La primera palabra

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Todos los años, en mayo como en enero, religiosamente le hacemos homenajes llenos de adjetivos y de símbolos que, como las plegarias, cada vez lo acercan más a las esferas celestes mientras, pieza tras pieza, de su cuerpo menudo y maltrecho se van desprendiendo el traje abrillantado por el uso, los zapatos de suelas agujereadas, la carne magra, la fístula que lo hizo padecer durante años, sus errores, su pasión febril por las palabras y, en primer lugar, por sobre todas las cosas, su devoción por la soberanía de Cuba, nuestra Patria:

“Mírame, madre, y por tu amor no llores.

Si esclavo de mi edad y mis doctrinas

Tu mártir corazón llené de espinas

Piensa que nacen, entre espinas, flores.”

Escribió con sólo dieciséis años y apenas un año después, esclavo de esa edad y sus doctrinas, estrenaba el presidio político, con grilletes en los pies adolescentes, conde- nado a trabajos forzados. ¡Y hay quienes llaman cursis estos versos¡

Lo hemos vestido de mármol, de madera, de bronce, de oro, plata y hasta de yeso y cada vez vamos marcando más y más distancia entre quién en verdad fue y lo que somos.

Disfrutamos el hacerle flotar a la altura de una divinidad, de esas que se invocan implorando un milagro y desde tal distancia él nos envuelve con la mirada triste porque sabe que pocos recuerdan que todo lo que hizo o dijo fue porque era sencillamente humano. Un hombre enamo- rado de la belleza, sí, la belleza del verbo, la belleza femenina, la del gesto, la belleza que cabe en la idea de la libertad. Un hombre que sabía que la ética es también la estética de la conducta y empiezo a intuir que, en el mundo que hemos fabricado, ese tipo de humanos sólo son abarcables desde la muerte y sospecho que José Julián Martí y Pérez lo sabía y ese conocimiento lo llevó a inmolarse en Dos Ríos el 19 de mayo de 1995. No logro entender de otra manera el absurdo de esa muerte, propia de quien no ve otra salida que hacia arriba.

Ahora resulta en verdad mucho más cómodo para quienes ven el dinero como un fin, no como un simple medio. Para quienes no ponen el corazón en todo lo que hacen y las ideas más profundas no pasan de ser palabras que suenan bien, por eso no logran captar qué significa:

“Para Cuba que sufre, la primera palabra.”