COVID-19, una segunda condena para presos políticos en Nicaragua

Un recluso abandona la cárcel La Modelo en Nicaragua. REUTERS/Oswaldo Rivas

El horror que padecen los prisioneros en las cárceles de Nicaragua, especialmente los condenados por motivos políticos, se pone de manifiesto en un reportaje realizado por Newsweek y reproducido por Amnistía Internacional, en el cual se describe la situación de hacinamiento, la falta de higiene, la ausencia de cuidados médicos elementales, todo ello unido a los maltratos físicos y psicológicos y el déficit de alimentación.

Construida para albergar aproximadamente 2, 400 personas, ya en 2013 entre sus paredes se hallaban encerrados unas 4, 600,

“La Modelo”, como se le conoce al complejo carcelario Jorge Navarro, es considerada la prisión más grande y también la más antigua de Nicaragua. Construida para albergar aproximadamente 2, 400 personas, ya en 2013 entre sus paredes se hallaban encerrados unas 4, 600, según datos ofrecidos por el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH) quien, además, informa que el gobierno Ortega-Murillo ya no hace públicos los datos de prisiones ni permite las visitas de organismos defensores de los derechos humanos.

Según expertos y abogados defensores, la situación es mucho peor en estos momentos, cuando el hacinamiento es mucho mayor, las condiciones de salubridad y alimentación son aún peores, crean un caldo de cultivo fructífero para el la proliferación del COVID-19. Toses y estados febriles, lamentos de agonía de prisioneros que desaparecen de sus celdas y nunca más vuelven a tener noticias de ellos son los testimonios que algunos reclusos logran transmitir a sus familiares.

¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Daniel Ortega para mantenerles en silencio?”

Al respecto, Erika Guevara, directora para las Américas de Amnistía Internacional, ha dicho que “Nicaragua está enfrentando una disyuntiva de vida o muerte. Estamos hablando no solo de la libertad sino de la vida de decenas de personas que fueron puestas tras las rejas para silenciarlas. La pregunta es: ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Daniel Ortega para mantenerles en silencio?”