Hambre y desidia en zoológicos de Cuba

Entrada al Zoológico de Caibarién.

Aunque el régimen de La Habana históricamente se ha empeñado en divulgar cifras alentadoras, desde 1959, a pesar de los subsidios de la desaparecida Unión Soviética y del petróleo venezolano de la era chavista, el profundo deterioro de la economía cubana es una realidad fácilmente comprobable.

La permanencia del control totalitario ha empujado a la nación a vivir en una especie de eterna crisis, que afecta a la inmensa mayoría de los ciudadanos, para quienes conseguir alimentos suele resultar una odisea cotidiana. Las penurias y la decadencia se han enquistado en todos los sectores.

Los parques zoológicos no se salvan. Esos sitios donde se supone que las familias, sobre todo los pequeños, disfruten de los encantos de la vida animal, muestran hoy un panorama desolador. Al parecer tocan fondo, sumidos en una profunda crisis alimentaria que las autoridades no han conseguido paliar.

Zoológico de La Habana

En mayo de este año, el diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, publicó un artículo titulado la “Suciedad en el Zoológico, el precio de la inconciencia”, donde se exponen “actitudes negligentes” de los visitantes que “afectan el hábitat natural de los animales”. El texto critica la carencia de leyes para multar a quienes ensucien las instalaciones o lastimen a los animales, pero no menciona la mala alimentación y las condiciones en que éstos viven.

Cocodrilo entre desechos en el Zoológico de La Habana (Alejandra García).

Hace sólo unos días, en el programa Libre acceso del Canal Habana, Lázaro Luis Balido Perdomo, director comercial del Jardín Zoológico de La Habana, habló del “costoso mantenimiento” de la institución, “donde se incluye la alimentación de los animales” y expuso las “opciones económicas” que implementarán este año con el objetivo de obtener fondos, entre ellas el alquiler botes y caballos para paseos, así como la venta de pieles de animales sacrificados a “empresas que comercializan el cuero”.

No pocos se sorprendieron ante el insólito comentario del funcionario, que evidencia la desesperación ante la imposibilidad de alimentar los 825 ejemplares, de 96 especies, que habitan actualmente en el otrora fabuloso parque, fundado en 1939, el más antiguo de su tipo en el país.

En el mismo espacio televisivo se trasmitió un reportaje donde visitantes lamentaron el abandono de las instalaciones y la falta de higiene en las jaulas y fosos. Sin embargo, la situación del "Zoológico Nacional" o “Zoológico de 26”, como también se le conoce, no es la más alarmante si se compara con otros en el interior de la isla.

Zoológico de Caibarién

La subsistencia de los animales en el parque Zoológico de Caibarién, en la provincia central de Villa Clara, ha ido agravándose cada vez más después que el huracán Irma arrasara con parte de la ciudad en septiembre pasado.

Una vecina de la zona alimenta a los macacos en el Zoológico de Caibarién.


Imágenes compartidas por los caibarienses en las redes sociales, muestran la situación actual del parque, que luego del paso de Irma ha permanecido cerrado para el público, pero donde aún permanecen las especies que han logrado sobrevivir a la falta de alimentos.

Pedro Manuel González Reinoso relata en el blog Guardabosques cómo los vecinos del parque, “conmovidos por los alaridos de las bestias, acuden cada tarde con su cacharro de sobras y granos incombustibles”.El bloguero explica que el guardia de seguridad deja entrar a los vecinos “violando una cerrera ley de “ordeno y mando” bajo cláusula de “seguridad” insegura, acto que debe redundar en despido si lo cogen “con las manos en los huesos” porque nada de masa”.

El bloguero explica que el guardia de seguridad deja entrar a los vecinos “violando una cerrera ley de “ordeno y mando” bajo cláusula de “seguridad” insegura, acto que debe redundar en despido si lo cogen “con las manos en los huesos” porque nada de masa”.

Con un lenguaje donde se mezclan la denuncia y la ironía, González Reinoso ha dejado testimonio de la penosa realidad del zoológico.

Una mona y su crío son alimentados por un vecino con granos de chícharo.

Los monos adoran los chícharos crudos (ni que fueran cruzados con palomas) y los caballitos que nunca aprendieron a pastar como es debido sino a comer del pesebre hierbas cortadas y hasta cereales, prefieren los panes indigeribles de la bodega y cuanta “golosina” les sea arrojada. Los macacos salen a robar lo que encuentran, por un huraco de su jaula rota. Por ahí mismito entran a pernoctar con la panza repleta de latrocinios”, narra el Guardabosques.

Cuando las inclemencias del tiempo impiden a los vecinos acercarse hasta el parque, “no es posible dormir bien en todo el vecindario, a causa de tan selváticos chillidos en la alta noche. Sólo los dos leones callan, porque ellos rugen exclusivamente cuando han comido. Pero bueno, no resultan ser de los peores nutridos, porque restos de decomisos del ganado mayor sacrificado por matarifes expertos en la periferia, acaban entre sus fauces. Y eso sucede con bastante frecuencia”, destaca el articulista.

Los dos famélicos leones del Zoológico de Caibarién.

En cambio, los trabajadores del parque, que otrora visitaran muchos de los infantes de La Villa Blanca, no se han quedado de manos cruzadas frente a la desidia gubernamental. Según cuenta González Reinoso, algunos empleados acuden a los mercados agrícolas de las cercanías y solicitan les dejen barrer al terminar las “esporádicas ventas” del día, para así recolectar unos pocos desechos que puedan ayudarles a alimentar a los animales.

Como era de esperar, no pocos animales han muerto, entre ellos la hiena y varios felinos. De los dos pavos reales, sobrevive uno. Y el avestruz “fue desplumado por alguien agazapado con ignotos fines, lo que empeoró su estado de salud con una fulminante neumonía a causa de la ubicua humedad”. Su pareja se ha quedado sola.

Todos peces han perecido. “Se quedaron sin agua respirable en las peceras, que destilan un fragoroso verde limo, ideal para batracios, alimañas e insectos dañinos” y las dos tortugas “comen cada 3 meses (…), se han salvado de milagro porque moran solas en un islote en medio de un charco podrido”.

Las pesceras del Zoológio de Caibarién.

De los cocodrilos se desconoce el paradero. “Se han vuelto prófugos constantes y ha habido que apelar a bomberos y policías para retornarlos al redil. Se zampan a un perrito o un gatico de cuando en vez, que otras bestezuelas como ellos les arrojan impunemente a los fosos, haya o no niños mirando semejante atrocidad. Espectáculos muy tristes que se repiten ¿hasta la derrota siempre? en una ex ciudad que también lo es”, concluye el Guardaboques.

Zoológico de Camagüey

Pero el de Caibarién no es el único zoológico del interior de Cuba que sufre la desidia del régimen. Hace unos días la periodista independiente Inalkis Rodríguez Lora visitó el Zoológico de Camagüey.

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Inalkis Rodríguez relata la situación actual del Zoológico de Camagüey.

“Cada vez que voy salgo más deprimida porque está en peores condiciones”, dijo a Radio Martí.

"En la jaula de los leones una bocina chillona amplifica músicas infantiles", cuenta Rodríguez Lora

“Los patos en un nuevo proceso de adaptación, aprendiendo a nadar en lo seco junto con los flamencos. Las jaulas de los monos muy sucias porque desde el día antes no se limpiaban, según comentó un trabajador de allí, que en ese momento le tiraba la comida ahí mismo arriba de la suciedad".

"En el techo de la jaula de los leones una bocina chillona que no paraba de amplificar músicas infantiles. Unas cuantas jaulas vacías porque seguramente el animalito pasó a mejor vida”, escribió Rodríguez Lora en su página de Facebook.

“Que alguien me explique ¿cuál es el objetivo que cumple este zoológico?”, pregunta la defensora de los animales y del medio ambiente.

Gonzalez Reinoso, en el blog Guardabosques, asegura que el administrador del Zoológico de Caibarién, Orelvis López, en una entrevista con la emisora Radio Caibarién (CMHS), expresó su “preocupación por el futuro del antiguo parque, devenido escombros”.

Pero hasta el momento las autoridades de la ciudad y la provincia han hecho oídos sordos y la alimentación de los animales continúa recayendo en personas que viven cerca del parque, quienes por voluntad propia llegan diariamente a la instalación a compartir lo que pueden con los famélicos animales que las instituciones gubernamentales son incapaces de mantener a salvo. Otra evidencia de la ineficacia del sistema impuesto en la isla hace casi seis décadas.