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Carlos Alberto Montaner y la mujer del coronel


El autor nos revela el drama de la sobrevivencia bajo la égida de un supraestado capaz de husmear no ya en la mente y en los sueños de sus súbditos, sino bajo sus sábanas y en el desempeño de su entrepierna

Como prometiera, en una exclusiva para este medio y mediante una entrevista que le hiciéramos hace unos meses, el escritor Carlos Alberto Montaner ha regresado al género de la novela, luego de una larga ausencia y tras haber publicado Perromundo, 1972, y 1898: La Trama, 1987, obras que se hicieron un sitio en la narrativa hispanoamericana, y regresa, también como prometiera, con una novela de alto contenido erótico, La mujer del coronel, publicada por el prestigioso sello Alfaguara.

Preguntado en aquella ocasión si habría una tercera novela Montaner nos dijo: “Ya hay una tercera novela. Espero que salga publicada dentro de pocos meses. Es totalmente diferente a las dos anteriores. Tiene, por ejemplo, un alto contenido erótico”.

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La novela que se anuncia como una historia de adulterio y suspense en torno a las frustraciones de una mujer madura insatisfecha (Nuria), enamorada de su marido (el coronel Arturo Gómez) que, sin embargo, desea explorar su sexualidad en un momento de su vida, es más que todo el drama de la sobrevivencia bajo la égida de un supraestado capaz de husmear no ya en la mente y en los sueños de sus súbditos, sino bajo sus sábanas y en el desempeño de su entrepierna; todo ello en nombre de una moral superior, es decir, la moral socialista, esa que permite, y preconiza, matar y morir en nombre de la patria proletaria, pero que, en nombre de ese misma patria, prohibe la más mínima trasgresión de las normas machistas de la manada.

Montaner, La Habana, 1943, es autor de unos quince títulos, entre los que destacan los libros de ensayo Doscientos años de gringos, La agonía de América, Libertad, la clave de la prosperidad, No perdamos también el siglo XXI, Viaje al corazón de Cuba, La libertad y sus enemigos, Las columnas de la libertad y La última batalla de la guerra fría. Por otro lado es coautor, junto a Alvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza, de los libros Manual del perfecto idiota latinoamericano, Fabricantes de miseria y El regreso del idiota.

Además, semanalmente, varias decenas de diarios de América Latina, España y Estados Unidos reproducen su columna periodística, y la prestigiosa revista española Cambio 16 lo ha calificado como el columnista de mayor divulgación en lengua española. Montaner vive entre Madrid y Miami y es vicepresidente de la Internacional Liberal.

Este es el diálogo sostenido entre Armando de Armas y Carlos Alberto Montaner con motivo de La mujer del coronel.

MN. El sobre amarillo, cada vez que, en una discusión con los progres de este mundo, quiero evidenciarles acerca de la crueldad del régimen de los comunistas cubanos no menciono los miles de fusilamientos que tiene ese régimen en su haber, sino que menciono lo del sobre amarillo. ¿Pudiera explicarle a los lectores no enterados de los entresijos de la salvaguarda de la entrepierna de los camaradas isleños en que consiste el misterioso sobre?

CAM. Por un tiempo pensé llamar a mi novela El sobre amarillo. Se trata de una práctica abominable de la dictadura cubana. Los servicios secretos espían a las mujeres de los dirigentes políticos y militares en busca de pruebas de adulterio o de conductas dudosas. Cuando obtienen esa información o esas pruebas se las entregan al marido engañado en un sobre amarillo.

Esta monstruosa práctica forma parte de la tradición machista del país, a lo que se agrega la mitología revolucionaria. La cúpula dirigente lo sabe todo, y entre las cosas que sabe está cómo debe ser el comportamiento de las mujeres de los jefes. Deben ser abnegadas madres de familia, monógamas, y entregadas a la exclusividad sexual.

Paradójicamente, el macho revolucionario puede ser promiscuo y esa conducta, siempre que sea heterosexual, nunca es censurable. Tras medio siglo de retórica marxista sobre la igualdad de los sexos, los valores de la cúpula dirigente cubana en lo tocante al sexo son los de una sociedad represiva y machista.

MN. ¿La saga, guapería artúrica (a mí me recuerda una desvaída versión de los códigos de caballería), cómo es que llega, se aposenta en nuestra cultura isleña, al punto que un tipo como Yarini podía aspirar seriamente a una carrera política y que, de hecho, parecería como si todo exitoso político isleño hubiese poseer algo de Yarini?

CAM. La guapería y el matonismo son viejas taras de la cultura cubana. La jerarquía se expresa mediante la capacidad de intimidación. Fidel Castro se impuso toda la vida como el gran intimidador. Todo el círculo de poder le temía. Su gesticulación era siempre la de una persona colérica que no aceptaba nada que no fuera la sumisión total de sus subordinados. El gobierno estaba permanentemente a punto de ser abofeteado. Creo que Raúl es diferente en este aspecto. Su violencia está cargada de jovialidad. Son distintos.

Yarini era un matón seductor. Las prostitutas lo buscaban por su agresividad. Además de ser un legendario proxeneta, buscaba la admiración por su capacidad potencial de hacer daño. Fidel también. Arturo, el personaje de mi novela, es un matón, lo que en la carrera militar puede ser muy ventajoso.

MN. Y ya que hablamos del político, del deber ser político, usted es un escritor, pero también un político. ¿No teme, dado lo pacato de los patrióticos predios, que si bien, indudablemente, el escritor sale ganando con La mujer del coronel, pudiera quizá no pasar lo mismo con el político?

CAM. Es posible y ya me lo han advertido, pero no me importa. Mi primera vocación es la de escritor. La política para mí es una expresión del deber cívico más que un proyecto de vida. Nada me hace más feliz que escribir. Yo quería contar la historia que relato en LA MUJER DEL CORONEL y eso tiene un inevitable componente erótico, aunque no es una novela erótica. Si se quiere, es una amarga novela de amor en la tradición de MADAME BOVARY. Explorar esa dimensión en este libro era fundamental. Además, no creo que los políticos se escandalicen por algunos detalles escabrosos. Mario Vargas Llosa, que es un escritor admirable y un líder cívico, se ha adentrado en el mundo del erotismo en libros como LOS CUADERNOS DE DON RIGOBERTO y TRAVESURAS DE LA NIÑA MALA. Eso no le resta un ápice a su estatura moral. En la novela menciono el caso de Diderot, una de las cabezas más notables del siglo XVIII europeo, padre de la Enciclopedia Francesa, quien se interesó muy seriamente en el erotismo.

MN. “Había sido un silencioso cruce de espadas entre dos pezones agresivos y un pene rígido” ¿Cómo logra en su novela esas dosis de humor y erotismo, tan necesarias, y al mismo tiempo tan difíciles de lograr no ya por separadas, sino difícil, sobre todo, ofrecidas en simbiosis? ¿Eso se le da espontáneo o lo trabaja?

CAN. Creo que la prosa hay que trabajarla con cierto esmero. El secreto de cualquier narración que conecta con el lector radica en contar de una forma sutilmente original una o varias historias interesantes, con personajes complejos y atractivos. Pero tiene que haber un equilibrio. La prosa no puede deslumbrar al lector al extremo de oscurecerle la historia que se quiere narrar. Ortega solía burlarse de esos escritores tan brillantes que hay que leerlos con la mano en visera.

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