Diario de un periodista cubano en su primera visita a EEUU

Institute of the Americas, San Diego, California.

Estaba equivocado en cuanto a lo que me podía aportar el taller. Para años venideros, piensan incluir temáticas relacionadas con Cuba. Sucede que nuestra patria es el patico feo del continente.

San Diego – Lunes, 10 de noviembre: El viaje desde La Habana a Miami lo hice sin problemas. El Aeropuerto Internacional de Miami es una ciudad. Tuve que caminar casi un kilómetro desde la puerta de embarque al punto donde chequeaban el pasaporte. En ambas aduanas me trataron bien. En la terminal miamense me encontré con un ex vecino de La Víbora que trabaja allí. Aproveché que tenía que esperar más de tres horas para el vuelo a San Diego y me compré una laptop en una de las tiendas del aeropuerto (la mía la dejé en Cuba, porque ya está defectuosa). Me costó 200 dólares, tiene Windows 8 y el teclado está en inglés.

El vuelo a San Diego fue largo. El avión, algo incómodo. Sus asientos están demasiado juntos. Es la mejor manera que han encontrado los transportistas aéreos para hacer billete: meter gente en un tubo como si fuera ganado. Aunque el trato y la comida fue excelente. El aeropuerto de San Diego lo encontré más funcional que el de Miami. Lo que más me ha gustado hasta ahora es San Diego. Una ciudad lindísima, con sus calles limpias y sus casas cuidadas. Para quien se ha acostumbrado a vivir en una capital poco iluminada, me impresionó la gran cantidad de luces. La temperatura marcaba 19 grados Celsius, pero como había poca humedad, el clima era agradable.

En las habitaciones del hotel hay internet gratis, pero ordenadores, sólo en el lobby. Los cuartos son confortables. Un televisor con muchísimos canales, baño amplio, microwave, secadora, plancha, cafetera eléctrica, nevera y un aire acondionado que tuve que bajar.

Martes, 11 de noviembre: desde que en 2009 comenzaron estos talleres en el Instituto Las Américas, es primera vez que viene un reportero de Cuba. El curriculum de los profesores es elevadísimo. Ayer por la tarde hubo un debate sobre las dificultades para ejercer el periodismo. Fue enriquecedor. Los 25 periodistas participantes son anticastristas, destacan los venezolanos, con quien tengo una muy buena química.

El tiempo para escribir es poco. La agenda está cargada. Cuando regrese a La Habana, tengo pensado escribir una docena de crónicas. Estaba equivocado en cuanto a lo que me podía aportar el taller. Para años venideros, piensan incluir temáticas relacionadas con Cuba. Sucede que nuestra patria es el patico feo del continente.

El desayuno es desmedido. En cuestión de comida, estos gringos son unos exagerados. En Coronado la pasamos bien, es una isla que fue y sigue siendo una base militar, tiene un portaviones de la II Guerra Mundial que es un museo.

Cenamos en el lugar. Las pizzas, gigantescas, y las raciones de camarones, da pena botarlas, con tanta hambre como hay en el mundo. Hoy vamos a Tijuana, visitaremos la redacción del semanario Zeta, donde en los últimos 14 años los carteles de la droga han asesinado a cinco periodistas.

Miércoles 12 de noviembre: Tijuana es una ciudad fronteriza con San Diego donde viven dos millones de habitantes. La entrada de la frontera tiene pinta de cárcel de máxima seguridad. Es una mala copia de San Diego. Hay urbanizaciones con la misma arquitectura de su vecino, con la diferencia de que en Tijuana radican 6.000 maquilas y empresas del gran capital. Sus calles interiores son oscuras y con baches, como La Habana. Desde que cruzas la frontera, se nota la diferencia. Se percibe en el olor del aire. En un boulevard estrecho, existe un racimo de tiendas y fritangas.

No me gustó la ciudad, parece de atrezo. Me pareció que la gente esconde más de lo que dice. Caminas por sus calles y te miran como un bicho raro. Hay muchos parados sin hacer nada, pero están haciendo algo: venden una droga devastadora llamada Crystal. Es un drama. La gente pobre y sin esperanza la consume hasta la enajenación. Vale alrededor de cuatro dólares.

Almorzamos en un restaurante de primera. La comida excelente, el servicio lento. Al caer la tarde fuimos a un barrio de tolerancia. Nos acompañó una patrulla policial y un funcionario de la ciudad. La prostitución es legal. Son alrededor de 10 cuadras de centros nocturnos y casas de citas. Las prostitutas pagan impuestos y deben tener al día su carnet de salud. En los clubes había muchos chinos gastando sus billetes, pagando a las gogó.
Fui el único del grupo que tuvo tropiezo para reingresar a Estados Unidos. El oficial de inmigración no entendía por qué me habían dado varias visas gringas e ingresaba a su país por Tijuana. Es que debe haber una alerta roja, por los casi 15.000 cubanos que en un año han entrado a Estados Unidos por México.

Le respondí que si hubiera deseado quedarme, lo hubiera hecho en Miami o no hubiera salido de San Diego. "Me gusta tu país, pero yo tengo uno, se llama Cuba y allí nací y radica mi familia", le dije, y le pregunté si él abandonaria a los suyos. El tipo sonrió y contestó: "Todos los periodistas son iguales, les encanta virar la tortilla, pero la realidad es que los cubanos se quedan en México a la primera de cambio". "No soy de ésos. Creo que tu país tiene la culpa, debieran derogar la Ley de Ajuste Cubano para terminar con ese problema", contesté.

Se despidió con amabilidad y me dijo que esperaba no escribiera una nota acusándolo de racismo o intolerancia hacia los latinos, pues "yo también soy de ascendencia latina, no es nada personal, pero éste es mi trabajo", dijo. Los colegas que esperaban en el ómnibus que nos llevaría de vuelta al hotel me aplaudieron cuando entré.

En un par de días han conocido ciertas realidades de Cuba que desconocían. Detrás del mito del Che Guevara, salud para todos y elevada educación, hay un régimen de corte autocrático.

Publicado en Diario Las Américas el 13 de noviembre del 2014.