Frankesteins mecánicos

Los autos de La Habana

Cuba es el museo de automóviles viejos más grande del planeta, donde decenas de miles de autos, jeeps y camiones de los 40 y 50 todavía ruedan.
No todo es lo que se ve. Pero el Chevrolet rojo de 1957 de Agustín tiene muy buena pinta. Aparcado en las afueras del hotel Saratoga, su dueño hace un descanso para un tentempié.
Mientras devora un pan con perro caliente, que baja con un refresco de limón, muestra orgulloso el excelente estado de su coche. Por fuera parece recién salido de los talleres de Detroit.
Magnífico modelo. Cromado perfecto. Y el tapiz de los asientos parece de fábrica. Cuando se abre el capó, llegan las sorpresas.
El motor es un híbrido. Un auténtico Frankestein. La caja de velocidad es de un Gely chino. Y el motor de un Hyundai. Al preguntarle de dónde sacó las piezas para echar andar el Chevy, sonríe con malicia, “por ahí, de lo que se cae del camión”.
En Cuba hay miles de carros como el de Agustín. Se ha montado un negocio altamente lucrativo con la reparación y mantenimiento de los viejos autos made in USA.
La isla es el museo de automóviles viejos más grande del planeta. Decenas de miles de autos, jeeps y camiones de los años 40 y 50 ruedan por las calles y autopistas cubanas. Cerca del 90% de estos vehículos tienen su corazón mecánico trocado.
Debajo de su carrocería poseen motores modernos de gasolina o diesel que no se venden en la red de tiendas por divisas. Toda la parafernalia ingeniera sale por la puerta trasera de talleres y empresas del Estado.
Se han dado casos de robos de coches y furgonetas estatales. “Tienes que estar con cien ojos, si no tienes un parqueo seguro, te lo roban”, asegura Mario, trabajador de ETECSA.
También ocurre que jefes de talleres dan baja a vehículos por deficiente estado técnico. Y con rapidez son desguasados, para vender las piezas. En empresas con capital extranjero, como Tri Star o la del armenio Tokmajián, ahoras cerradas, sus trabajadores se ponían las botas.
Al menor descuido, sustraían componentes y piezas para vender en el jugoso mercado clandestino de autos. “Imagínate, algunos de estos carros yanquis tienen más de 70 años. La lata de la carrocería es muy buena, pero el motor no es eterno. Sobre todo si lo utilizas como taxi”, explica Jacinto, mecánico.
Es precisamente en la transportación de pasajeros donde más se usan los viejos coches gringos. Solamente en La Habana ruedan más de 6 mil autos y jeeps estadounidenses.
Bajo su caparazón, la mayoría tiene una ingeniería moderna. Cada “almendrón” habanero trabaja como promedio 12 horas al día. Y más también. Ya existen 'mini compañías' de personas que son propietarias de varios jeeps y autos.
Los rentan entre 600 y mil pesos diarios a choferes con licencia por cuenta propia. Un 'bisne' rentable para ambos. Oscar es dueño de seis vehículos. Alquila cinco, menos el suyo. Y todas las tardes, a las 6, espera sentado en un café al aire libre, a que el chofer le entregue las llaves y 600 pesos, si es un auto, y mil pesos si es un jeep de 10 plazas. “El taxista se busca entre 800 y 1,200 pesos diarios. Yo le garantizo el combustible. Y tengo un taller móvil en caso de rotura. Si se produce un accidente, los daños debe pagarlo él. Mis coches trabajan dos turnos, uno de 12 horas y otro de 8”.
Sus cinco vehículos tienen accesorios y motores modernos. Les da mantenimientos programados. Y cuando sucede un percance severo, le cambia el motor. Oscar, y otros como él, compran el combustible por grandes cantidades en el mercado subterráneo y lo envasan en tanques metálicos de 55 galones.
También se apertrechan de piezas, neumáticos, cajas de velocidad y motores ofertados en bolsa negra. Los 'carricoches' gringos son las gallinas de los huevos de oro.
Quienes se dedican a la compra y venta de autos viejos no creen que, a pesar de la autorización del gobierno de Raúl Castro que a partir del 1 de octubre de 2011 permite comprar y traspasar coches, los precios de venta de los vehículos norteamericanos caigan estrepitosamente.
“Los carros americanos son más fuertes que los rusos de los años 80 y que los Peugeot, Gely o Audi vendidos en agencias estatales. Pueden trabajar muchas horas. Tienen una carrocería que ya quisiera tener un auto del siglo 21. Fueron construidos con material bélico sobrante de la II Guerra Mundial. Pero es cierto que están sobrevalorados. Las 'joyas' cuestan entre 10 mil y 35 mil dólares, pero si los utilizas como taxi, en dos años y medio recuperas la inversión”, apunta Ovidio, un mecánico que se ha especializado en los añejos autos fabricados en Estados Unidos.
Los 'almendrones' se han convertido en una empresa rentable. Por tanto, el mercado negro de motores y piezas de recambio seguirá a todo vapor. Y los Frankestein mecánicos continuarán rodando. Por La Habana y por toda la isla.