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Así se prohibió la Navidad en Cuba


La Navidad en Cuba.
La Navidad en Cuba.

Después de casi 30 años de aparatosa prohibición, la navidad resurge como una nueva oportunidad.

Con cielo nublado y marejadas peligrosas para la navegación de embarcaciones menores, el pasado miércoles 18 el Consejo de Ministros de la República de Cuba aprobó, como si de casualidades se hablara, la importación de autos nuevos y usados al territorio nacional.

Dios mio, se armó el mismo revuelo mediático que cuando en 1997, poco antes de la visita del Su Santidad El Papa Juan Pablo II a La Habana, sin explicación alguna el gobierno revolucionario, bolígrafo en mano, decretó, o retomó como día feriado el 25 de diciembre.

Desde entonces sin miedo nuestros abuelos desempolvan y lustran sus tradiciones y pese a las adversidades disfrazan la isla de olores porque, unos más, y muchos menos, en Nochebuena engalanan sus hogares con un trozo de carne de cerdo, pollo, arroz, frijoles, y viandas, de preferencia yucas, aderezadas con un rechupete de mojo a base de naranja agria y mucho ajo. Lo mismo se puede leer en las ofertas navideñas que ofrecen los restaurantes.

Toda una bomba calórica nacional en torno a la que se reunen melancólicos y orgullosos, alegres o en paz, católicos y no católicos, agnósticos, protestantes, santeros, masones y ateos, todos para celebrar las fiestas y esperar el advenimiento de un niño que nació hace ya más de 2 mil años.

Muchas razones se usaron para borrar la navidad: La muerte de Ernesto Guevara, el período de zafra azucarera, prioridades revolucionarias, en fin, todo lo que ya ustedes de sobra conocen; pero fue un mensaje navideño que paradójicamente llegó justamente del cielo el 24 de diciembre de 1968, lo que despertó la furia del ex-comandante en jefe y después de una sonada palabrota acabó la celebración.

Resulta que estaba el señor, por supuesto me refiero el que vestía verdeolivo, sentado a la diestra de un radio con onda corta sintonizando la VOA. De pronto se escucha la voz del astronauta Bill Anders acercándose al amanecer lunar, y en vez de un anuncio de guerra, leyó los primeros versículos del Génesis, expresando así su admiración ante las maravillas del Cosmos y la grandeza de su Hacedor.

Fidel Castro enfureció, se sintió disminuido, no obstante se quedó escuchando, esperaba el cañonazo y recibió un relámpago en vena.

Así concluyó aquella transmisión que llegaba desde el cielo: “Y por parte de los tripulantes del Apolo 8 terminamos diciendo. Buenas noches, Buena suerte, Feliz Navidad y que Dios los bendiga a todos, a todos ustedes en la buena Tierra”

La soberbia lo invade. Alzó, retando, la frente; crúzose al hombro una manta, en arco su brazo levanta y - como la bailarina española - repicó con sus tacones como si la tabla fuera Tablado de corazones. Al rato se escuchó “……(una palabrototota), se acabó con la Navidad”.

No solo eso suspendió, desde entonces todo evento religioso fue víctima de una suerte de amnesia impuesta por el joven gobierno triunfante de 1959. Después de casi 30 años de aparatosa prohibición, la navidad resurge como una nueva oportunidad. Nuestro patrimonio cultural familiar, ecléptico-religioso, y nuestras tradiciones heredadas de la conquista española, no se borran por decreto, permanecen, esta es la prueba. FELIZ NAVIDAD.
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    Juan Juan Almeida

    Licenciado en Ciencias Penales. Analista, escritor. Fue premiado en un concurso de cuentos cortos en Argentina. En el año 2009 publica “Memorias de un guerrillero desconocido cubano”, novela testimonio donde satiriza  la decadencia de la élite del poder en Cuba.

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