y la censura de los puritanos

El autor podría haber escrito una novela francamente inusitada en el panorama de las letras cubanas y lo sería, quizás, tanto por ser una obra absolutamente futurista como por no abordar el tema de la cubanidad o, quizás, por la manera en que lo aborda o, precisemos, por la manera esencial en que lo aborda.

Juan Abreu es un escritor cubano residente en Barcelona y entre sus obras publicadas en España destacan las novelas Garbageland (Mondadori, 2001), Gimnasio (Poliedro, 2002), Orlán Veinticinco (Mondadori, 2003), Accidente (Debolsillo, 2004), Cinco cervezas (Poliedro 2005), Diosa (Tusquets 2007), El gen de Dios (Linkgua, 2011) y Una educación sexual (Linkgua 2011), mientras que por otro lado desde hace cinco años, publica el blog emanaciones.

La obra de Abreu ha sido traducida al alemán, francés, italiano y catalán.

Con demasiada frecuencia se afirma de un autor que ha escrito una obra inusitada en el panorama de las letras cubanas o en el panorama de las letras guatemaltecas, según sea el sitio del escriba, pero también con demasiada frecuencia esa afirmación no es cierta o es exagerada; con demasiada frecuencia es sólo una afirmación de amiguetes del escriba que, en su momento, esperan ser retribuidos con juicios de la misma índole incierta o exagerada. Bueno, tengo malas noticias para amiguetes y escribas, y es que finalmente podría haber emergido una novela francamente inusitada en el panorama de las letras cubanas y lo sería, quizás, tanto por ser una obra absolutamente futurista como por no abordar el tema de la cubanidad o, inclusive, por la manera en que lo aborda o, precisemos, por la manera esencial en que lo aborda.

Con motivo de la reciente publicación de El gen de Dios Armando de Armas entrevistó en exclusiva para MartiNoticias a Juan Abreu quien, gentilmente, accedió a someterse al interrogatorio.

¿Qué son las Guerras del Reorden?

El gen de Dios (Linkgua) transcurre en un futuro donde han tenido lugar guerras para “reordenar” el mundo. En ese nuevo mundo los seres humanos viven sujetos a una Escala de Consumo que establece qué rango tiene cada cual en dicha sociedad. Los pueblos declarados “especies inferiores” han sido eliminados y está a punto de resucitar un Dios que puede ser maravilloso o terrorífico, según quien mire. Ese es, a pinceladas gruesas, el panorama.

La sociedad que plasma en su novela esta bajo la égida del Gobierno Mundial. ¿Pudiera la humanidad estar avanzando hacia ese sistema de Gobierno? ¿Pudieran terminar teniendo razón los teóricos de la conspiración?

Yo no tengo nada contra un Gobierno Mundial. Lo que importa es qué tipo de gobierno sea. Pero en principio, la idea me parece muy positiva porque anularía esa peste llamada nacionalismo y toda la parafernalia, a mi juicio perniciosa, de la identidad, la independencia, la soberanía, etc. Conceptos ya obsoletos.

Todos terrícolas. Nada más. Y para eso haría falta un Gobierno Mundial.

¿Lo que usted describe en la novela como el Black, alma de la humanidad, pudiera ser algo así como el Inconsciente Colectivo de Carlos Gustavo Jung?

No, es más bien un basurero sentimental. Los pocos sobrevivientes de lo que fue Cuba lo tienen como un lugar fabuloso, que los conducirá a la tierra prometida. Pero no es más que una ilusión. Hay un momento en que algunos sobrevivientes se lanzan a una fuga definitiva y llegan a un lugar maravilloso, a un bosque donde perduran las personas que yo amo y que he perdido. Pero está claro, al continuar la lectura, que no es más que literatura. Es decir, un intento frustrado de mejorar la vida. Es lo que me gustaría a mí que sucediese cuando muera. Pero sé muy bien que no sucederá.

Hay una escena de El gen de Dios en que los jóvenes, que habitan el subsuelo bajo el basurero en que parece haberse convertido Cuba, encuentran una caja negra que contiene la grabación de una canción de Duarte Brito interpretada por Benny Moré y a continuación se lee: “La crispación fue desapareciendo. Se destaparon los oídos y asomaron las sonrisas (…) Bajaron las armas. Los músculos se aflojaron”. ¿Humaniza o, más bien, diviniza el arte aún en condiciones de extrema violencia y precariedad?

Yo creo que el arte es tal vez el mejor invento de la especie. En ese fragmento intentaba, sin duda torpemente, decirlo. En lo que a mí respecta, la vida sin arte sería absolutamente insoportable.

“A su alrededor se elevaba, hasta el humeante horizonte, la accidentada geografía del basurero. Montañas retorcidas, restos calcinados (…) Patrullas aéreas como abejorros entrando y saliendo de una tormenta de polvo” ¿Es eso todo lo que resta de lo que alguna vez Cristóbal Colón nombró como la tierra más fermosa? ¿Cree que es un destino merecido? ¿Qué piensa de la a un tiempo llorada y cantada palma? ¿Por qué no puso una palma en ese paisaje?

No sé si la isla merece terminar como un descomunal basurero, pero así fue como la imaginé en mi novela. No aparece ni una maldita palma por todo aquello. Ya sabe usted que no tengo una buena opinión de las palmas, un árbol que me parece espantoso no sólo por su aspecto sino por toda la basura patriótica que le han echado encima los caudillos, los poetas y los dictadores.

¿Qué opinión le merece el Diario de Campaña (De Cabo Haitiano a Dos Ríos), de José Martí, y por qué se le ocurre intercalarlo entre tanta desolación?

Creo que es el texto más hermoso que ha producido la literatura cubana, y uno de los más grandes de la lengua española. Era el contrapunto ideal para todo el horror y la desolación del paisaje que describo. Si no hubiera escrito el Diario la obra de Martí sería otra cosa, más pobre sin duda.

¿Cree que lo que lleva a Martí a Dos Ríos, a que lo mataran en Dos Ríos, podría no ser otra cosa que el vislumbre, el pavor del vislumbre de ese enorme basurero?

Es muy bonito, pero no me atrevería a afirmar algo así. Pero creo que Martí fue allí a que lo mataran porque estaba harto de los cubanos, cosa muy comprensible, y ya en el monte aquel, que no era más que un monte como otro cualquiera lleno de mosquitos y alimañas, tuvo una especie de iluminación y comprendió que la única manera de salvar su isla era inventando una isla que no existía y que nunca existirá.

Aunque al final la isla termine convertida en basurero, esas páginas de Martí la preservarán como algo hermosísimo, algo que nunca ha sido pero que gracias a la literatura y a la poesía, será mientras exista alguien que lea.

En su libro se describen los engendros virtualcarnales. ¿Cree que la Internet, la virtualidad, pudiera terminar siendo la única realidad en algún punto en el futuro?

Creo que sí. Soy muy pesimista respecto a nuestra especie, pero tal vez la ciencia pueda salvarnos. La ciencia, nada más. Y es perfectamente posible, teniendo en cuenta los adelantos científicos actuales, que en el futuro exista un mundo virtualcarnal en el que los seres humanos podrán ser felices libres al fin de la muerte, la estupidez de las religiones y las camisas de fuerza de la pertenencia y la moral. Lástima que no estaremos allí para verlo.

“Dudar de la publicidad constituía un pecado, y ella era una ciudadano decente, de orgullo consumidor intachable y moral a toda prueba”… ¿El consumo como religión, la propaganda como teología?

Ya es así. Lo que hago en mi novela es exagerar un poco, nada más.

¿Transpola usted su ojo hecho a la visión plástica a la literatura?

Posiblemente, aunque no soy el más indicado para entender eso. Pero a riesgo de equivocarme diré que sí, que hay una plasticidad (o una aspiración a cierta plasticidad) en mi prosa que viene de la pintura. Del hecho de que también he pintado y pinto.

¿Hay un próximo libro de Juan Abreu en camino?

Sí, acaba de publicarse Una educación sexual (Linkgua), un librito alegre y saltarín, que trata de la alegría de vivir y del sexo por supuesto. Ha despertado las iras de los puritanos, y aquí en España cierta controversia porque Amazon decidió censurarla. No venderla. Se ha escrito en la prensa española sobre el asunto y esto por supuesto ha beneficiado al libro, que se está vendiendo muy bien. El libro es una especie de manual de instrucciones para el placer. Se lo recomiendo a todos los que quieran reír y de paso mejorar su vida sexual.