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El fraude de los consultores para negocios en Cuba


El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo en La Habana con una delegación comercial.
El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo en La Habana con una delegación comercial.

¿Por qué engañar a empresarios norteamericanos asegurándoles que pueden visitar La Habana y poner, así de fácil una representación en Cuba?

Un país que plantea con formalidad abrirse a la inversión extranjera, sabe que debe enfrentar el gran reto de mejorar la calidad en la educación y la infraestructura legal.

En materia educativa, y lejos de lo que proclama el gobierno revolucionario; la burocracia, la corruptela, la escasa preparación de maestros, la pésima organización escolar, y ciertas prácticas que, como el fraude, por existir desde hace tiempo se han convertido en normales, son razones que deterioran el sistema educacional.

Por ejemplo, Corea del Sur, un país que para los años 50s era tan pobre como Haití, y al no tener otro recurso, más que el humano, se vio obligado a invertir en su propia gente, logrando una transformación basada principalmente en la ecuación, formación-educación de sus escuelas primarias y secundarias.

Cuba hace justo lo contrario, invierte la mayoría de los recursos educacionales en las universidades y esta errada focalización, además de que evidencia una lamentable preocupación por el futuro del país, hace que la mayoría de los favorecidos terminen siendo universitarios básicamente instruidos pero muy mal educados, y trae como resultado el desánimo entre los estudiantes y una merma importante de esa cantera.

En materia legal las cosas no son diferentes. El gobierno cubano tiene un plan bien diseñado para atrapar inversionistas haciendo publicidad sobre las oportunidades de negocios que asegura brindar en una amplia gama de sectores. Pero pese al alarmante optimismo que parece contagiar a empresas norteamericanas, Cuba no tiene ni instituciones creíbles ni reglas claras, ni un código de derechos que proteja a los extranjeros que invierten dinero en la isla. Lo que sí tiene, son cientos de “cantamañanas” que aprovechando el total desconocimiento, ejercen la desfachatez de sobrevalorarse y autodenominarse “consultores para negocios en Cuba”.

Un viejo amigo repite “el peligro no está en la mentira, sino en la credibilidad que genera”.

Y en efecto, este tipo de payasos con libertad de expresión, palabrería impertinente e ínfulas corporativas, deberían ser sancionados por vender a los empresarios y a empresas norteamericanas, la idea de que, en un dos por tres, llegarán a Cuba y establecerán negocio.

Es cierto que el ejecutivo norteamericano aprobó recientemente normativas destinadas a flexibilizar las sanciones a la isla permitiendo, entre otras cosas, que personas bajo la jurisdicción estadounidense puedan establecer y mantener presencia física en la isla, tal como una oficina, punto de venta minorista o almacén y hasta emplear a personas en Cuba; pero nada de eso es simple.

El gobierno cubano es cauteloso y la palabra libertad le sabe un tanto a desparpajo. Por eso, para que una empresa extranjera pueda asentarse y hacer negocios en Cuba, debe estar previamente aprobada, avalada y registrada por la Cámara de Comercio de la República de Cuba.

Únicamente a las compañías aprobadas se les permite rentar espacios de oficina en inmobiliarias destinadas para tales funciones, comprar vehículos en el mercado nacional o importarlos para uso específico empresarial, abrir cuentas comerciales, hacer negocios en Cuba y contratar a cubanos siempre que estos pertenezcan a alguna bolsa empleadora como ACOREX, PALCO, HABAGUANEX, etc.

Creo necesario aclarar que según las normativas que rigen la isla, para que un cubano pertenezca a una bolsa empleadora, no debe estar desempleado y además debe cumplir el cuestionado, polémico pero imprescindible requisito de “idoneidad”. O sea, las empresas extranjeras, incluidas las norteamericanas no pueden tener empleados escogidos por ellos, solo los contratados y previamente autorizados por el gobierno cubano.

También existe el freelance; pero son figuras ilegales que por resolución ministerial tienen prohibido participar en reuniones de negocios con compradores, vendedores, gestores o cualquier otro funcionario del sistema empresarial.

Para que una empresa extranjera, del país que sea, obtenga el registro oficial de la Cámara de Comercio, lo primero, es haber estado haciendo negocios con Cuba durante los últimos 3 años, o haber mantenido durante ese mismo tiempo un monto de negocios, cuya cifra me avergüenza.

Cumplir estos requisito no garantiza la anhelada aprobación que llega desde “el más allá”. Misterio comparable con el legendario enigma sobre quién nació primero, el huevo o la gallina.

Todo este fenómeno explica que la mayoría de los empresarios serios que visitan la isla terminan aburridos del cuento o sintiéndose estafados. Razón suficiente para preguntarle a los “supuestos” consultores: ¿Por qué engañar a empresarios norteamericanos asegurándoles que pueden visitar La Habana y poner, así de fácil una representación en Cuba?

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    Juan Juan Almeida

    Licenciado en Ciencias Penales. Analista, escritor. Fue premiado en un concurso de cuentos cortos en Argentina. En el año 2009 publica “Memorias de un guerrillero desconocido cubano”, novela testimonio donde satiriza  la decadencia de la élite del poder en Cuba.

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