Multitud ovaciona de pie a Benedicto XVI

Fotografía de archivo tomada el 9 de febrero de 2013 que muestra al papa Benedicto XVI bendiciendo a los miembros de la Orden de Malta durante una misa en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

En un gesto inusual, los obispos se quitaron sus mitras como muestra de respeto y algunos de ellos lloraban conmovidos.
Una multitud congregada en la Basílica de San Pedro brindó una estruendosa ovación este miércoles por la noche al Papa Benedicto XVI en su última misa pública, la cual estuvo cargada de emotividad, antes de su renuncia a fines de mes.

"Gracias, ahora regresemos a la oración", dijo el Pontífice de 85 años, poniendo fin a varios minutos de aplausos que claramente lo emocionaron.

En un gesto inusual, los obispos se quitaron sus mitras como muestra de respeto y algunos de ellos lloraban conmovidos.

Benedicto XVI, visiblemente conmovido, dijo el miércoles a feligreses de todo el mundo que confiaba en que su sorprendente renuncia al cargo -la primera de un pontífice en 600 años- no dañe a la Iglesia.

Mientras, el Vaticano anunció que el cónclave en el que se elegirá a su sucesor comenzaría en algún momento entre el 15 y el 20 de marzo, manteniendo las normas eclesiásticas sobre los tiempos de tales reuniones en estos casos.

"Continuad rezando por mí, por la Iglesia y por el futuro Papa", dijo al comienzo de su audiencia general semanal, su primera aparición desde que el lunes anunciara inesperadamente que dejaría el cargo el 28 de febrero.

Se trata de la primera vez que Benedicto XVI, de 85 años, pronuncia las palabras "futuro Papa" en público. El pontífice cambiará el esplendor del Palacio Apostólico, del siglo XVI, por un sobria residencia moderna en un monasterio dentro de los terrenos vaticanos.

Los responsables de la Iglesia siguen tan impactados por la decisión que los expertos vaticanos tienen aún que decidir cuál será su título y si continuará llevando el hábito blanco de papa, el rojo de cardenal o el negro de sacerdote.

Su voz sonó con fuerza durante la audiencia, pero claramente estaba conmovido y sus ojos parecieron humedecerse ante un aplauso ensordecedor en la moderna y gran sala de audiencias del Vaticano, repleta con más de 8.000 personas.


En unas breves palabras en italiano, similares a las que leyó en latín ante los estupefactos cardenales el lunes, pareció querer calmar el temor de los católicos hacia lo desconocido.

Su mensaje fue que Dios continuaría guiando a la Iglesia. "Tomé esta decisión en plena libertad por el bien de la Iglesia tras rezar durante mucho tiempo y examinar mi conciencia ante Dios", dijo.

Añadió que conocía bien "la gravedad" de tal decisión, pero también que ya no tenía la fuerza necesaria para dirigir una Iglesia con 1.200 millones de fieles.

Benedicto XVI expresó que se apoyaba en el hecho de que "la Iglesia pertenece a Cristo, que nunca dejará de guiarla y de cuidarla", y sugirió que los fieles deberían sentirse reconfortados por eso.