Turismo barato en la isla es desafío a la muerte

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Para los cubanos es algo común viajar largos trayectos apiñados a bordo de un camión.

Una reportera estadounidense cuenta sus peripecias sobre camiones, carretones y otros medios de transporte inseguros durante un viaje para conocer la isla como lo haría cualquier cubano
Generalmente no recomiendo a mujeres solas pararse de noche en una esquina a esperar un camión, pero cuando se trata de viajar por Cuba con un presupuesto reducido, a veces esa es la única forma de poder hacerlo, asegura una reportera del diario The Huffington Post.

La periodista, que narra sus experiencias de viaje por la isla, señala la existencia de la empresa Víazul, que cuenta con modernos autobuses dotados de aire acondicionado para transportar a turistas entre lugares importantes muy señalados, y se refiere a “los jineteros y merolicos que emboscan (a los viajeros) cada vez que se bajan” en un sitio.

Pero ella prefirió optar por formas de transportación más baratas, las únicas al alcance del cubano común y corriente, y dice que “mientras más a fondo exploró Cuba, más oscuros y en desafío a la muerte” fueron los medios de transporte que encontró.

Su relato describe viajes “apretada con otras ocho personas –no tan delgadas- en el asiento trasero de un destartalado convertible Cadillac; yendo lejos a toda velocidad en una antigua guagua escolar estadounidense sin cinturones de seguridad; conduciendo un bici-taxi con el chofer en el asiento del pasajero, y casi cayéndose de un carretón tirado por un caballo”.

Pero si uno quiere dejar a un lado la ruta que usualmente recorren los turistas, agrega, hay que “dominar” los camiones, preparados con improvisados contenedores en su parte trasera y ventanas “desesperadamente pequeñas” a sus costados. “Algunas veces –precisa—son de plataforma plana con techo de lona”.

Según le dijo un funcionario, él creía que el gobierno tenía prohibido viajar a los extranjeros por la isla a bordo de medios de transporte “diseñados para cubanos”, y otro le indicó que “eso es Cuba”, donde “todo es ilegal”.

Tras haber llegado al cabo de tres semanas de viaje hasta Camagüey en un viaje de lujo en el auto privado de dos estadounidenses, la reportera dice haberse embarcado en un “insoportable trayecto de seis horas desde Santiago de Cuba hasta las “bucólicas” montañas de Baracoa, desde donde espués quiso llegar por sus propios medios hasta Moa.

Para su asombro, dice, en una oficina de turismo le dijeron que la única forma de poder hacerlo era yendo hasta Guantánamo, en la dirección opuesta, y allí cambiar de guagua, algo “loco”, subraya, que le permite a uno “tener una idea” de lo que es Cuba.

No obstante, no se desvió de su plan, se montó a un camión y pagó en pesos cubanos para cubrir la ruta, lo que normalmente hacen los habitantes de la isla y según ella también numerosos viajeros extranjeros con quienes habló.

“El primer camión- señala- rehusó montarme; el segundo quería cobrarme 15 pesos convertibles, alrededor de 25 veces más de lo que paga la gente (…) finalmente, un tercero aceptó 20 pesos cubanos para dejarme subir”.

Finalmente se vio empapada en sudor, arrinconada, con su mochila entre las rodillas, sintiendo frío y lamentándose. “Me vi envuelta en tal situación –añade—porque fundamentalmente no sabía lo que estaba haciendo”.

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Eunice Madaula (Santiago de Cuba)



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Bárbara Moya Portieles (Villa Clara)