El "discreto encanto" del American Way of Life que seduce a los cubanos

Un hombre posa con una camiseta con las banderas de Cuba y EEUU el 20 de enero de 2016, en el Paseo del Prado de La Habana (Cuba).

El 70 por ciento de los seriales y filmes trasmitidos por el ICRT proceden de Estados Unidos. En los estanquillos privados suelen vender discos piratas con documentales, musicales y películas pornográficas bajadas ilegalmente de canales o webs estadounidenses.

En la elegante oficina privada Leo&Migue, en la Calle 11 entre 14 y 16, Vedado, es imposible quejarse por la calidad del mobiliario en venta o una asesoría poco profesional. Cuando usted recorre el local observará muebles diseñados según las últimas tendencias internacionales, aunque los precios son de apaga y vamos. Un juego de sala y comedor para un apartamento pequeño fluctúa entre 1,500 a 2,000 pesos convertibles, el salario de dos años de un médico o un ingeniero.

Una atenta empleada te muestra un profuso catálogo con fotos de sofás, mesas, camas y multimuebles. Si el cliente prefiere, los muebles se encargan de acuerdo a su gusto.

Un día entre semana, un matrimonio habanero escuchaba fascinado algunas recomendaciones de una especialista en decoración de interiores: “Les sugiero muebles de microfibra y cuatro butacas en forma de escuadra. Se usan mucho en Estados Unidos para aprovechar espacios relativamente pequeños”, señalaba y la pareja asentía complacida.

También se exhiben muebles de diseños autóctonos. Pero el matrimonio y otros cuatro clientes se decidieron por lo que suponen son las preferencias mobiliarias al otro lado del Estrecho de la Florida.

En su narrativa seudonacionalista, Fidel Castro se caracterizó por ser un feroz crítico de las sociedades capitalistas y en particular de la norteamericana. En un rapto de delirio, prometió a los cubanos que iban a consumir más queso y leche que en Holanda o tendrían una mejor calidad de vida que en Manhattan.

Esas promesas, como tantas otras, se las llevó el viento. Pero en Cuba se comenta que Castro fue y sigue siendo un apasionado de los últimos avances tecnológicos estadounidenses.

“Cuando Estados Unidos conquistó la luna, el 20 de julio de 1969, Fidel vio las trasmisiones por vía satélite desde un aula de la Universidad de La Habana. Siempre fue un partidario de la industria, ganadería, agricultura y biotecnología de los yanquis. Le encantaban las firmas Caterpillar, GM e IBM”, comenta un ex miembro de la Seguridad Personal.

Una ex reportera oficial recuerda su sorpresa cuando a mediados de los 80 fue citada al despacho de Carlos Aldana, entonces jefe del departamento ideológico del comité central, y cerca de su buró tenía dos televisores de grandes pantallas. En uno se podía ver CNN en inglés (la emisión en español comenzó en marzo de 1997) y en otro, el Canal Telerebelde. "Todo el tiempo estuvieron encendidos, con el audio bajo. Y la suya, no era la única oficina de la sede central del partido comunista donde entraban noticias y programas directos del enemigo imperialista".

Mientras los caciques verde olivo preparaban al pueblo para una ‘inminente agresión imperialista’, y la anacrónica tecnología soviética proliferaba en la industria local, los mandarines y sus parientes, veían televisión vía satélite, bebían whisky Jack Daniel's, fumaban Marlboro y guardaban los dólares en paraísos fiscales.

Noemí, socióloga, es una estudiosa del período cultural y difusión de contenidos durante la décadas de 1960 a 1980 en Cuba. “Al bloqueo (embargo financiero y comercial) se le puede acusar por no poder comprar medicinas de última generación o productos informáticos de calidad facturados en Estados Unidos, pero no por la supuesta colonización cultural de la que hablan los tracatanes y amanuenses del gobierno”, expresa. Y añade:

“En los primeros 25 años, Fidel Castro implementó una versión tropical de la revolución cultural china, sin llegar a los excesos y atrocidades de Mao. La televisión, el cine, la prensa, la literatura e incluso las artes plásticas, se permearon del realismo socialista. Se censuró la difusión deportiva y otros productos culturales Made in USA. Igual pasó con la música y otras corrientes del pensamiento humano. No fue hasta los 80 que el cine y la televisión estatal comenzaron a abrirse a la cinematografía estadounidense. Y lo hicieron por una sencilla razón: no se pagaban derechos de autor”.

El 70 por ciento de los seriales y filmes trasmitidos por el ICRT proceden de Estados Unidos. En los estanquillos privados suelen vender discos piratas con documentales, musicales y películas pornográficas bajadas ilegalmente de canales o webs estadounidenses.

Recientemente, en un pleno del comité nacional de la UJC, Miguel Barnet, presidente de la UNEAC, declaró: "Somos un país que ha creado muchas posibilidades para que no nos quedemos en casa viento tantas películas chatarra... Lamento no ver hoy a muchos jóvenes participando en la programación cultural en teatros, conferencias, recitales de poesía".

En esa misma reunión, Abel Prieto, asesor de Raúl Castro, alertó sobre la necesidad de ser más agudos frente a quienes buscan un desmontaje cotidiano de valores, tradiciones y la historia, con el propósito de "minar la espiritualidad del cubano". Por su parte, Miguel Díaz-Canel, vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros, recalcó que "ese permanente bombardeo es el método con que intentan dominar, imponer como único el modelo neoliberal y consumista, adormecer conciencias, borrar la memoria histórica, distorsionar esencias, desmontar cuanto nos hace fuertes: el antimperialismo, la unidad, justicia social, espiritualidad, solidaridad y dignidad".

La realidad es menos compleja que el barniz político e ideológico que los emisarios del castrismo quisieron dar en ese pleno de la juventud comunista. Y se pudiera resumir en que la cartelera televisiva de poca calidad y amenidad, provoca que un segmento amplio de la población prefiera contenidos audiovisuales de Estados Unidos.

El ejemplo más notorio es el llamado Paquete, un compendio audiovisual semi clandestino que por 50 pesos oferta programación de canales estadounidenses, en ocasiones con solo veinticuatro horas de retraso.

La idolatría por lo 'americano' va más allá de la cultura, música, filmes o enlatados televisivos. Tener ropa, calzado, computadoras, teléfonos móviles o coches de alta gama fabricados en Estados Unidos es un sueño para miles de cubanos, especialmente los nacidos después del éxodo por el puerto del Mariel en 1980.

Roidel, 24 años, quien se dedica a la reparación de celulares y equipos informáticos, afirma que “nueve de cada diez cubanos con poder adquisitivo prefieren las marcas americanas. Pese a su alto costo, sean computadoras, tabletas o móviles, Apple es la preferida por la gente que gana un billete largo en negocios privados o reciben una buena cantidad de dólares por concepto de remesas. En Cuba es bien valorado el profesional que para su trabajo utilice una laptop HP (Hewlett-Packard) o un PC Macintosh. Y cualquier estudiante de preuniversitario se desvive por un iPhone 6”.

Aunque la prensa del régimen no escribe sobre los salarios que ganan peloteros cubanos en la MLB, fanáticos del béisbol manejan con precisión los sueldos de seis ceros que devengan Aroldis Chapman, Yoenis Céspedes y Pito Abreu.

Se ha vuelto normal ver banderas de las barras y estrellas en 'almendrones', taxis colectivos, bicitaxis o puestos de ventas ambulantes. O estampadas en camisetas, lycras, shorts o gorras de cubanos de a pie, paseando con sus hijos, conectándose a wifi en un parque o caminando de prisa con sus bolsos y jabas en busca de alimentos.

Edilberto, profesor jubilado de historia, considera que la pasión por el American Way of Life nunca ha sido tan poderosa como en estos momentos.“Es un boomerang. Mientras más el gobierno ataca a Estados Unidos, mayor cantidad de personas en la Isla anhelan tener el poder adquisitivo y estilo de vida de un estadounidense promedio”.

Ya en 1998, en El Cuban Way of Life, la periodista independiente Tania Quintero se preguntaba si usar tenis Nike, jeans Calvin Klein o desear tomarse una cerveza Miller, no era "una actitud contestataria de la población, en particular de los jóvenes, ante la intransigencia mostrada por el gobierno, empecinado en negar una historia donde, divergencias y encontronazos aparte, siempre existieron muestras de amistad entre cubanos y estadounidenses, sobre todo en la música y el deporte".

Más allá de la jerga partidista, planes absurdos hasta 2030 y promesas de socialismo eterno, un segmento amplio de cubanos aprecian cambios positivos en la calidad de vida de sus familiares y amigos residentes en Estados Unidos cuando visitan la Isla. Y si no pueden emigrar, al menos intentan vivir como ellos