Cuba sufre para ganar y muestra sus lagunas

Jugadores de Estados Unidos se concentran antes de un amistoso de béisbol con Cuba hoy, lunes 9 de julio de 2012, en el estadio Latinoamericano de La Habana (Cuba).

Aquellos que esperaban ver un estadio del Cerro abarrotado hasta la bandera con el tope beisbolero entre Cuba y una selección universitaria de Estados Unidos, se quedaron con las ganas.
Ha llovido mucho desde 1987, cuando se iniciaron estos encuentros anuales entre las naciones. Entonces se jugaba un año acá y otro allá.

En aquel tiempo, el Latinoamericano se colmaba. Por La Habana desfilaron bateadores y lanzadores universitarios que luego fueron estrellas del béisbol rentado como Frank Thomas, Robon Ventura, Tino Martínez o Cris Carpentier.

Después que en 1996 los partidos de vuelta se convirtieron en una lanzadera para que algunos peloteros cubanos desertaran, los topes hicieron mutis. Hasta ahora.

Dieciséis años después, el pasado 5 de julio, una selección de universidades estadounidenses regresó a confrontar con el béisbol criollo. Las cosas han cambiado. Ya Cuba no cuenta con una liga, que en su mejor momento, en los años 80, se llegó a etiquetar de Doble A.

Si acaso, en la isla se juega al mismo nivel del primer circuito universitario. Con una calidad indudable, aupado por las más de 4 mil universidades que de una forma u otra se integran al sistema deportivo en Estados Unidos.

Las razones por las cuales la pelota cubana anda de capa caída se conocen. Las deserciones de atletas y técnicos es la principal. Entre las otras son la pérdida de muchos terrenos de béisbol. Y la falta de métodos modernos en la preparación.

Esto ha traído como consecuencia un bajón notable. Ahora mismo, si me apuran, solo dos o tres peloteros cubanos podrían firmar en equipos de las Mayores.

Quizás el lanzador Yadier Pedroso y el inicialista José Dariel Abreu. También Frederick Cepeda: a pesar de sus 32 años, técnicamente es el mejor bateador. Los otros deben subir por la escalera. Y quizás no lleguen a Grandes Ligas.

Pero repasemos lo que el tope nos dejó. Estados Unidos no vino con todo su arsenal. En casa quedaron los peloteros universitarios más relevantes. Vinieron con una selección potente, sobre todo por su pitcheo, todos con más de 90 millas en sus rectas, buenos rompimientos y comandos de lanzamientos.

Son deportistas de primer y segundo año en sus respectivas universidades. Deben pulir defectos. En la defensa de campo lucieron fatal. Por esa causa perdieron dos encuentros.

Cometieron 11 errores en 5 partidos. Con el madero tampoco asombraron. Las bolas quebradas les partían la cintura. Su virtud es el swing rápido. Muy buenos bateadores de rectas.

Aemás del acostumbrado buen biotipo del jugador estadounidense, tienen fuerza en sus muñecas. Lo mejor lo aportó el pitcheo.

Todos tiran rectas entre 92 y 94 millas. Y algunos como Michael Lorensen llegan a 98 millas en su bola rápida. El as era el zurdo Carlos Rolon, quien lanzó el partido final. No lo hizo mal. Permitió 3 carreras en 7 innings y se le vieron maneras.


Estados Unidos ganó dos encuentros, el primero 4 carreras por 3. Y el quinto 5 por 4. Cuba venció en tres. Dos por errores del contrario, que les abrió las puertas de la victoria. 9 carreras por 8 y 7 a 6. El domingo la selección nacional venció por el margen más amplio, 5 a 2.

A pesar de los triunfos, la novena del patio evidenció lagunas. La ofensiva sigue siendo muy inconsistente. Varios de los peloteros que tomaron parte en esta lid han topado con rentados y jugado en Clásicos beisboleros.

El antesalista Yuliesky Gourriell sigue con el bate frío. Por sus buenos números y variadas herramientas de juego debiera ser el mejor pelotero cubano. Pero su rendimiento en los últimos seis años en la arena internacional muestra un retroceso notable en su nivel ofensivo.

Rusney Castillo, la nueva perla de la pelota local, es un beisbolista que pinta para grande. Pero no hizo su papel como primer bate. No está acostumbrado. Castillo es tercer palo en su equipo, Ciego de Ávila.

Y en los cinco partidos se vio tirándole a lanzamientos fuera de zona. El receptor Ariel Pestano ya ha visto pasar sus mejores días en la pelota. Al bate es un out por regla. Si está ahí es por su mascoteo, y porque no hay otro receptor de nivel.

La caída notable del béisbol cubano se nota en los parámetros técnicos de los pitchers. Los nuestros tenían como promedio menos velocidad en sus rectas y bolas de rompimientos.

Incluso, el pitcheo, que ha sido el arma más efectiva en las últimas versiones de equipos nacionales, lanzó por encima de 5 carreras por partido.

En la actual temporada, los bateadores cubanos no se enfrentaron a lanzadores del nivel de esa escuadra universitaria. Por eso muchos sufrieron para conectar.

Solamente José Dariel Abreu y Frederick Cepeda mostraron que a día de hoy son los dos mejores bateadores que tiene el país. La afición fue apática. En ninguna de las jornadas hubo más de 10 mil fanáticos (el Estadio Latinoamericano tiene capacidad para 55 mil espectadores).

Quizás estén dando una tregua. Esperando competencias de más nivel como las Olimpíadas de Londres, que están al doblar de la esquina. Lo que sí resultó evidente es que estos topes no despiertan el mismo interés de antaño. Ya no llenan estadios.