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Servicio militar, herramienta obsoleta de la Guerra fría


Jóvenes cubanos realizan ejercicios militares en una unidad de artillería de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Cuba.
Jóvenes cubanos realizan ejercicios militares en una unidad de artillería de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Cuba.

Los padres acuden a certificados médicos para evitar que sus hijos pasen el Servicio Militar Obligatorio en Cuba. Los “incumplidores" van a trabajos forzados o calabozos.

“Cada tres meses sueño con lo que viví en aquella prisión, a la que nunca más pienso volver. El cuartel era pequeño, los pasillos estrechos. Siempre lo mismo, aquel oficial entrando al campamento y dando órdenes. Luego venía a hacia mí y me ordenaba hacer trabajo forzado”.

Así relata, tembloroso y con los ojos enrojecidos, Reinaldo Morales*, un profesor de Secundaria Básica que, desde hace más de veinte años, como quien guarda recuerdos oscuros en su interior, sueña con la pesadilla y los horrores que viven a diario los soldados en el Servicio Militar Obligatorio (SMO) en Cuba.

Una prórroga de la Guerra Fría

Desde los sucesos de Bahía de Cochinos en 1961, la nación caribeña nunca más se vio afectada directamente por conflictos bélicos en su territorio. Sin embargo, el gobierno comunista se considera bajo permanente agresión por tener frente a sus costas a su principal “enemigo” histórico: Estados Unidos de América.

Bajo el lema de que “la guerra es de todo el pueblo”, en lucha por su soberanía e independencia, la defensa del país está diseñada en el apoyo de toda la población.

La Ley 75 de la Defensa Nacional, en su artículo 67 y el Decreto Ley 224 del Servicio Militar, en el artículo 31, obligan a los adolescentes mayores de 16 años a incorporarse a la vida militar de su país por el tiempo de 14 meses para aquellos que hayan accedido a una carrera universitaria o 24 meses para los que no tengan ese estatus.

José E. Ugarte, un joven estudiante universitario que recientemente fue dado de baja del SMO, lo considera una imposición que aleja a los jóvenes de sus seres más queridos por largos períodos de tiempo.

“Es una pérdida de tiempo, especialmente para los adolescentes, porque los desvincula de sus estudios, hasta el punto de que algunos no son capaces luego continuar con su normal rendimiento académico”, afirma.

Otra legislación que muchos temen es la relacionada al Código Penal por el incumplimiento de los trámites relativos a la incorporación al SMO. Esto se considera una violación fragrante de los deberes militares, meritoria de una sanción de privación de libertad de tres meses a un año, o de una severa multa de cien a trescientas cuotas de una cifra monetaria dictada por las autoridades.

“Esas leyes son una violación a los derechos humanos elementales. Cuando un joven entra a una unidad militar le dicen que el único código por el que se rigen es por la legislación militar y los demás no valen. También obligan a tener una sola inclinación política, diciéndote que el deber supremo es ser revolucionario para así defender a la patria y el socialismo. Por lo que la pregunta es, ¿y el que no es ‘del mismo bando’? Simplemente no puede defender a su patria y es considerado traidor”, comenta Juan Hernández, otro estudiante universitario.

No todo termina allí. Luego de que el joven pasa el SMO, pasa a formar parte de la Reserva de las Fuerzas Armadas, que consiste en el cumplimiento por los ciudadanos del sexo masculino de hasta cuarenta y cinco años de tareas relacionadas con la preparación para la “salvaguardia de la nación”. Y para ello podrán ser movilizados por un plazo (generalmente de 45 días), en uno o más períodos, durante los cuales se rigen por las leyesmilitares.

“Como dice el dicho, el que hizo la ley, hizo la trampa. En todo este sistema de reclutamiento muchos padres desesperados acuden a doctores encargados de chequear los requisitos médicos para la entrada a las unidades o a los jefes de la zona militar para sobornarlos y evitar que sus hijos ingresen al servicio”, explica Gabriel Álvarez, recién licenciado que conoce de estos fraudes por las historias de sus amistades cercanas.

Un sistema obsoleto

Con la caída del Muro de Berlín en 1989, la mayoría de los países europeos renunciaron al servicio militar obligatorio.

Los únicos países en los que sigue estando presente son: Austria, Chipre, Estonia, Finlandia, Grecia y Dinamarca. El servicio militar en Chipre es el de más duración de Europa, con 26 meses y el de menor Dinamarca, de solo cuatro.

Por su parte, Brasil, Bolivia, Colombia, Venezuela, México, Nicaragua y Cuba mantienen el servicio militar obligatorio en América Latina.

Mariano Casado, secretario general de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME), en una entrevista para el diario El Confidencial Digital, afirma que el SMO no se debe recuperar: “No lo considero una apuesta necesaria, tenemos soldados con mucha experiencia”.

Esclarece además, que “no está previsto en la estrategia de seguridad y defensa, ya que la defensa de nuestros intereses debe ser afrontada con nuestras fuerzas armadas profesionales”.

“La gran mayoría de los países de la Unión Europea y de la OTAN han eliminado ya el servicio militar obligatorio y lo han sustituido por ejércitos profesionales, mucho más eficientes”, concluye.

Sin embargo, según fuentes, en Cuba, por solo 35 pesos mensuales (el equivalente a 1.50 CUC) los soldados hacen guardias de 24 horas, trabajan en la construcción, limpian armamento, entre otras actividades.

Huellas del castigo

El servicio militar obligatorio en Cuba, que por estas fechas recluta a su Llamado Nº 53, ha dejado oscuros recuerdos en la memoria de muchos jóvenes.

“El día de las captaciones a los padres les miente y pintan todo de color rosa”, así advierte Alain, recluta en una unidad militar de la capital cubana.

“En las unidades bajo el mando de los oficiales los soldados somos perros. ¿Acaso eso forma parte del reglamento militar?”, agrega.

Por otra parte, Gustavo Fraga, del Llamado Nº 50, recuerda los malos tiempos que pasó bajo pésimas condiciones.

“A los oficiales no les importaba si pasaba hambre o sed, solamente les interesaba que no violara las leyes de seguridad y que nadie robara en el área que custodiaba”, cuenta.

En las unidades militares, cuando se incumple gravemente el reglamento establecido, el infractor es integrado a una unidad disciplinaria: el Centro de Entrenamiento Intensivo del Soldado (CEIS).

Leonardo Ayala, joven que vivió esa experiencia, recuerda que los calabozos son terribles, “obligan a hacer muchos trabajos forzados, a marchar por largas horas y a mantenerte callado por largos periodos de tiempo.”

Mario Méndez, trabajador por cuenta propia, dice que prefiere un entrenamiento militar intensivo de 45 días, si de verdad el interés del país es preparar a sus soldados.

“Si lo hacen voluntario casi nadie iría. Pero siempre hay quien por buscarse la vida entra a eso”, explica riéndose a carcajadas como quien está seguro que nunca volverá a pisar una unidad militar.

“El día que me intentaron volver a reclutar para la reserva, saqué un pasaje y me fui bien lejos de La Habana por un mes para que se olvidaran de mí. No me han molestado más”, concluye.

Recientemente, el gobierno cubano acordó que a los estudiantes que opten por estudiar la carrera de Medicina se les aplaza el complimiento del SMO, lo que da a entender que los reclutamientos masivos de soldados hoy día no son de primera necesidad para el régimen.

Lo cierto es que la población cubana en los últimos tiempos, más aún con el deshielo de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, ha dejado de creer en la necesidad de un servicio militar que le trae demasiados gastos a un país que no tiene recursos suficientes para garantizar su estabilidad económica.

*El entrevistado pidió el anonimato.

Este artículo fue publicado originalmente en el portal Cubanet el 15 de febrero de 2016, bajo la autoría de Manuel Díaz Mons.

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