El escritor que le dio nombre a la rosa

  • David Sosa / martinoticias.com
El autor de El Nombre de la Rosa festejó su 80 cumpleaños en un convento jesuita en su natal Italia y ahora se apresta a ver la luz una nueva edición de esa ya clásica obra.

Mientras la Iglesia Católica celebra reuniones en una Abadía Benedictina, para debatir acerca de liberar a esa institución de los perjuicios de la riqueza, comienza una serie de extraños asesinatos a monjes, envueltos en un juego de claves y signos que tendrá que ir descifrando Guillermo de Baskerville y su asistente, el diligente Adso de Melk.

La anterior es la trama de El nombre de la rosa, la novela medieval con la que Umberto Eco (hasta entonces un semiótico y filósofo italiano brillante) estremeció los cimientos del mundo editorial en 1980, y reflexionó, desde la narrativa, acerca de un siglo especialmente complejo: el XIV. El nombre de la rosa, que está basado en el “manuscrito de Adso” -dividido en seis días, y éstos, en períodos correspondientes a las horas litúrgicas- catapultó a Eco a la fama mundial y sumó a su prestigio de semiótico y filósofo, el de novelista de éxito. La historia gótica contada en clave policial hizo de Umberto Eco un personaje tan popular como uno de sus objetos de estudio más recurrentes: los mass media y su influencia decisiva en la sociedad contemporánea.

Los seguidores de Eco andan de plácemes por estos días. El novelista, ensayista, filosófo, académico, semiólogo, bibliófilo y teórico de los medios de comunicación, ha cumplido 80 años. Y los ha celebrado, de forma muy sobria, con parientes y amigos en un antiguo convento de jesuitas que él mismo diseñó.

El escritor -nacido el 5 de enero de 1932, en la norteña región de Piemonte,
Italia- recibió como regalo un volumen con textos de 25 intelectuales, como homenaje a su pensamiento, diseminado en libros que han abarcado desde novelas históricas a estudios de comunicación (el cómic le ha interesado especialmente), pasando por la filosofía y manuales para que los estudiantes aprendan a hacer una tesis correctamente.

Eco vive en su casa de Monte Ceriogne, una apacible localidad de 700 habitantes en la región de Marche, desde donde mira al mundo moderno con sus habituales lucidez e ironía. Él se lo toma con calma, mientras sus lectores esperan ansiosos la salida de la nueva versión de El nombre de la rosa (anunciada para el 25 de enero), que vendió más de 30 millones de copias en el mundo y que convirtió a Eco, muy a su pesar, en un best-seller. Umberto Eco ha dicho muchas veces, no sin humor, que él escribe para lectores de dentro de dos mil años, y que sus novelas le deben mucho más al cine que a la literatura. “Su gramática, el montaje, el juego de los primeros planos y los contracampos son indisociables de mi modo de construir la novela”, ha dicho.

Sobre el éxito de El nombre de la rosa, ha confesado: “Nunca me había pasado por la mente que mis novelas tuvieran que convertirse en productos accesibles a las masas. A tal punto que cuando terminé El nombre de la rosa pensé en entregarlo a la Biblioteca Azul, una colección que imprimía tres mil ejemplares. Y en cambio llegó a millones de ejemplares. Para mí sigue siendo un misterio. Al que se sumó un enigma posterior. Todos dicen que mis novelas están llenas de erudición, que desbordan de referencias literarias. Hay una sola ambientada en la época contemporánea, escrita de un modo plano, sin referencias culturales que no sean las historietas: La reina Loana. Pues bien, de todas mis novelas es la que menos se vendió. Debo pensar, por lo tanto, que soy un escritor para masoquistas”.

Eco ha revelado que durante años soñó con escribir “la gran obra filosófica sobre la risa”, pues todos los que lo intentaron -de Aristóteles a Freud Y Bergson- explicaron una parte, pero nunca la totalidad del asunto. El profesor emérito y presidente de la Escuela Superior de Estudios Humanísticos de la Universidad de Bolonia, desde 2008, también ha ejercido el periodismo en numerosas publicaciones internacionales. Entre sus libros principales están: El péndulo de Foucault, La isla del día antes, Baudolino, La misteriosa llama de la reina Loana y El cementerio de Praga.

Si bien Eco se ha tomado su cumpleaños con humildad, sus seguidores de todas partes se lo han querido festejar a lo grande. El Maestro de expresión relajada y sombrero, de mirada irónica y grandes lentes y bigote bien cuidado, despierta admiración y excitación. Ahora ha cumplido sus “primeros 80 años”, y eso, para un medievalista como él, no es nada. Le faltan otros 80 para seguir sacudiéndonos con su mundo multiforme, lleno de simbolismo y fascinación.