Exiliado prepara viaje masivo en desafío a las autoridades migratorias de Cuba

El triste viaje cuando deportaron a Urbano González.

Al igual que muchos, ha padecido la arbitrariedad de no poder entrar a su país a pesar de haber pagado por un pasaporte cubano.

Desde Tortosa, en Cataluña, Urbano González está organizando un viaje a Cuba para personas que no tengan habilitado el pasaporte; un viaje masivo, por mar y por aire, dice. El objetivo es crear una crisis al régimen de la isla, ahora que nuestro país está en "boca" de los principales medios de comunicación del mundo.

La idea será puesta en marcha mediante las redes sociales de internet. Urbano González se inspiró en la deportación esta semana al artista plástico Aldo (Maldito) Menéndez, residenciado en Madrid. A Menéndez, con pasaporte en vigor, lo devolvieron en el mismo avión de Air Europa que abordó en la capital española, y de donde no lo dejaron moverse unos militares avisados de antemano. Asombrosamente, el capitán de la nave colaboró con los agentes al solicitar previamente al artista que no se moviera de su asiento hasta que no salieran todos los pasajeros.

En mayo de 2010, Urbano González tuvo la suerte de bajar a tierra pero fue retenido por la policía de frontera y también devuelto en el mismo avión de Iberia que le cruzó el Atlántico. A diferencia de Menéndez, él llevaba el sello de habilitación de pasaporte, expedido en el Consulado de Cuba en Barcelona, que permite a los cubanos ingresar a su país si viven en el extranjero. Es prácticamente un visado. Esto quiere decir que el pasaporte puede estar en vigor para entrar a cualquier país pero, si no lleva el sello de "habilitación", no sirve para Cuba.

Urbano, con todo en regla, fue sorprendido por una negativa rotunda y un silencio "administrativo" que no comprendió hasta que logró armar las piezas, horas más tarde. No recibió notificación por escrito de su deportación. Fueron 40 horas de viaje en total, con la intención de pasar 15 días con su familia después de 4 años sin verse.

Su investigación –a título personal– arrojó el resultado de que, producto de manifestarse contra el gobierno de Cuba en las puertas del Consulado de Barcelona, le había sido negada la vuelta a su país. Presuntamente, el cónsul Carlos Castillo Calaña había pasado fotos hechas por él mismo desde el balcón de la sede diplomática, y la denominada Seguridad del Estado en la isla optó por la deportación.

El penoso viaje de Urbano González (su nombre es igual al de un famoso pelotero cubano de los años 70) dejó a la madre, que estaba enferma, del otro lado desconsolada, sobre todo porque un oficial que debió avisarle nunca lo hizo. Cuando la madre cursó una reclamación en el aeropuerto de La Habana, le dijeron que su hijo no abordó ese avión en Barajas.

El plan de esta familia era reencontrarse el Día de las Madres, el hijo que vive en Cataluña, y la hija que entonces vivía en Venezuela.

A la vuelta de cinco años, Urbano acaba de renovar su pasaporte en el consulado de Barcelona. Lo necesita para trámites en España y no ha conseguido aún la nacionalidad de ese país. Acaba de pagar 180 euros por la renovación, solo válida por dos años. Al término de este tiempo, tendrá que abonar otros 90 euros hasta completar seis años.

Pero hay un detalle interesante: Su pasaporte no lleva el sello de "habilitación" para entrar a Cuba. Esto le confirma que continúa vetado.

En conversación con Martí Noticias, el exiliado confirmó que el cónsul Castillo Calaña no está en funciones allí. Quien lo ha relevado tiene órdenes de no extenderle el sello de entrada.

Cuando el Gobierno de la isla instrumentó la denominada "habilitación" –por aquella fecha en que Urbano González fue deportado– dijo que se trata de un mecanismo más cómodo para el viajero cubano, inaugurando así una estampilla que venía a suplir un visado que no existía físicamente dentro del documento, sino que se dejaba a merced de las listas negras del control de aeropuertos de la isla.

El artista plástico Aldo Menéndez, sin su pasaporte "habilitado" pero válido para otros países, emprendió el vuelo a cuenta y riesgo, no sin antes negociar con la línea Air Europa para que lo dejara subir al avión.

A día de hoy, tanto Menéndez como González no se explican cómo una línea aérea no cubana colabora con los controles del régimen de la isla, tanto el personal de cabina como el que trabaja en tierra.

Este reportero ha podido comprobar en el aeropuerto de Barajas que las empleadas de Air Europa chequean los pasaportes cubanos en la fila para subir al avión, esto después de que el viajero haya conseguido el pase a bordo. Al preguntarle a la empleada por qué lo hacen –buscan, entre las hojas, el mencionado sello de "habilitación"–, ésta respondió que con eso se quitan el problema de tener que regresar con alguien sin asiento reservado.

En la conversación que sostuvo González con Martí Noticias recordó que, hace casi cinco años, cuando fue deportado, no recibió atención especial de la tripulación de Iberia, aun sabiendo ésta que el pasajero se exponía a casi 20 horas de viaje trasatlántico, en ida y vuelta. Lo ignoraron, dice, y al volver a Madrid le preguntaron los de inmigración si había tenido algún problema con la justicia. Como para España tenía todos sus papeles en regla, le dieron la bienvenida sin más.

Dos años después (2012), Urbano González, su madre y su hermana se reencontraron en un tercer país. Fue en Chile, el doble del trayecto hacia La Habana.

Hoy Urbano es un activista en las redes sociales cubanas. Tiene 43 años y es gestor de redes y marketing on line. Padre de una niña de meses, continúa viviendo en Tortosa, un pueblo de la provincia de Tarragona –la Cataluña profunda– adonde, por suerte, llega el tren.

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Entrevista vía Skype con Urbano González