Exlíder comunista chino enfrenta juicio

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Fotografía facilitada por el Tribunal Intermedio de Jinan, del juicio al expolítico chino Bo Xilai por diversos delitos de corrupción.

Bo Xilai, ex jefe del Partido Comunista en Chongqing, afronta un juicio por presunto abuso de poder, soborno y malversación.
Lejos de mostrarse dócil, el exfuncionario comunista Bo Xilai, acusado de soborno, malversación y abuso de poder, respondió este jueves combativo a los cargos presentados durante la primera sesión de un juicio cargado de pompa y circunstancia, afirmó la agencia Efe.

Pulcramente afeitado, ojeroso y envejecido. Así aparecía Bo en su primera imagen oficial desde que fue destituido de su cargo como dirigente de la ciudad de Chongqing (centro) hace 17 meses.

Policías vigilan una manifestación cerca del Tribunal Intermedio de Jinan en China hoy, jueves 22 de agosto de 2013, donde se lleva a cabo el juicio contra el expolítico chino Bo Xilai.


Pese a ese aspecto demacrado, el expolítico sorprendió por su determinación y vehemencia al negar varias acusaciones en la vista que comenzó hoy en el Tribunal Popular Intermedio de Jinan, capital de la provincia oriental china de Shandong.

Entre ellas, desmintió haber aceptado sobornos del empresario Tang Xiaolin y aseguró que, si se había declarado culpable previamente de ese cargo, había sido "sin querer".

"No es cierto que Tang me diera tres veces dinero", señaló.

Bo está acusado, entre otros cargos detallados hoy, de haber recibido sobornos por valor de 21,8 millones de yuanes (unos 3,5 millones de dólares) entre 2000 y 2012 de dos empresarios de Dalian (noreste), Tang Xiaolin y Xu Ming.

Aunque había asumido la responsabilidad legal, Bo aseveró que entonces su "mente estaba en blanco y desconocía los detalles", y calificó a Tang como "perro rabioso".

Asimismo, rechazó haber recibido dinero del empresario y amigo de la familia Xu Ming, un constructor enriquecido durante la alcaldía de Bo en Dalian que acudió hoy a testificar.

Según algunas publicaciones, Xu, uno de los hombres más acaudalados de China, habría pagado a cambio al hijo del exdirigente, Bo Guagua, sus estudios en Harrow, Oxford y Harvard, además de viajes a todo lujo a exóticos destinos africanos.

En la misma actitud "negacionista", Bo tildó de "ridículo" un testimonio atribuido a su esposa, Gu Kailai -en prisión desde hace un año por el homicidio del empresario británico Neil Heywood-, leído hoy por la Fiscalía.

El texto subraya que Gu admitió que sacó 80.000 dólares y cientos de miles de yuanes que la pareja guardaba en cajas fuertes compartidas y los empleó durante una estancia en el Reino Unido mientras el hijo de ambos estudiaba allí.

Bo afirmó que Gu tenía sus propios fondos, mientras sus abogados defensores alegaron que la mujer padece una enfermedad mental y por tanto su testimonio no debería admitirse en el proceso.

Todos estos pormenores de la vista fueron relatados por la cuenta del propio tribunal en Weibo -red social china similar a Twitter-, que se convirtió en la principal fuente de información de un juicio al que sólo se permitió entrar a una quincena de periodistas chinos.

Pese a la "digitalización" y al esfuerzo de Pekín por mostrar un proceso transparente e independiente, el resultado es más parecido a una obra de teatro que a una vista convencional.

En apenas un kilómetro cuadrado de distancia y con el tribunal como epicentro, las autoridades chinas han pretendido facilitar la cobertura a los más de 200 periodistas extranjeros acreditados mediante estrictos métodos de registro, la instalación de salas de prensa o la adecuación de espacios para filmar cercanos a la corte.

Tan sólo algunos episodios se escaparon hoy de la milimétrica organización, como los gritos de varios defensores de Bo que se acercaron a los juzgados a defender al exlíder.

Aunque la Policía resolvió de forma pacífica el revuelo -llevándose a algunos de los "exaltados" en furgones- y se ha tratado de episodios puntuales, reflejan el miedo del Partido Comunista a descontrolar los detalles del juicio y los apoyos que aún tiene el carismático exlíder.

Bo, que hasta marzo del año pasado soñaba con llegar al Ejecutivo central chino, se sienta en el banquillo de los acusados después de que en febrero de 2012 su "mano derecha", Wang Lijun, hiciera saltar la liebre al buscar asilo en un consulado estadounidense y revelar la implicación de Gu en el homicidio de Heywood.

Mientras Gu cumple pena de muerte suspendida (en la práctica cadena perpetua) y Wang quince años de cárcel, a Bo se le acusa también de haberse apropiado de cinco millones de yuanes (más de 800.000 dólares) de fondos públicos para un proyecto clasificado, y de abuso de poder entre 1999 y 2006 como alcalde y secretario general del Partido Comunista en Dalian y como ministro de Comercio.

Aunque se espera que el veredicto no se conozca hasta septiembre, la vista continuará mañana, viernes, bajo el mismo estricto control. Sólo falta por ver si Bo decide plantar de nuevo cara en el juicio.