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Daisy Expósito-Ulla en The New York Times


No es su primera vez en la prensa, ya que desde su meteórico ascenso en una de las grandes multinacionales de mercadeo, esta empresaria ha estado en el ojo de la noticia y ha merecido premios de la organización Carnegie y el Premio Carvel al Inmigrante, entre otros.

En nuestra entrevista, ella habla de su vida, la vida de una cubana en el mundo americano de los negocios, y de su vida junto a su socio y compañero, el cineasta Jorge Ulla (Guaguasí, En sus propias palabras, Nadie escuchaba).

He aquí la entrevista con Daisy Expósito-Ulla, a la cabeza de D expósito & Partners, LLC en Nueva York, que Armando de Armas obtuvo para MartíNoticias.

MN. ¿Qué recuerda de su niñez en Cuba?

DEU. Una casa llena de afecto: parientes emigrados de España, un pueblito - Güines - cerquita de La Habana, junto al Río Mayabeque, un río limpio, que ofrecía a la vista tonos verdes como de playa…la playa del Rosario, un poco fangosa pero lugar de diversión. Recuerdo la ferretería de la familia, el parque de Güines, la Navidad, unas amiguitas de infancia que volví a ver cuando viajé de vuelta y algunos afectos reencontrados por Internet. Recuerdo a mi hermana Maritza haciendo el papel de maestra, regla en mano, como una verdadera disciplinaria… quien luego sería profesora e inspectora escolar y desarrolladora de programas bilingües en este país. Recuerdo estrenar vestido de El Encanto los domingos y dar vueltas al parque después de la misa y los almuerzos de la Viña Aragonesa. Recuerdo a mis primas Gemma y Lupe y a mi tío Pepe, el pintor y escultor de la familia y sus estatuas de los próceres nacionales en el parque…y recuerdo los olores del campo, esos no los olvido. Y está el recuerdo de parientes mambises (por el lado materno) que habían peleado en la Guerra de Independencia. En la casa estaban las medallas y el machete…

MN. ¿Alguna anécdota que recuerde del viaje o los preparativos en torno al viaje de salida de Cuba?

DEU. En mi memoria hay fragmentos un poco dispersos de ese viaje. Salimos a Canadá y al llegar, como siempre ha recordado mi padre, "vimos la nieve por primera vez". Seguimos en vuelo rumbo a España. Nunca olvidaré que estando en una pensión en Madrid, salió la noticia del asesinato de John F. Kennedy. Aquello deprimió mucho a mi padre que siempre ha sido un hombre de ideas sociales avanzadas.

MN. ¿Fue para usted muy difícil asimilarse a una nueva cultura y, sobre todo, a un nuevo idioma?

DEU. El choque con una nueva cultura, o nuevas culturas, comenzó en España. Nos trasladamos a Galicia a vivir con la parte española de mi familia, en Ferreira del Valle de Oro, relativamente cerca de Mondoñedo… de Santiago de Compostela.

El frío, la nieve, para alguien que llega de vivir en el clima tibio del Caribe, todo eso te cambia la vida. Del acento criollo de Güines pronto había saltado al acento gallego de Ferreira, junto al otro nuevo verdor de sus montañas, entre vacas y cabras, y hasta me atrevía a usar palabras del idioma gallego.

Luego de unos meses allí, el largo viaje del exilio prosiguió hasta Nueva York, al área de Queens. Otro lugar, otra arquitectura, un nuevo salto de ecosistema - ¡otro idioma! El tío Pepe lo tenía todo arreglado, modestamente pero todo muy bien para la llegada de su hermano Alfonso y su cuñada Narcisa (mis padres). Un apartamento de buena claridad, con limpieza, con lo necesario. El y su esposa Elia serían inseparables para mí hasta que fallecieron no hace tanto: mis tíos del día a día, consejeros, carpinteros y decoradores, siempre ahí, para lo que fuera, incluso para varias mudanzas…

El choque cultural lo amortiguó esta unidad familiar, este espíritu de colmena, de apoyo total y constante. De pronto vencí la barrera del idioma: uno, a esa edad, puede con todo - los idiomas, el ambiente, la inesquivable burla de otros niños por ser diferente… o por no hablar inglés bien. Pero abandonar tu país "por obligación" no es algo fácil. Hubo tíos españoles que volvieron a Galicia. A Nueva York vinieron mis abuelas materna y paterna, y el hermano de mi madre, mi tío Cheluco. Fue un éxodo real, un rompimiento muy fuerte…

MN. ¿Qué papel jugaron en ese proceso de aculturación programas de la televisión como I Love Lucy y Father Knows Best?

DEU. El choque con una nueva cultura, o nuevas culturas, comenzó en España. Me nutría de todo lo que veía en la televisión. Soy muy visual. Lo bueno y lo malo me entra por los ojos o mis ojos lo rechazan. Hasta el día de hoy, I Love Lucy es un programa favorito. Después, vino la etapa de saltar de Queens a Nueva York para ir a ver los programas tipo "talk shows", o sea, de animador charlando con invitados: Johnny Carson, Dick Cavett… Era un poco el tipo de entretenimiento de chicas sin recursos y la oportunidad de entender sin proponértelo el fenómeno social que es "América" - los Estados Unidos - y la oportunidad de oír hablar en inglés y pulir el idioma. ¡Además, era gratis!

Con el tiempo, descubrí que en aquellos programas de la tele se había lanzado al viento la semilla de lo que para mi sería una carrera profesional en el mundo de las comunicaciones…

MN. ¿Fue duro para una niña recién salida del Caribe?

DEU. Bastante duro. Pero cuando lo comparas a otros grupos étnicos, a los que sufren discriminación racial abierta y todo eso, los cubanos siempre nos vimos bastante beneficiados por ser piezas de juego de la Guerra Fría y por venir muchos de ellos de clase media.

Comencé a buscar respuestas. Para mejorar, como siempre nos inculcó mi padre, hay que estudiar y trabajar duro. Mi tío tenía un estudio publicitario de confección de anuncios y allí comencé en lo que estudiaba. Me gradué con honores del New York Institute of Technology. Busqué cursos especiales, seminarios, mentores generosos. Me acuerdo que para tomar un curso de producción de televisión había que aventurarse a una zona de Manhattan que en aquel entonces era muy peligrosa. Encima, el curso era hasta tarde en la noche, ¿pero cómo puede uno triunfar si uno no arriesga algo?

MN. ¿Al poder regresar por primera vez a la isla, qué es lo que más le impactó de la situación, física y psicológica, de la gente que un día había dejado atrás?

DEU. El regreso de visita a Cuba me produjo un impacto tremendo. Era como enfrentarse a una foto congelada. Volví antes y después del Periodo Especial, antes y después del desplome del comunismo. El primer viaje me imagino que era como ir a Moscú sólo que con palmeras y un clima cálido y con la gracia de los cubanos, pero ya obraba a favor del lado humano el hecho de los viajes de la llamada Comunidad en el Exterior. Ir después de la caída de los muros relajó las cosas. Ya la gente hablaba más.

Nunca olvidaré entrar a lo que había sido mi casa y ver que lo habían conservado todo igual que lo dejamos. Aquello me marcó muchísimo, ese efecto de foto congelada en el tiempo…

MN. ¿No le ha pasado que, siendo una mujer exitosa, se haya topado con personas, quizá migrantes cubanos de las últimas oleadas o migrantes de cualquier latitud, que piensen que usted nació exitosa, o que el éxito como tal cae del cielo?

DEU. Sí, me ha pasado. La gente que da por hecho que el éxito te cayó del cielo. Hay gente que llega aquí y piensa que eso que aquí llaman el Sueño Americano es algo que se puede conseguir de manera instantánea, como si fuera un café instantáneo. La idea es que eso toma tiempo. Pero no es sólo una cuestión de tiempo; es una cuestión de trabajar disciplinadamente, con un propósito claro, con preparación para ese propósito, con la habilidad y la generosidad de colaborar, de contactar con otra gente; es, además, la pasión que uno pone a favor de ese sueño para resistir los golpes, para volverse uno a parar después de la decepción de una caída. Y de otra y de otra. A mi no me ha sido fácil lograr nada, todo lo contrario.

Busque usted las historias de los cubanos que han triunfado en el mundo corporativo. Desde Goizueta en Coca-Cola hasta Ralph de la Vega en AT&T, son historias de saber vencer precisamente por saber utilizar los obstáculos como impulso para salir adelante. Es esa energía la que uno desearía ofrecer en un futuro en Cuba…

MN. ¿Cómo conoció a Jorge Ulla?

DEU. Una noche que nevaba en Nueva York. Yo editaba con la editora cubana Gloria Piñeyro un comercial de McDonald's de mi agencia, Conill Advertising, que fueron precursores en el Mercado Hispano. Jorge llegó a ver a Gloria pues preparaban la edición de la película Guaguasí.

Estábamos casados cada uno de nosotros y lo que comenzó entonces fue una amistad. El "flechazo" debió ser un año más tarde que nos volvimos a ver después de mucho tiempo y ya éramos libres. Coincidía que otro cineasta cubano, Orlando Jiménez Leal (El súper, Conducta impropia, 8-A) mostraba en privado su película de Julio Iglesias y nos juntamos para ir a la muestra.

Por un tiempo trabajé en la Televisión Pública y para NBC en Nueva York. Nuestra relación se fue fortaleciendo con las coincidencias en gustos y en lo profesional: los dos hacíamos comunicación, publicidad, colaborábamos, y, de hecho él me dijo de la oportunidad que se abría en una agencia internacional - Young & Rubicam - interesados en fortalecer su departamento hispano para llevar este servicio a sus clientes que veían como crecía este mercado de millones de consumidores que es el mercado hispano en Estados Unidos…

La aventura con Y & R, lo de The Bravo Group, lo digo humildemente, me puso en el mapa. Me dio la oportunidad de aprender de verdaderos maestros de mercadotecnia. Fueron mentores muy importantes que me expusieron a las disciplinas más innovadoras dentro de Young & Rubicam cuyo prestigio hacía que la llamaran la Catedral de la Publicidad. Fueron años de aprendizaje y fogueo en pleno Madison Avenue. Creo que me puse de suerte. Me tocó estar en ese mundo en medio de la globalización y las redes transnacionales…

Creció Bravo y Jorge y yo seguimos colaborando. El nos ayudó con ideas, dirigió campañas desde su compañía productora. Es decir, fuimos desarrollando una complicidad de trabajo que se extendía por su lado al cine y la cultura cubana. De hecho, yo mejoré mi castellano y me "recubanicé" muchísimo. Fueron también tiempos de dicha en los que nos vinculábamos en un universo en el que estaban de una u otra forma Guillermo Cabrera Infante, Almendros, Enrique Labrador Ruiz, Heberto Padilla, el pintor Mijares, Chico O'Farrill, Paquito D'Rivera, León Ichaso, Jiménez Leal, Reynaldo Arenas, Lydia Cabrera, Montaner…¡tanta gente!

Ha sido el furor de la publicidad, los viajes, etc., mezclado con la pasión del cine que nos ha llevado de Tokyo a Moscú…a festivales. Y hoy día, tenemos nuestra propia publicitaria con un grupo de socios que son como amigos, como familia.

MN. ¿Qué papel ha jugado el amor en su vida?

DEU. El amor lo es todo. Lo he visto ejemplarmente en mis padres, en su respeto y dedicación mutuos. Hoy día, mi padre padece de Alzheimer y mi madre no traspasa a nadie la responsabilidad de su cuidado. Lo veo en mi hijo Gabriel que tiene también un amor por la vida y por la gente y una pasión desmesurada por la cultura, los países, los idiomas. En casa somos muy de alimentarnos del amor. De primos, sobrinos. De nuestra hija Martha (de mi marido), sus niños Madison y Jake…entonces está esa nostalgia por Galicia y ¡que te digo por el terruño cubano!

No hay nada que progrese sin la fuerza del amor. Lo veo claro también en la publicidad: el consumidor agradece un mensaje que lo conforta, que lo ayuda a vivir mejor…

MN. ¿Qué es lo que más ama de la cultura estadounidense?

DEU. La estructura, la habilidad de dejar a un lado el "uno" para trabajar en equipo. La enorme capacidad de inclusión. Esa cultura de tolerancia que suele triunfar al final. Cuando los cubanos decimos: "Tu estás totalmente equivocado", los norteamericanos puede que lo miren de otra manera y por ello digan: "Puede que en lo que usted dice exista un poco de razón"…

MN. ¿Qué es lo que más ama de la cultura cubana?

DEU. Su riqueza. Su dulzura. Su contenido mezclado, que tiene de África y de España y hasta de China. Esa manera de encarar las cosas con optimismo, con una certeza de que lo malo se va a poner bueno. El cubano resiste. Por eso hace marca, triunfa. Por eso hay científicos, artistas, escritores, músicos, empresarios tan brillantes. Me gusta eso de mi gente: su capacidad de improvisar y su osadía. Desbordan talento. Y me gusta su nostalgia, esa manera de no olvidar. Esa nostalgia - la de mi padre, y la de coterráneos que anualmente se juntan - eso ha mantenido a Cuba viva en nosotros.

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