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Para explorar el rol de Alejandro Castro en el futuro de Cuba


La única forma en la que podría trascender al padre sería a través de un pacto con el gobierno futuro, usándolo como garante para proteger la inmunidad de Raúl y de la familia.

Un exoficial de la CIA que apoya sus opiniones en la experiencia adquirida estudiando a una familia de la que aún desconoce sus miedos, hábitos, gustos, preferencias, costumbres e incluso personalidad de cualquiera de sus miembros; un exembajador cubano que vivía aterrado en Bruselas porque un día decidió brindar amparo en la residencia diplomática a dos de sus nietos y a una hija que casada con un exciudadano ruso que huían de la zona del conflicto armado en Chechenia; y un historiador canadiense que escribe un libro tratando a Raúl Castro de estratega son las fuentes que utiliza la prestigiosa agencia Reuters para explorar el rol que podría tener Alejandro Castro Espín como sucesor de su padre.

Es un dislate asumir que Alejandro, por ser el hijo de Raúl y porque es coronel, cuenta con el apoyo de los altos mandos militares. Es como aceptar que Nicolae Ceausescu habría podido gobernar eternamente en Rumanía y que, además, sería cívicamente sucedido por su amado hijo Nicu.

Me parece sumamente irrespetuoso o, cuando menos, desconsiderado, analizar el futuro rol de un personaje ignorando que es cubano; que vive en Cuba; que nuestra isla está ubicada en el área de influencia de Estados Unidos; y que no hay ninguna duda de que aunque la política norteamericana, en múltiples ocasiones, ha errado en relación a su posición con Cuba, los cambios que han de producirse serán de corte occidental. Cuba no es Corea del Norte, que geopolíticamente se encuentra bajo el área de influencia de Rusia y China.

Alejandro salió a la palestra mucho antes del 17 de diciembre pero, pese a sus seis pies y dos pulgadas de estatura, es un personaje anodino, de absoluta incompetencia para comunicar y/o llamar la atención.

Comparar la manera en la que Fidel Castro utilizó a su hermano Raúl, con la forma en que Raúl utiliza a su hijo Alejandro, es una falta de respeto a la inteligencia; demuestra un total desconocimiento de la historia nacional.

Sí, Raúl Castro heredó la base política de Fidel pero participó en el ataque al Moncada, estuvo en el exilio, viajó en el Granma, en La Sierra Maestra fue jefe del II Frente guerrillero oriental y, aunque no sea muy culto, 50 años de ejercicio en la cúpula gobernante de la dictadura cubana, le enseñaron el oficio, o mejor dicho, el arte del poder.

El varón de los Castro Espín, como historia tiene un cuento, no es un militar de carrera y mucho menos de combate, no es miembro de la Asamblea Nacional ni del Comité Central. Lo pueden hacer, claro está, pero de nada serviría; la única forma en la que Alejandro podría trascender al padre, sería a través de un pacto con el gobierno futuro, usándolo como garante para proteger la inmunidad de Raúl y de la familia.

Si la disidencia cubana continúa haciendo lo que hace y el Gobierno gobernando como hasta hoy, las posibilidades de un verdadero cambio político en Cuba son mínimas. Pero una cosa es decir que las expectativas son bajas y otra, muy diferente, es admitir que sean nulas.

Durante los últimos meses, Raúl Castro ha venido lesionando su propia base política, por retardar las conocidas reformas y por su clara insuficiencia para manejar los mecanismos del poder. Alejandro es todavía más desmañado, su permanencia enrarecería la atmósfera dentro de ese grupo, (ministros, militares de jerarquía y funcionarios del Gobierno) que hoy brinda soporte al poder y comenzaría a destrozar la apetencia del mañana.

Esto puede que lo desconozca el estudioso Brian Latell, el profesor Carlos Alzugaray o el historiador Hal Klepak; pero lo sabe muy bien el general Raúl Castro, que conoce con exactitud las limitaciones de cada uno de sus hijos y sabe, además, que promover a su hijo Alejandro como un posible sucesor, pasando por encima de otros tantos personajes con iguales ambiciones y mejores condiciones, sería contraproducente incluso para su propia familia.

En busca de información para escribir esta nota, conversé con un alto oficial de las tropas terrestres cubanas, le pregunté por Alejandro y esto me respondió: "Juan Juan, seguramente tú conoces la famosa locución latina cogito ergo sum. Pues bien, el economista e historiador cubano Regino Boti decía que en Cuba se practica una libérrima versión del 'pienso, luego existo' del filósofo francés René Descarte y la denominó 'mando, luego sé'".

Y eso es Alejandro Castro, la apología al disparate. ¿Se puede repetir, entonces, el modelo Fidel Castro en Cuba? No.

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    Juan Juan Almeida

    Licenciado en Ciencias Penales. Analista, escritor. Fue premiado en un concurso de cuentos cortos en Argentina. En el año 2009 publica “Memorias de un guerrillero desconocido cubano”, novela testimonio donde satiriza  la decadencia de la élite del poder en Cuba.

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