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Vuelve Salman Rushdie en otra oda a la libertad


En esta nueva entrega, "Luka y el fuego de la vida", después de muchos años Rushdie continúa su viaje sobre el arte del relato y la imaginación.

Después que el escritor angloindio Salman Rushdie publicara “Los Versos Satánicos” (el polémico libro editado en 1988 por el que fue perseguido y condenado a muerte en una fetua decretada por el fallecido ayatolá Jomeini) escribió el cuento "Harun y el mar de las historias" Ahora, más de veinte años después, publica la secuela de ese cuento bajo el título de "Luka y el fuego de la vida", un relato sobre el poder de la imaginación y, tal vez, una metáfora sobre la libertad, que para este novelista es “el corazón de la humanidad”.

El también autor de “Hijos de la Medianoche” (novela ganadora del Booker of Bookers Prize en 1981 y en 2008 se alzó con the Best of the Booker por los cuarenta años de fundado el premio) declara no estar en contra de las personas religiosas sino contra la estrechez de mente de algunos y contra aquellos que no tienen sentido del humor.

“Cuando el Estado o la religión comienzan a limitar nuestra libertad de expresión, se inicia también una matanza de nuestro humanismo”, declaró no hace mucho.

En esta nueva entrega, "Luka y el fuego de la vida", después de muchos años Rushdie continúa su viaje sobre el arte del relato y la imaginación y narra cómo en una noche estrellada en la ciudad de Kahani, en el país de Alifbay, sucede algo terrible: el gran fabulador Rashid Khalifa cae en un sueño tan profundo que nadie logra despertarlo. Lo único que se puede hacer para salvarlo del sueño eterno es que su hijo, Luka, se embarque en un largo viaje -a la vez temible y no exento de obstáculos- por "el mundo mágico" para robar el Fuego de la Vida.

Aunque la búsqueda del fuego nos recuerde demasiado al mito de Prometeo o a la novela de J. M. Rosny “La Conquista del Fuego”, escrita en 1911 y considerada la primera novela del género que aborda la prehistoria, no está desprovista de originalidad narrativa. Se trata de una historia en la que los niños son héroes que salvan a sus padres, y que Rushdie regala ahora a su hijo Milan y al mundo entero, plagada de las historias y leyendas de Oriente.

Porque, no por gusto, el autor de "El suspiro Moro", "Furia" o "La Encantadora de Florencia" se ha declarado siempre "un contador de historias" que ha bebido de toda la mitología india, escuchando los cuentos de Sherezada en "Las mil y una noches", las peripecias de "Simbad el marino" o las fechorías de "Ali Babá y los cuarenta ladrones", entre otros clásicos.

Rushdie dio sus primeros pasos literarios a los ochos años, cuando escribió "Un cuento muy largo". Cursó estudios en Bombay hasta que después fue enviado a un internado en Gran Bretaña, donde, tras estudiar en Cambridge, se licenció en Historia.

Una carrera que le serviría para complacer a medias a su familia, que quería que estudiase economía, cuando en realidad lo que siempre quiso ser fue escritor, autor de libros de ficción como "Hijos de la medianoche", novela que según el New York Times trazó de nuevo el mapa literario de la India.

Carlos Fuentes nos recuerda, en Geografía de la Novela, no sólo que Mijail Bajtin fue probablemente el más grande teórico de la novela del siglo veinte, sino que sus ideas heterodoxas le merecieron ser desterrado a regiones remotas de la antigua Unión Soviética por los burócratas literarios del estalinismo. Cuando llegó el tiempo de revertir las injusticias, bajo Kruschov, no pudo ser rehabilitado porque nunca se le acusó de nada. Y aunque a Rushdie, en cambio, sí se le acusó de blasfemo (por aludir con demasiado humor al profeta Mahoma en una sola línea de las tantas que componen Los Versos Satánicos), no por ello deja de compartir ese mismo destino que han transitado muchos intelectuales a lo largo de la historia, sólo por el delito de considerar, como ha declarado el novelista angloindio, que la libertad de expresión “es el corazón de la humanidad”.

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