"Mañana le haremos llegar la noticia a Radio Martí"

El escritor cubano encarcelado Angel Santiesteban narra en Diario en la cárcel XVII: SOS un intento de motín en la prisión 1580 en San Miguel del Padrón, en La Habana.
Anoche, domingo 5 de mayo a las 7 y 45 pm, un recluso -Reniel Agramonte Valle- fue golpeado por dos guardias -Jesús y Andy el karateca-. Los reclusos de ambos barracones comenzaron a gritar contra el atropello y casi todos se asomaron a las ventanas y rejas de salida, mientras los guardias continuaban abusando del joven de 24 años, negro, de cuerpo menudo y famélico.

Los presos comenzaron a golpear la reja hasta que se rompió y se abrió; los guardias al ver a la posible población enervada sobre ellos, huyeron y olvidaron lo numeroso que eran y sus bastones, esos mismos que minutos antes golpearon al recluso en cuestión, y que para entonces había sido llevado a tomar sus pastillas de enfermo crónico mental que se les suministran varias veces al día.

Para detener el posible motín, el oficial superior, cuando llegó al lugar de los hechos, liberó al recluso; cuando lo vieron regresar al barracón comenzaron a calmarse los ánimos de sus compañeros que ya comenzaban a gritar “Abajo Fidel”, “Abajo la dictadura”, “Mañana le haremos llegar la noticia a Radio Martí”, “Sicarios” y “Abusadores”, entre otras.

Hoy en la mañana, cuando los reclusos asistían al desayuno, los recibieron con perros pastores alemanes, aquellos que con solo ver un uniforme de preso comienzan a ladrar y se muestran muy agresivos con ellos, muy al estilo nazi.

En días anteriores también golpearon a varios reclusos y tras las golpizas, los introdujeron en celdas escondidos de la mirada del resto de la población penal para ocultar asi sus dolores y las señales corporales de la violencia ejercida sobre ellos.

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Sembrando el terror

Un día después del intento de motín ocurrido en la prisión, comenzaron las entrevistas y el alejamiento de todas las personas que conversaban asiduamente conmigo.

Me quieren mantener alejado de los reclusos porque me consideran un elemento peligroso para relacionarme con ellos. Y por eso los llevaron a otras barracas.

Ahora los presos temen acercarse a mí porque no quieren verse perjudicados. También me preocupan algunos que dicen no importarle; porque cuando reciben represalias por acercarse a mí, mi cargo de conciencia es grande porque sus destinos empeoran solo por dirigirme la palabra.

Aun así, algunos han cambiado la estrategia y han comenzado a dejarme papeles sobre mi cama con mensajes de solidaridad silenciosa.

Un recluso en huelga de hambre -Jesús Guerra Camejo- por conversar conmigo, también ha sido sacado de la compañía con destino desconocido.

Constantemente los reclusos son entrevistados con el fin de obtener información sobre mi persona, escritos o cualquier dato que pudieran proporcionarles sobre mí.

Publicado originalmente en Los hijos que nadie quiso, el blog de Ángel Santiesteban-Prats.