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Socialismo o muerte, la última llamada al cementerio del castrismo


Lo cierto es que tanto el “Socialismo o muerte” castrista, como el innovador del “Patria, Socialismo o Muerte” del chavismo, son imposiciones de sistemas que solo profesan una absoluta y totalitaria manera de ver el desarrollo de sus países.

Atormentado por los gritos libertarios de los ciudadanos en la Europa del este, cercado por los propios errores de una demencial visión de la economía, sulfurado por la obstinación de sus genes gallegos y bajo la recurrente alucinación de ser el enviado terrenal de los santos patronos Marx y Lenin, el Mesías en jefe del Caribe gritó en la década de los años 90 con la voz enronquecida: “Socialismo o muerte”, su ultima invocación para enviar a los cubanos hacia el cementerio.

Por lo menos en el anterior slogan del mercadeo castrista los cubanos tenían la alternativa de morir por la patria, pero ahora la convocatoria a la muerte se transformaba en algo más al estilo esquizoide de Norman Bates, el obsesivo personaje de Psicosis con su escalofriante peluca y largo cuchillo.

La consigna que por supuesto entusiasmó a las empresas funerarias mundiales, no se le ocurrió ni al propio Lenin, quien llevó a la práctica en la feudal Rusia las elucubraciones etílicas del Moro Marx, quien junto a su amigo Engels apostaron, mientras descorchaban alguna que otra botella espirituosa, a que la revolución socialista estallaría a finales del siglo XIX por Francia y terminaría en Alemania. Se podría decir que ese fue el primer pronóstico errado de los padres de esos fetos deformes llamados “dictadores del proletariado”

Lenin sin embargo les decía a sus correligionarios que el socialismo no se debía implantar por decreto, pero al parecer esa parte del manual no le llegó al jefe máximo de todos los máximos cubanos, quien leyó la versión ampliada y corregida de Stalin, mucho más apetitosa para su paladar de líder totalitario.

A decir verdad la tonada kamikaze de “socialismo o muerte” la tocaba con la zurda, mientras que con la derecha estimulaba la inversión extranjera dentro de aquello que llamó la economía mixta y donde incluso realizó cambios oportunos a la constitución socialista de 1976 para legalizar la entrada de capitales extranjeros -por supuesto del odiado capitalismo- y la despenalización del dólar.

Y dentro de ese ropaje camaleónico de los hermanos Castro, capaces de cualquier transformación por tal de mantenerse en el poder y continuar como jefes de la “dictadura del proletariado”, mientras vociferaba “Socialismo o muerte”, aseguraba en un discurso con sonrisa complaciente durante la clausura de la XI Feria de la Habana, el 6 de noviembre de 1993, “Nos estamos volviendo burgueses”.

“Hay dos tipos de burgueses los que nosotros mencionamos en nuestros discursos de barricada y los que nosotros conocemos aquí en la feria”, dijo.

El régimen bailaba el rock del capitalismo y mostraba una cara de tolerancia en su búsqueda de conseguir dinero, mientras que dentro de la isla endurecía sus posiciones ideológicas, controlaban más las masas y la propaganda oficialista enarbolaba el nacionalismo a ultranza, ligado por supuesto al socialismo.

La fiebre del ser los últimos mohicanos del socialismo conllevó a que los resortes de la propaganda del sistema trataran de encontrar en artistas y deportistas que viajaban hacia el exterior su adhesión al nuevo lema de una forma u otra.

El ridículo por conseguir ese respaldo se evidenció en una entrevista que le realizaron al director de la Charanga habanera, David Calzado en una gira por España, cuando un periodista le preguntó que en las crónicas cubanas de un recorrido por Estados Unidos aparecía que dedicaban los conciertos a los últimos triunfos diplomáticos de Fidel Castro.

“Eso fue un invento del corresponsal, seguramente quería lavar nuestra imagen ante el gobierno cubano. ¿Cómo vamos a hablar de la ONU y ponernos luego a cantar Hey you loca”, dijo Calzado.

Tal vez algún sicólogo le dijo al mesías en jefe que resultaba contraproducente mencionar tanto la muerte y sobre todo ligarlo con el socialismo. Quizás ese fue el motivo que determinó el final de su alocución el 5 de diciembre del 2003 en Cárdenas, Matanzas, el cual resultó sorprendente para muchos de sus seguidores cuando afirmó.

"Viva la patria!, ¡Viva la vida! ¡Viva la cultura! ¡Viva la educación! ¡Viva para siempre la obra y el ejemplo de nuestro pueblo! ¡Hasta la victoria siempre!

Es probable que algunos de sus más furibundos seguidores se quedaran perplejos porque no escucharon a la patria o al socialismo enlazados con la muerte, sin embargo muy en el fondo de las almas de esos mismos entusiastas por la inmolación colectiva, sin que nadie se diera cuenta respiraron aliviados porque no profesaban ninguno, el espíritu de los samuráis japoneses.

Ese día los negocios de funerarias, enterradores y cementerios cotizaron a la baja en la bolsa, su principal cliente ya no quería mercadearlos más. Por fortuna para esos empresarios, en Venezuela surgió un remedo del mesías caribeño similar en la petición de la muerte para su compatriotas.

Este otro enajenado por los textos estalinistas, que toca de oidas, sin conocerlos bien, para no ser menos que su viejo tutor, abrazó la consigna de Socialismo o muerte y le añadió al principio Patria y así surgió como paternidad del chavismo: “Patria, Socialismo o Muerte”. Todo habría marchado sin problemas, hasta que nuestro otro abanderado de las ideas de Marx y Lenin decidió cambiar de nuevo su texto por: “Patria Socialista y Victoria, Viviremos y venceremos”. El problema de ese abultado lema es que ahora no le cabe en las nalgas, brazos y pechos de aquellos enfebrecidos seguidores que se tatuaron el primero y ahora pretenden incorporar el nuevo.

Lo cierto es que tanto el “Socialismo o muerte” castrista, como el innovador del “Patria, Socialismo o Muerte” del chavismo, son imposiciones de sistemas que solo profesan una absoluta y totalitaria manera de ver el desarrollo de sus países. Seguro que desde el infierno del propio socialismo, el viejo y taimado Stalin cuando los escucha, fuma su pipa contento y espera a que lleguen tan excelsos alumnos para abrazarlos.

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