¿Cuánto le queda a Assad?

Un cartel anti presidente sirio Bachar al Asad frente a la embajada siria en Londres, Inglaterra, como protesta por la matanza de civiles el pasado viernes en la ciudad siria de Hula.

Un artículo publicado en The Economist hace un pronóstico del conflicto en Siria y se aventura a afirmar que la situación en este país ha llegado a un punto de giro, donde la balanza se inclina a favor de las fuerzas rebeldes.

“En cada revolución existe un momento crucial en que la marea se vuelca contra el régimen: en Egipto, este momento llegó el 28 de enero del 2011, cuando los manifestantes ocuparon la Plaza Tahrir y prendieron fuego en la sede del partido gobernante; en Libia fue el 20 de agosto, cuando la ciudad de Trípoli se levantó contra Kaddafi; y en Siria, este instante llegó el pasado 18 de julio, con el ataque al corazón del alto mando militar”, plantea el artículo How long can the regime last? (¿Cuánto puede durar el régimen?)

“Si esta acción logra desplazar el equilibrio de poder contra el presidente Bashar al-Assad, será algo muy positivo. Sin embargo, la inestabilidad impera en Egipto y Libia a un año de las revueltas y Siria, con fronteras con Irak, Israel, Líbano, Jordania y Turquía, es una zona sumamente convulsa en el Medio Oriente. De manera que quienes deseen el bien para los sirios deben pensar en cómo destronar a Assad y una vez que esto ocurra, cómo mantener al país lejos de los asesinatos y el caos y evitar que la violencia se propague a otras zonas de esta volátil región.”

La nota analiza como el ataque al alto mando militar en Damasco debilitó al régimen en varios sentidos:

Primero, “en la acción murieron hombres de extrema confianza y va a ser muy difícil que Assad, logre suplirlos con figuras de tanta lealtad como las anteriores (se trataba de su ministro de Defensa y su cuñado Assef Shawkat”.

Segundo, “el atentado parece ser resultado de una conspiración, que requirió trabajo de inteligencia y llegar a lo profundo del régimen. También puede dañar la estructura de mando de las fuerzas armadas y los servicios de seguridad. La lealtad del ejército-en el que los altos mandos son de la secta alauita, a la que pertenece Assad y las filas son en su mayoría sunita-era de todos modos una de las debilidades del régimen y la explosión sembró la desconfianza y la sospecha en todos los niveles.”

“El ataque es el último golpe a Assad: en todo el país aumentan las tensiones y las bajas son hoy por hoy aproximadamente diez veces mayores que en Afganistán; las franjas del oeste y noroeste se han convertido en zonas impenetrables para las fuerzas gubernamentales, donde el ritmo de deserciones es cada vez mayor y cerca de una veintena de generales han abandonado las filas.”

“El descontento y la disidencia se hacen más evidentes en las zonas fronterizas. En las ciudades de Homs y Hama son hostiles a Assad. Mientras que los pobladores de Damasco y Alepo, que veían al régimen de Assad como una garantía de estabilidad, con la llegada de los rebeldes a estas ciudades, ya no ven tan claro el tema de la seguridad.”

“El ataque también ha dado al traste con el plan supervisado por Kofi Annan, ex secretario general de la ONU, para negociar un alto el fuego efectivo. Los rebeldes, ahora más cerca de la victoria, no estarán de acuerdo con el plan de la diplomacia y las actividades de monitoreo se han suspendido debido a los combates. En el país, devastado por la guerra civil, no hay posibilidades de armar un gobierno de unidad.”

Más adelante sugieren que es probable que luego del ataque, “Assad recurra a tácticas cada vez más extremas como el aniquilamiento de barrios enteros en Damasco con artillería pesada, provocar una guerra regional, o emplear armas químicas contra su propio pueblo”.

La salida de Assad del país parece ser la solución a este caos. Es probable que hasta ahora Rusia, su único aliado lo abandone a cambio de preservar un papel en una Siria post-Assad.

La revista infiere que a falta de un giro diplomático en la dirección correcta, los gobiernos occidentales deben apostar por apoyar el esfuerzo militar contra Assad, cuyas tropas están fuertemente armadas con el mejor equipo ruso.