Limpiando el piso de la planificación

Dos turistas posan junto a carteles con los rostros de Marx, Engels y Lenin en la Plaza de la Revolución de La Habana.

La escasez de frazadas de piso, que tiene a las amas de casa buscando cualquier cosa para asear sus hogares, saltó a las páginas del diario Trabajadores que intentó explicar en un extenso reportaje, por qué las llamadas colchitas de trapear han desaparecido de los comercios de la isla.
Las frazadas de piso han puesto a prueba el viejo modelo comunista de la economía planificada. Y como ha sucedido en tantos otros renglones, esta vez las humildes colchitas de trapear han demostrado que la fómula de la centralización estatal no funciona, por mucho que lo proclamen los Lineamientos del Partido Comunista de Cuba.

Archivo. Una mujer cubana limpia su casa mientras sigue por la TV la intervención especial de Fidel Castro.


La escasez de frazadas de piso, que tiene a las amas de casa buscando cualquier cosa para asear sus hogares, saltó a las páginas del diario Trabajadores que intentó explicar en un extenso reportaje, por qué las llamadas colchitas de trapear han desaparecido de los comercios de la isla.

El artículo titulado Posible solución a la escasez de frazadas de piso, firmado por Gabino Manguela Díaz, comienza vendiendo una esperanza: “La escasez de frazadas de piso en las tiendas del país podría terminar con la llegada desde julio último de 16 contenedores y el incremento previsto en el ritmo mensual de entrada para completar 65 de ellos en febrero venidero, con un total de 8 millones de unidades”.

Explicar las causas es un problema más engorroso cuya responsabilidad tratan de esquivar distintos funcionarios del Ministerio de Comercio Interior (MINCIN).

Pilar Fernández González-Pardo, jefa del Grupo de Ventas Minoristas de Productos No Alimenticios del MINCIN, asegura que en lo que va de año esa entidad ha recibido “unos 2 millones de frazadas con destino a su venta a la población en moneda nacional y de concretarse lo concebido, el mercado deberá estabilizarse —presumiblemente— en octubre próximo".

Cuba consume cada año alrededor de 30 millones de frazadas y la industria nacional solo tiene capacidad para producir 7,3 millones. El resto se importa, a través de Comimport, la Empresa Importadora para el Comercio Interior.

“Entre 2008 y 2010 el MINCIN importó con destino a la población alrededor de 25 millones 300 mil frazadas, que terminaron de entrar en noviembre de ese último año. Nosotros recibimos las solicitudes en ese mes inicial; la primera parte del dinero nos llegó el primero de febrero y la carta de crédito se hizo el 13 de marzo”, dijo Alfredo Cruz Díaz, director de Comimport.

En el 2011 falló la planificación estatal y ningún organismo incluyó frazadas de piso en sus solicitudes importación.

Funcionarios del MINCIN indicaron que la frazada de piso “no es un producto balanceado”, por lo que cada organismo planifica según su mercado. “No previmos nuestra importación de este año para que los arribos comenzaran a inicios del 2012” aseguraron al periódico.

Según, Siuris García Alonso, jefa del Grupo de Comercio Mayorista, la decisión de no importar en el 2011 se debió a que el organismo tenía suficiente inventario de frazadas.

Cálculos matemáticos y justificaciones burocráticas aparte, lo cierto es que limpiar el piso es hoy toda una odisea en los hogares cubanos.

“Varios fenómenos coincidieron: las gestiones de importación del MINCIN comenzaron con varios meses de atraso respecto a años anteriores; TRD no las tenía planificadas y CIMEX contrató una cantidad pequeña; no había cobertura almacenada en el MINCIN para iniciar el 2012 y la industria nacional puede destinar para la población apenas 4,3 millones de unidades. Son razones de peso que, unidas, condicionaron la actual escasez”, justifica el diario.

Sin embargo, en el mundo del mercado libre, de la oferta y la demanda, donde el Estado no es el único y supremo importador, la solución sería siempre más sencilla: producirlas en el país o simplemente que almacenes independientes, importen lo que las personas necesiten y puedan pagar.