César Santos: un niño malcriado

"4-ever", por César Santos

El autor comenta una exhibición sorprendente del artista cubano. Vea las obras al final del artículo

César Santos (Cuba, 1982), cuyas dotes endiabladas para el dibujo y la pintura recuerdan las de un maestro renacentista, ha inaugurado una exposición de su obra más reciente y ha sorprendido a sus seguidores con una vuelta de tuerca que parecería no tener pies ni cabeza.

César Santos, autorretrato, 2008

El artista capaz de hacer un retrato al óleo con una precisión y una densidad notables, o de hacerse pasar por Leonardo, Caravaggio, Rembrandt, Vermeer, Van Gogh o Picasso, citando fragmentos de algunas de sus obras o rehaciéndolas a su aire, le ha entregado una caja de creyones al niño que lleva dentro y lo ha invitado a dibujar, garabatear y pintarrajear encima de una serie de telas suyas terminadas, como si harto de tanta perfección sólo le atrajera atentar contra ésta, o como si la perfección se le hubiera revelado imposible sin la colaboración de ese niño que tan pronto raya el rostro de una novia pintada con realismo consumado y le arrima un hombrecillo monstruoso y un novio ridículo, como rodea la cabeza de un anciano moribundo, de boca entreabierta y mirada ausente, con un enjambre de mariposas de trazo vacilante, el trazo de un niño que aspira a posesionarse de una partícula volandera de la realidad.

El visitante a la exposición deambula por ella abismado ante el coraje de Santos para sobreponer al acabado impecable de más de una de sus obras al óleo, algunas de gran formato, esas majaderías infantiles hechas a creyón que, de improviso, parecen venir a rescatar a los retratados de sus entornos ceñudos o rutinarios, de sus angustias y quehaceres; a devolverles el niño o la niña que fueron, encarnando algunos de sus recuerdos más remotos.

César Santos, autorretrato, 2014

Santos, graduado de la Academia de Ángel en Florencia, todo destreza, energía e intuición, asegura haberse dado el gusto de su vida dibujando como jamás le fue dado dibujar o se permitió a sí mismo hacerlo, ávido, desde que era niño, de emular a los artistas adultos, de pasar por uno de ellos, y capaz, gracias a sus facultades, de salirse con la suya. La irrupción del chiquillo que jamás se consintió en ser, en el marco de su obra madura, ha representado una dificultad: la de aprender a dibujar como ese chiquillo, desembarazado del don y las pretensiones que lo secuestraron y de los que hoy se atreve a prescindir.

Me pregunto cómo reaccionarán los coleccionistas de la obra de Santos, acostumbrados a verle hacer derroche de virtuosismo, ante este mocoso inesperado que, de repente, apropiándose de esas telas que alguna vez fueron merecedoras de respeto, los exhorta a jugar con ellas y con él, a deshacerse de toda gravedad, a recuperar el niño que cada uno de ellos fue e incluso a secundar al pintor y, quizás, creyones en mano, garrapatear las obras de sus colecciones privadas.

César Santos no juega, o juega, pero como sólo saben jugar los niños, según Johan Huizinga, historiador y teórico cultural holandés: en serio. Lo demuestra el nombre de la exposición: Drawings. Los óleos que abundan en ella no cuentan, cuentan los dibujos a creyón del niño que el pintor ha llegado a ser y que ambos, divertidos e insolentes, han hecho sobre esos óleos.

Nota: Drawings, la nueva exposición de César Santos, se presenta en la galería Waltman Ortega Fine Art y podrá visitarse hasta el martes 6 de octubre. Dirección de la galería: 2233 N.W. 2nd Avenue, Miami, FL 33127. Teléfono: + 1 (305) 576 5335. Todas estas obras se reproducen por cortesía del pintor.

Obras de César Santos