Escobar, el patrón del rating

  • David Sosa / martinoticias.com

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La serie sobre la vida del capo colombiano ha tenido un éxito arrollador. La emite Telemundo en EE.UU.
La teleserie “Escobar, el patrón del mal”, producida por Caracol televisión de Colombia, se estrenó recientemente en EE.UU. (la transmite Telemundo), país donde ha resultado un éxito de sintonía. En EE.UU., los primeros días obtuvo un promedio de 2,2 millones de televidentes entre los 18 y 49 años, convirtiéndose en la segunda producción más vista en la historia de esa televisora hispana.

También ha llegado a Ecuador, país donde la polémica se ha encendido porque quien la transmite es una de las cadenas incautadas por el Estado, Gamavisión, a quien han acusado de promover la violencia con este tipo de producciones. “Ecuador, el patrón del mal” ha puesto sobre el tapete la discusión sobre si es conveniente, sobre todo para los jóvenes, otra narconovela, con un personaje que a veces llega a resultar un gordito simpático y dicharachero -y no uno de los criminales más tenebrosos de la historia reciente de América Latina-.

La serie está basada en la vida del capo de la droga Pablo Emilio Escobar Gaviria, colombiano, abatido por el Cuerpo de Élite de la Policía en diciembre de 1993, en Medellín, la ciudad que lo vio crecer y extender su imperio de drogas, poder y crimen. Aunque desde aquí comienza la polémica pues su hermano, Roberto Escobar, conocido como “El osito”, ha desmentido a los policías que intervinieron en el operativo, diciendo que no fueron ellos quienes lo mataron. “!Mentiras!. Mi hermano se suicidó, siempre tuvo claro que vivo no se dejaría atrapar porque ya solo lo esperaba la muerte o la extradición, por eso se anticipó y para no darles gusto a sus enemigos se disparó con su pistola detrás de la oreja”.


Quienes defienden el producto televisivo afirman que conocer la historia de Escobar impedirá que se repitan fenómenos sociales tan nefastos como el suyo. De hecho en Ecuador, donde se transmite desde hace pocos días, aparece un slogan en los intermedios: “Acércate a su historia, para alejarte de su camino”. En cambio sus detractores la ven como una apología al delito, que ensalza como paradigma a seguir a un criminal sin escrúpulos, que mantuvo en jaque durante años a una nación (Colombia), y que impuso su voluntad con métodos violentos, dejando en el camino miles de huérfanos y de instituciones del estado infiltradas por la mafia que él representaba.

Algunos críticos tampoco han visto con buenos ojos que ¡otra vez! se insista en la televisión colombiana con la fórmula droga-mafia-sicarios, y lavado de dinero, para obtener rating. Recientes teleseries como: El cartel, 1 y 2, El capo, La mariposa y La bruja son algunas de las que han dado buenos dividendos aplicando esa receta.

“Escobar, el patrón del mal”, está inspirada en el libro “La parábola de Pablo. Auge y caída de un gran capo del narcotráfico”, de Alonso Salazar, un estudioso del tema de la violencia urbana en Colombia. Salazar puso el foco en la parte humana de Escobar, refiriéndose a sus orígenes familiares, y a la manera en que su personalidad fue haciéndose cada vez más ambiciosa, hasta desbordarse y alcanzar rasgos de psicopatía pocas veces vistos en la historia.

Alonso Salazar buscó los testimonios inéditos de familiares, amigos, vecinos y privilegiados por el capo, logrando un complejo retrato con claroscuros, que lo retratan en su ambivalencia de héroe para los menos favorecidos, que lo veían como una especie de mecenas, y el asesino que logró someter a una sociedad con su escalada de terror indiscriminado y su crueldad desmedida.

Entonces, ¿por qué revivirlo en una serie de televisión? Alonso Salazar responde: “Después de su muerte se han publicado numerosos libros sobre su vida, así como documentales. Solo se esperaba una película o una serie de televisión. Es normal que esto suceda. En México ahora hay abundancia de libros, documentales y algunas películas sobre el narcotráfico. Quizá, la preocupación es que se piense que puede ser muy mala influencia para la gente joven despertar este fantasma. Aquí tenemos la fe de que los medios nos van a hacer mejores o peores personas. Siento mucho decir que antes de la serie, de los libros y las películas, ya éramos lo peor. No los necesitamos para llegar a los puntos más críticos y profundos de la violencia, del fracaso cultural como país y de la desconexión de nuestros valores. Pero lo digo también al contrario: esos programas ni nos van a destruir ni van a ser el gran elemento cohesionador hacia el futuro. Son inevitables en una sociedad donde hay medios masivos que no logran construir mitos, pero sí viven de ellos”.

En su libro, Salazar cuenta los primeros pasos delincuenciales del capo, desde los años en que compraba carros en mal estado de remate, para usar sus placas en otros robados, su incursión en el contrabando, su etapa de asaltante de bancos, así como sus comienzos en el tráfico de coca, “kilo a kilo”. Entremezcla el accionar del hombre caprichoso y violento, con el de patriarca de familia, por la que inclusive llegó a dar la vida, exponiéndose al rastreo telefónico.

En el documental “Pecados de mi padre” el hijo de Escobar, Juan Pablo (un adolescente cuando mataron a su padre; hoy con la identidad de Sebastián Marroquín, en Argentina) parece aclarar el dilema: “La gente no nos puede prohibir que queramos a mi papá, que hayamos tenido una relación afectiva con él, una relación familiar común. Yo creo que mas importante que salir a criticar a Pablo Escobar para caerle bien a todo el mundo, justamente lo que tenemos es que salir a explorar esa historia, entenderla desde sus inicios hasta su final, y hacer consciente a la sociedad para que no se repita”.

La serie televisiva fue cocinada en la factoría de Juana Uribe, la Rey Midas de la producción en Colombia, hija de Maruja Pachón, una de las secuestradas por Escobar, quien ha dado al público ficciones exitosas como “De pies a cabeza”, sobre el mundo del fútbol juvenil. Hay que decir a favor de la serie (olvidando por un momento la polémica alrededor del criminal) que los años mozos de Pablo Escobar están muy bien reconstruidos; el guión resulta ágil y el reparto, bien seleccionado. El rol de Escobar adulto lo asume Andrés Parra (el popular ‘Anestesia’ de El Cartel), un intérprete versátil que llega sin mucho aspaviento a lo que podría ser la gran caracterización de su carrera.
Parra estudió minuciosamente a Escobar -desde el peinado y la dicción, hasta los mínimos gestos- y lo interpretó con honestidad y profesionalismo. Su madre, doña Hermilda, está caracterizada de forma soberbia por una de las mejores actrices de Colombia: Vicky Hernández, una mujer de carácter, precisa para meterse en la piel de una matrona antioqueña, como la madre de Escobar.
A ellos los acompaña una galería de personajes secundarios asumidos por César Mora, Alejandro Martínez, Marcela Gallego y la sex-symbol, Angie Cepeda.

Los riesgos son los de siempre: que el televidente se identifique, a ratos, con un villano que, para los que no vivieron su historia (toda una generación ya), lo vean solo como un ‘paisa’ parrandero, picarón, fiel a sus amigos, y no como al hombre que puso la bomba en el edificio del DAS, fijó precio para la cabeza de cada policía que mataran sus sicarios y que sometió a una sociedad con base en el terror y las amenazas.

El reto más pantanoso en esta producción televisiva fue recrear momentos muy dolorosos en la historia reciente de Colombia. La mayoría relacionados con víctimas de Pablo Escobar, a las que inexplicablemente se les da un nombre ficticio en la serie. Tal es el caso del candidato presidencial Luis Carlos Galán (Nicolás Montero), mandado a matar por el capo en 1989, “el político que hubiera cambiado a Colombia”, según sus hagiógrafos, y su correligionario Rodrigo Lara Bonilla (Ernesto Benjumea), quien era ministro de Justicia.
Los hijos de Galán vivieron su infancia marcados por la tragedia que trajo Escobar a sus vidas con la muerte de sus padres. Varios de los hermanos Galán han incursionado, con éxito, en la política y son personajes públicos en Colombia. Como dato curioso valdría recordar que hace unos años el hijo de Escobar les envió una carta para pedirles perdón por lo que les había hecho su padre. Y tuvieron una pública reconciliación contada en el documental citado antes.

Condensar en capítulos seriados la vida de un hombre que tuvo en vilo al mundo, no es tarea fácil. Dosificar la mezcla de capo de la droga, negociante tramposo y “natural born killer”, con una exacerbada faceta de Robin Hood criollo al que no le tembló la mano a la hora de ordenar los asesinatos de políticos de la época, y periodistas valerosos, que lo denunciaron, como Guillermo Cano, el respetado director de El Espectador, diario al que Escobar dejó hecho añicos con la bomba que le mandó a poner, tampoco.

Por eso los aciertos de la serie son los del libro de Alonso Salazar, publicado en 2001, quien presentó “dimensiones íntimas” y “cuadros complejos” de un ser humano obsesionado por el poder y el reconocimiento de la sociedad. Sus fallas, también.

“La historia de Pablo Escobar que aquí narro (confiesa Salazar) ha sido reconstruida con la mirada de diferentes protagonistas que entrevisté a lo largo de los últimos años. Hablé con algunos de sus familiares, con vecinos, con personas que trabajaron para él (desde obreros hasta sus abogados, pasando por los hombres de su organización), con quienes fueron sus víctimas y, además, con quienes lo combatieron desde el Estado o desde la ilegalidad”. El escritor añade que al final, “sumando voces, he tratado de construir una mirada multifacética de un personaje que con solo mencionarse suscita controversia”.

Los inicios de Pablo Escobar (a quien se ve en la serie haciendo su típica presentación, “Mucho gusto, Pablo Emilio Escobar Gaviria”) como contrabandista de poca monta, pasando por la etapa de principios de los años ochenta, cuando controlaba el 80% del tráfico de cocaína y vivía bajo la fachada de un empresario próspero, sin olvidar las ambiciones políticas del capo (que lo llevaron al Congreso de la República de Colombia) están reflejados exhaustivamente en esta serie.

Lo cierto es que casi 20 años después de su muerte, la imagen de Pablo Escobar está más viva que nunca gracias a “Escobar, el patrón del mal”. Para bien o para mal. Tras alcanzar un promedio de 62,7% de ‘share’ (unos 11 millones de espectadores), no quedan dudas de que es una de las series más exitosas de la televisión en los últimos años.

“Creo que hemos logrado hacer un Escobar de verdad y mostramos al delincuente en toda su dimensión. Hay unos capítulos en los que la gente siente una fascinación por ese personaje y luego entienden el mal del que era capaz”, ha dicho Juana Uribe. Ella debe saber de lo que habla.